Fan Fiction

...Music ...

sábado, 17 de julio de 2010

Cazada ...

Cada noche, antes de acostarse, todas las Hermanas se reunían a la oscuridad de su cuarto, dejando que la sola luz procedente de la Luna y las estrellas iluminases la estancia, y evitar al mismo tiempo ser descubiertas. Las Niñas especiales vestían sus trajes de capuchas rojas para ser distinguidas de las demás, mientras estrujaban con sus manitas hojas secas de olivo. Todas se agarraban la una con la otra las manos, mientras entre sus palmas reposaban el polvo de la hoja de olivo. Formaban hileras irregulares a lo largo y ancho de la habitación, pero ninguna rompía la cadena, como si hacerlo fuera algo terrible ... Y rezaban en susurros ... Susurros que se confundían con la brisa nocturna que invadía la instancia en ráfagas refrescantes ... Todas portaban un pañuelo rojo cubriendo sus cabezas y semiocultando sus ojos, como si fueran sacerdotisas griegas, sumidas en una vigilia de camino entre el sueño y el trance, concentradas en sus oraciones como si fueran capaces de traspasar la fina barrera que nos separa del Otro lado ...

Sus corazones palpitaban con fuerza sobre sus pechos estáticos y decaídos sobre el vientre, a veces lisos, otras abultado por otra vida que venía en camino, traspasando esa energía como si fuera el aliento que diera la misma Vida ... La cabezas caían ladeadas y se movían con lentitud de un lado a otro, poseídas por un suave ritmo que hacía que bailaran a un ritmo frenético, mientras la concentración quedaba completamente centrada en aquellos susurros ... Aquellas oraciones silbeantes y lentas, casi como si fuera los últimos suspiros de un cuerpo moribundo, dejado a la mano del Éxtasis que comenzaba a recorrer a través de los dedos de sus pies, que se contraían a cada sonido que formaba la palabra "Yahveh" ... Sus rodillas aleteaban nerviosas como grandes mariposas en la primavera, chocando las unas con las otras, y excitando a las otras con su tembloroso movimiento ...

Muchas acababan tiradas en el suelo de la fuerte energía que las irradiaban y, después de abrir los ojos sin poder ver nada más que un absoluto e inmaculado Blanco que lo llenaba todo, juran haber oído a la Paloma y sentir el tacto de Yahveh en sus gargantas ... Juraban que el cautiverio iba a terminar pronto: por ello rezaban con tanto entusiasmo, más que nunca ahora que lo necesitaban. Pero la respuesta física parecía tardar en llegar y Adah comenzaba a impacientarse ... Incluso le constaba concentrarse. Las palabras de Hadasa las tenía en mente constantemente como si fueran su propia alarma de seguridad.

Las Niñas de las capuchas rojas le recordaban a Nofek ... A veces, cuando la nostalgia la invadía, dejaba la cama que compartía con su hermana y se colaba en la de una de las niñas, a las que a penas dirigía la palabra porque aquello le producía un nudo en la garganta. Al contrario que con Nofek, eran Ellas la que le daban la espalda y era Ella la que se acercaba a sus pequeños cuerpos y las abrazaba mientras dormían plácidamente ... A veces, cuando un escalofría recorría su espalda, con el dedo índice apartaba un poco la tela del traje que recubría la nuca y dibujaba el contorno de los huesecillos que formaban la columna vertebral suavemente ... De arriba a bajo ... Hasta que el sueño la vencía y volvía a resguardan su mano sobre las caderas no desarrolladas de las niñas ... Entre sueños podían ver con claridad el rostro ovalado ... Los grandes ojos castaños, con sus marcadas ojeras arábigas ... La boca fina y amplia ... Sus cejas redondas e inexpresivas ... Su nariz chata y redondeada ... Y entonces sentía una punzada en el estómago y se despertaba, apartándose torpemente de vuelta a su cama, como si aquella forma de deseo no estuviera bien, pero ... ¿Qué era Nofek? ... Aquella pequeña llama que confundió con el amor que ésta le profesaba con absoluta devoción Ella misma creyó sentir hacia Nofek ... Pero de una manera pura e inocente ... Y al mismo tiempo, algo macabra ...


Aquella mañana, parecía que la rutina se iba a volver a cumplir sin ningún contratiempo ... Adah bajaba hasta el pozo sola, con el cubo de madera portado sobre su cabeza, con una mano sujetándolo para que no cayese y la otra arremangando el pliegue inferior de la túnica para facilitarla el movimiento. El camino era empinado y lleno de rocas, de distintos tamaños, dispersos a lo largo de todo el paisaje que conformaba Chipre. Algunos olivos y matojos crecían irregularmente por las laderas y a lo lejos se podía ver Limassol, que se encontraba al borde de la costa. Adah aún intentaba encontrar diferencias con el pueblecito en el que vivió cuando era pequeña, a las afueras de Acre, y le costaba admitir que no estaban en Palestina. Los Cruzados constituían una parte más del marco de similitudes entre ambos paisajes.

Al llegar al pozo, cogió por el asa el cubo y lo dejó en el borde del mismo. Con agotamiento, posó ambas manos sobre los riñones y arqueó la espalda hacia atrás. Aquello le aliviaba levemente el dolor de espalda. Creyó oír algo rondando cerca, como el ruido metálico de una espada o incluso una armadura, pero lo ignoró por completo, concentrándose de nuevo en colgar el cubo en la cuerda del pozo para introducirlo y coger el agua que necesitaba. Alguien se acercó por detrás suyo y lentamente, sin soltar la cuerda, comprobó que se trataba de un Templario. Aquel Templario que no paraba de molestarla en cuanto tenía la mínima oportunidad. Apartó la mirada bruscamente, sin llegar a cruzarse con la de él, y malhumorada, comenzó a subir con prisa el cubo lleno de agua.

-¿Qué quiere?- preguntó Ella, esperando así evitar algún inoportuno contacto.

-Solo quería un poco de agua.- le contestó él, esbozando una amplia sonrisa que Ella se negó a mirar, y menos aún a corresponder.

Tomó el cubo y lo posó sobre el borde de nuevo mientras deshacía el nudo. Al terminar, le indicó, sin mirarle, que tomara un poco del agua que acababa de coger, esperando en jarras. El Caballero se acercó y trató de de tomarla el rostro, cosa que Ella inmediatamente rechazó, esquivando su mano con desgana. Pero el Caballero insistió, con más agresividad, y la agarró el rostro con fuerza. Sus ojos por fin se cruzaron y Adah comprobó con horror la fiereza que desprendía aquellos ojos azules. Le recordaban a los de Lord Baisisk ...

Tenía la cara redonda y plana, con la barbilla especialmente marcada y varonil.La nariz era muy chata y demasiado pequeña en proporción con el rostro, dándole a un toque infantil su gesto rudo. Sus ojos eran pequeños y rasgados, pero que expresaban mucho más que las contracciones de los rasgos del rostro. Era casi tan blanco como Ella, pero a diferencia más pecoso y con tendencias a las rojeces. Era ancho de espaldas, pero no demasiado alto, en comparación con Armand.

Los labios de Adah formaban una "o" que le incomodaba, incluso podía masticar el interior de sus mejillas si intentaba forcejear para desprenderse de las manos de Fredrick. Cuando la boca de él se fue acercando con parsimonia a la suya, Adah le escupió en toda la cara. No fue un escupitajo preciso y contundente, sino más bien una lluvia fina de saliva. Con los labios húmedos y los ojos cerrados por la rabia, Fredrick tiró hacia abajo con fuerza el rostro de Adah, que cayó al suelo con un grito de alivio por una parte, por otra de susto.

Indignado, la agarró de los cabellos sin perder el control, aunque cerca de poder perderlos si se repetía una situación parecida. Adah gritó de dolor, agarrándose a las sienes de sus cabellos, que tiraban hacía arriba de manera dolorosa, a punto de desprenderse de la misma piel. Con la espalda arqueada, su cabeza chocó contra el robusto pecho del Caballero, quien al mismo tiempo la aprisionaba poniendo su antebrazo contra el cuello. Dando grandes bocanadas, Adah se aferró al ancho antebrazo para intentar al menos que hubiese un mínimo espacio entre la delicada nuez de su cuello y el mismo, poniendo como intermediarios a sus pequeños y finos dedos por medio. Podía escucharle la alterada respiración que desprendía tanto de sus pequeño orificios nasales como el que salía a través del hueco que separaba los dientes inferiores de los superiores.

Sin aviso de ningún tipo, la mano libre de Fredrick salió disparada contra los escasos pechos de Adah, apretándolos, estrujándolos como si sobre ellos reinara el deseo que le había invadido durante largo tiempo. Adah, rígida como una tabla, se dejaba hacer sin saber como mínimo reaccionar. Había temido aquel momento ... Que se repitiera otra vez ... Pero lo peor de todo es que temía que Altaïr no estuviera allí, como en la otra ocasión, para ayudarla ... Las lágrimas comenzaron a desprenderse antes de tiempo, antes de que el dolor se hiciera físicamente latente y se abandonó, como sin las fuerzas para luchar hubiesen resbalado desde su vientre hacia sus piernas, quedando impregnadas sobre la tierra en forma de humedad.

Lloraba en silencio, con infinita dignidad, pero sin gimotear, sin darle ese gusto a su agresor. Su cuello fue abordado por la boca del Caballero, como si fuera un lobo hambriento. Notó cada filo de sus dientes ... La longitud y sus formas iban fundiéndose sobre su piel, empapándola con su saliva, espesa y repugnante ... Adah solo sentía asco. Ya ni siquiera compasión por Ella misma, solo nauseas, deseando que aquello terminara lo más rápido posible ... No pensó en las posibles consecuencias, las consecuentes reacciones posteriores: la indignación de la Nana, el miedo de Telila, la rabia de Armand, o la tristeza de Hadasa ... Altaïr le había fallado. Debió de ser más rápido. Debió de ser más astuto ... Debió de llegar mucho antes para evitar aquello ... Que no hubieran pasado aquellos largos cinco años ... O quizás que ni siquiera se hubieran conocido ... Pero aún así, ¿hubiera sido la solución? De todas las maneras posibles, hubiera continuado cautiva desde mucho tiempo antes ... "Dios, ¡ayúdame!", se repetía continuamente. Pero Dios no contestó, como muchas otras veces hacía ...

Sus cuerpos fueron resbalando lentamente, mientras Fredrick la sujetaba como si fuera un muerto pero sin dejar de lado su pasión incontenible ... Sus se perdían despreciado por las pocas partes aún visible del cuerpo de la joven como si le fuera la vida en ello ... No eran besos de amor, sino de lujuria. Adah se prometió a no mirarle: sus brillantes ojos verdosos estaban distraídos sobre el cegador Sol que les observaban igual que un Dios, pero sin poner de su parte un poco de acción, ya a penas llamado por Adah ... Sus labios secos se conformaban con respirar. Fredrick los besó sin ser correspondidos y eso le llevó a pegarla un manotazo a la joven para que reaccionara. Ni siquiera se cerró su boca; seguían estáticos, entreabiertos en una leve respiración que la hacía parecer más muerta que viva ...

Las manos de Fredrick rompieron con violencia y torpeza la túnica a nivel de sus pechos y se abalanzó sobre ellos con un hambre voraz. Los mordía con la intención de hacer reaccionar a la joven, pero solo conseguía una leve contradicción de sus cejas a modo de molestia. Los succionaba como un bebé hambriento a la espera de provocar algo de placer, pero solo percibía una infinita indiferencia por parte de Ella. Solo los golpes que propinaba contra el rostro inmutable de la joven hacían disminuir su rabia. Con la sangre concentrada en una sola parte, no podía pensar ... Más que en culminar aquello que había esperada desde el primer instante en que sus miradas se cruzaron en su llegada al Castillo de Limassol ...