Fan Fiction

...Music ...

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Templaria Cautiva ...

Hadasa se encontraba en su lujoso cuarto, sentada sobre la cama, bordando un traje con lentejuelas que le acababan de traer del mercado, cuando Adah y Telila irrumpieron sin siquiera llamar a la puerta. Hadasa se levantó arqueando una ceja cuando al darse cuenta del estado de Adah, salió corriendo a ayudar a Telila a sostenerla. La tumbaron sobre la cama; su cara estaba amoratada, con pequeños rasguños y un corte bastante profundo en el labio inferior.

-Telila, ve a por una cuenco con agua y trae varios paños ...- dijo Hadasa, mientras Telila miraba a su hermana con ensimismamiento y los ojos inundados en lágrimas gruesas- Agua tibia, vamos, corre ...

Telila salió corriendo a por lo que la había pedido, mientras Hadasa miraba con tristeza a su amiga, acariciando su frente para apartar los cabellos que caían sin fuerza sobre el rostro y así poder poder examinar mejor las heridas. Adah agarró su mano con fuerza y abrió los labios, pero enseguida los cerró, apretando fuertemente los ojos y encogiéndose sobre su vientre.

-Dios, Adah ... ¿quién te ha hecho esto?

Adah abrió sus ojos y la miró con frialdad. Hadasa se asustó y se mordió el labio inferior, sin saber qué hacer. Entonces, Adah bajo la mano con la que tenía agarrada la de Hadasa hacia su vientre y la apretó allí con fuerza, como antes había hecho con aquel hombre en la playa de Limassol. Hadasa la miró aún más extrañada si cabe y, por pura intuición, se deshizo sin ningún problema de la mano de Adah para poder subirle los bajos de la túnica. Tras conseguirlo, se llevó la mano a la boca en señal de horror. Después añadió, cuando las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos oscurecidos por un halo de rabia ...

-Adah, no puede enterarse de esto la Nana ... No puede ...- se repitió mordiéndose el puño.

Telila volvió con lo que le había pedido y lo puso todo en el suelo, al lado de la cama. Se puso de rodillas junto a Hadasa y la miró expectante. Hadasa se dirigió a ella:

-¿Te ha visto alguien? ¿Te ha visto la Nana?

-No ... Aún están en el campo ... Hasta el atardecer no vuelven al Castillo ...

-Bien, mejor ... Telila, lo que pase a partir de ahora no puedes contárselo a nadie, ¿entendido? No quiero ningún pero, esto es muy serio y no debe saberlo nadie, ni siquiera la Nana ... Es por el bien de Adah, te lo prometo.

Telila asintió con la cabeza y Hadasa dudó un momento de ella. Pero miró a Adah, y esta asintió también. Respiró hondo y cogió uno de los trapos, lo empapó bien en el pañuelo, escurrió el exceso y comenzó, con leves toquecitos a limpiar la entrepierna de Adah, mientras mandó a Telila hacer lo mismo pero en la cara. Después la lavaron el resto del cuerpo, quitándole el salitre y el polvo de tierra. Después, Telila se marchó a buscar un cubo de agua para poder lavarla el cabello y Hadasa se levantó para dirigirse a un cómoda que tenía en el otro extremo de la habitación. Rebuscó en un cajón y sacó un pequeño saco, volviéndose de nuevo hacia Adah. La agarró fuertemente de la mano y Adah se volvió para mirarla fríamente.

-Me tienes que contar lo que te pasó, Adah ... Solo así puedo ayudarte ...

Adah volvió el rostro en dirección contraria y notó como las mejillas se humedecían; eran las primeras lágrimas desde que ocurrió todo ... Hadasa le acarició las mejillas mojadas y Adah dejó escapar un leve gemido de llanto, casi ronco.

-Quiero agua ...-dijo Adah.

Hadasa cogió una jarra que tenía sobre una mesita auxiliar y un vaso para ofrecérselo a Adah. La ayudó a reincorporarse en la cama y la joven bebió a pequeños sorbos, para después caer desganada sobre la almohada. Tras unos minutos de silencio, que parecieron eternos, Adah se decidió por fin a contar lo ocurrido, pero omitió su Odisea hacia el Puerto de Limassol y el suceso con el hombre árabe, del que estaba segura que no era Altaïr ...

-Sabía que ese cerdo ...-dijo Hadasa completamente rabiosa, apretándo las muelas inferiores con las superiores a modo de contener la rabia- Te dije que tuvieras cuidado ...

-No me sermonees, Hadasa ... Yo tuve la culpa, nunca creí que fuera capaz de hacerme daño ... Estaba completamente sola, ¿qué podía hacer?

-Adah ... Ahora debes olvidar lo que pasó ... Lo importante son las consecuencias ... Si no arreglamos esto inmediatamente, la Nana se enterará de un modo u otro ...

Adah la miró con ojos tristes pero brillantes, donde se asomaba un destello de firmeza. Hadasa y Telila se miraron; mientras ésta última se mordía el labio inferior temiéndose lo peor. Hadasa posó su mano en el hombro de la muchacha para darla fuerzas.

-No te preocupes, querida ... Tu hermana saldrá de ésta .... Nadie se enterará qué ha pasado ... Solo nosotras tres ...


Altaïr llegó a la Casa de Asesinos y los demás se encargaron de cerrar todas las entradas y salidas de manera provisional. Dentro, Osman y Ahmed le esperaban con cara de preocupación. Osman se acercó al asesino mientras su otro compañero que se quedaba contemplando la escena con una frialdad pasmante debido a la situación en la que se encontraba el Credo, con los brazos cruzados por delante del pecho y ligeramente apoyado sobre la mesa, donde trabajaban para las próximas misiones.

-Altaïr, hermano, tienen que partir inmediatamente ...-susurró Osman, como si temiera que alguien les pudiera escuchar- Los Guardias no tardaran en llegar aquí, como en otros muchos sitios, dispuestos a encontrarte ... No podemos arriesgarnos a que nuestro punto de encuentro secreto sea descubierto por nimiedades como éstas ....

-A diferencia de otros enclaves ...-musitó Ahmed con pasmosa tranquilidad- Esta ciudad es muy pequeña comparada con otras, y viendo la situación actual de los Templarios y habiendo llegado tan lejos en nuestras misiones ... Para ellos tan cerca de su líder ... No me extrañaría para nada que pudieran poner la ciudad entera patas arriba con tal de encontrar a uno de nosotros.

-Por ello, hemos pensado que la solución sería mandarte a Kyrenia junto a la muchacha para que, una vez las cosas se hayan calmado aquí, puedas regresar y reanudar la misión.

-¿En quién debo confiar allí?

-Pasha ha recibido órdenes de esperarte cerca del puerto; en él puedes confiar, es de los nuestros.

-Esta bien ... ¿Ninguna novedad con ella?

-Para nada ... Es más tozuda que una mula- comentó Ahmed con una sonrisa torcida- La traeré ahora mismo ...

Una vez que Ahmed bajó por unas escaleras que bajaban al sótano, Osman le entregó los mapas y notas que había estado recopilando últimamente con toda la información sobre la Misión.

-No deben encontrarlas aquí o todos correremos peligro ... -le entregó una especia de saca con asas y le ayudó a ponérsela tras la espalda- Estos documentos estará a salvo si los llevas contigo.

-Lo entiendo ...-se quedaron en silencio, pero la tensión era palpable en el ambiente.

Ahmed subió con la joven Templaria completamente cubierta de pies a cabeza con ropas árabes: la túnica, un pañuelo que la tapaba el pelo y un chador por encima de todo aquello, para poder cubrir aún el rostro en caso de que captaran la atención de los guardias. Los ojos celestes de la joven destacaban entre todas aquellas prendas grises y neutras, con un cierto gesto de desdén; se sentía plenamente humillada.


-Aquí la tienes: como una mujer musulmana decente- comentó irónicamente Ahmed, mientras la daba un leve toque en la espalda para empujarla hacia adelante. María se giró para echarle una mirada de odio que podría haber matado a cualquiera de haber sido posible.

-Algún día me vengaré ...-masculló entre dientes.

-¡Vamos!-urgió Osman, dirigiéndoles hacia la puerta trasera, que conducía a un callejón bastante estrecho, mientras Altaïr se ponía una túnica encima de su traje para disimular las armas de su cinto y se ataviaba con un turbante en la cabeza.

-Gracias por todo, hermano ...-se despidió Altaïr, con una mano en el hombro de Osman, la cual apretó levemente. Se sentía culpable por aquella situación y de lo que podía derivar de ella- Cuídate, Ahmed.

Ambos les miraron marchar con un gesto de preocupación dibujado en el rostro, mientras María encabezaba la marcha, seguida de Altaïr, que tenía su cuchilla pegada a la espalda de la joven por si intentaba hacer alguna estupidez. Se unieron al resto de la gente, que caminaba de un lado a otro, sin aparente rumbo fijo, o que se paraban delante de los mostradores de los mercaderes que estaban repartidos a lo largo de la calles, bien de forma dispersa o en conjunto formando grandes mercados de puestos. Obligó a la joven a cubrirse la boca con el chadar en las zonas donde había menos gente por si se encontraban con alguna tropa de vigilancia o soldados apostados en las callejuelas menos transitadas.

En alguna ocasión, Altaïr tuvo que parar los pies a María cuando ésta, con la excusa de comprar algo de comida para el viaje, intentó comunicarse con los comerciantes para que la ayudasen y llamaran a la guardia. Intentando aparentar las formas, Altaïr solo la tomó de la muñeca y la propinó una bofetada mientras la maldecía en áraba; mientras, las gentes que sentía curiosidad y se quedaban contemplando la escena, no se sentían amenazados y pensaban que aquella mujer era una mala esposa que no obedecía a su marido musulmán y que por ello recibía su merecido, o quedaban aquellas manifestaciones de violencia conyugal como simples anécdotas sobre lo agresivos que eran los árabes con sus mujeres.

Al llegar al puerto, Altaïr convenció a un capitán de un barco comercial que se dirigía a Kyrenia que le dejasen viajar en la bodega a cambio de una cuantiosa suma de dinero. Aceptó de buen grado, aunque miró con cierta curiosidad a María, quien apartaba su mirada delatora con tal de no sentirse humillada una vez más en público.

-¿Por qué va tan tapada?-preguntó curioso, sin dejar de buscar el encuentro con la mirada de la joven, la cuál empezaba a sentirse molesta.

-Una buena musulmana debe evitar atraer la mirada de los hombres sobre ella-contestó Altaïr contundentemente, ya que le estaba empezando a impacientar la curiosidad del capitán.

Éste asintió y les dejó pasar, mientras disimuladamente mordía las monedas que le acababa de entregar el asesino; para él los gitanos y los árabes no distaban mucho en cuanto a confianza. Una vez en las bodegas, Altaïr permitió que María pudiera quitarse los velos que cubrían su cabeza y rostro. La joven respiró aliviada, secando el sudor que tenía en el nacimiento del cabello de la frente. La mayor parte de la trayectoria la pasaron en silencio, casi en estado de ensimismamiento, hasta que Altaïr atrajo su mirada sobre un anillo que tenía la joven en un dedo de la mano derecha, con el cual jugaba distraídamente jugaba mientras su mirada se perdía sobre las tablas del suelo de la bodega.

-Es un bonito anillo ...-comentó Altaïr, dando pie a una conversación sin quererlo.

-Fue un regalo de Roberto de Sable ...-se quedó un momento pensativa mirándolo- Cuando me tomó bajo su protección ... -suspiró, como si le costara hablar del pasado- Es lo único que me queda de mi relación con los Templarios en estos momentos ....

Se quedaron otro rato bastante largo más callados, sumidos en sus propias cavilaciones, cuando de repente Altaïr, como si hablara en voz alta sobre sus pensamientos, volvió a hacerla otra pregunta, que poco tenía que ver con el tema de conversación anterior.

-¿Estudiaste algo de filosofía ...? Esto ...

-María.

-Sí, María ...

-Solo pequeños trozos de documentos ... Pero nada más.

-El filósofo Empédocles predicaba que toda la vida en la Tierra comenzó de manera simple, en formas rudimentarias: manos sin brazos, cabezas sin cuerpos, ojos sin rostros ...-paró y sonrió sin saber muy bien por qué- Creía que todas estas formas tempranas se combinaron entre si, de manera gradual en el tiempo, creando toda la variedad de vida que vemos ante nosotros. Interesante, ¿cierto?

Ella se echó a reír de manera burlona antes de contestarle.

-No entiendo el sentido de esas divagaciones ..

-Solo una mente libre de impedimento es capaz de aprovecharse de la caótica belleza del mundo ... Esta es nuestra gran baza ...

Ella le miró con el cejo fruncido.

-¿Pero es el caos algo que se debe celebrar?¿Es el desorden una virtud?

-Si se presenta como ventajas, sí ... Pero la libertad produce mejores recompensas que la alternativa ...

Le miró como si estuviera loco y sonrió de nuevo. Altaïr continuó su discurso.

-El orden y la paz que los Templarios buscan requieren servicialidad y reclusión.

-Conozco esa sensación ...-contestó María, volviendo el rostro hacia el fondo de la bodega.