Fan Fiction

...Music ...

jueves, 28 de enero de 2010

La Fiesta del Rey ...


El rey se había tomado muchas molestias para que aquello fuera una forma de distraer a las clases altas de su ciudad de los posibles miedos y sospechas respecto a su autoridad, debido a las conquistas que estaba realizando Saladino en el norte de la región. También con ello, quería demostrar al rey Ricardo que no le preocupaban en absoluto las ofensivas realizadas por su enemigo musulmán.

La joven extranjera se paseaba sin rumbo por el patio, aburrida y sin ganas de entablar conversación con nadie, pues sabía en aquel lugar desconocerían la lengua que hablaba. Las demás muchachas iban de un lado a otro haciéndose de rogar a varios caballeros, tanto nobles como soldados, o formaban grupitos donde cotilleaban sobre lo que se habían enterado en su última conversación con alguna dama de la alta sociedad.

Ella no pertenecía a aquel mundo. No vivía mal, tenía comida y una cama confortable sobre la que dormía, pero extrañaba a sus antiguas compañeras y añoraba la dura rutina de las campesinas. El trabajo del campo fortalecía su espíritu y eso lo consideraba más importante que cualquier otro tipo de lujo. Nunca querría acabar siendo tan ignorante y terrenal como las otros muchachas del castillo.

Se apartó del bullicio y la música de los trovadores para irse a un lugar más apartado y poder pensar en paz, intentar volver mentalmente a su vida anterior. Se apoyó contra uno de los muros, con la espalda y la palma de las manos pegadas contra la piedra y la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás. Respiró hondo hasta que su pecho se elevó y entreabrió la boca para dejar salir el aire que contenían sus pulmones.

Al abrir sus ojos, dos figuras blancas caminaron delante suya sin percibir su presencia, en dirección opuesta a la que ella antes había venido a ese sitio, huyendo de la fiesta que se celebraba en el patio central de los jardínes. Los miró como si fueran dos ángeles. Sus pasos y sus movimientos al caminar eran tan ligeros que parecían flotar sobre el pavimento de gravilla. Se sentía hipnotizada y a la vez confusa.

No pudo evitar inconscientemente comenzar a caminar detrás de aquellas dos figuras, que parecían cegar la vista con su imponente luminosidad … El viento movía con suma suavidad los plieges de las túnicas. Sus botas casi no hacían ruido sobre la gravilla, solamente un susurro a penas perceptible.

Al llegar donde se encontraba el resto de la gente, estos se mezclaron como si fuesen fantasmas que atravesaran paredes. Ella se quedó confusa en medio de un grupo de gente que estaba entablando una conversación sin darse cuenta. Una mano fuerte se posó sobre su hombro y ella sobresaltada se dio la vuelta para ver que pasaba.

-¿Se encuentra bien?-le preguntó un caballero con sonrisa amable.

Asintió con la cabeza instintivamente para que la dejaran en paz, no porque hubiese entendido algo de lo que la hubiesen dicho. Recordó las palabras de la anciana y se inclinó esbozando una graciosa sonrisa. El caballero también asintió.

La muchacha volvió a andar esta vez buscando a aquellas figuras encapuchadas, que le recordaban aquellos monjes ataviados con trajes blancos. Cerca de una de las esquinas de un edificio cercano divisó lo que le pareció una alucinación: la piel canela del hombre resaltaba por encima de las ropas claras. No podía ver su rostro por completo por el capuchón.

Altaïr se dio cuenta de que le observaban y elevó la vista para encontrarse con la mirada de una joven de ojos grandes y pardos. Su tez era blanca como la nieve de las montañas de Masyaf. Sus cabellos oscuros recogidos en un peinado extraño no hacían más que remarcar esa pureza en la piel. En aquel momento le pareció un angel del paraíso …

Ayman le sacó de su ensoñación poniendo una mano en su hombro y ambos desaparecieron detrás del edificio de piedra. Ella intentó seguirle, pero una mano la paró. Ella se giró para ver quien era y se encontró con el hombre de ojos claros.

-¿Qué has visto que te ha dejado un buen rato parada?-preguntó sonriéndola, mientras se la llevaba en dirección contraria a la que ella pretendía dirigirse.

-Nada … Puede que mi imaginación me esté jugando malas pasadas …-contestó secamente mientras se llevaba una mano a la frente.

-¿Te encuentras bien?

-Estoy bien … Simplemente mi imagación se vuelve más activa cuanto más aburrida estoy …

-Vamos … Diviértete. Apuesto que cuando no eras más que una simple campesina no tenías estas ropas elgantes y podías asistir a fiestas como estás …

-Desde luego …-murmuró con ironía, mientras se miró la punta de los zapatos que asomaban por debajo de las telas que no hacían más que darle calor.

-Te voy a presentar a alquien que está interesado en conocerte …-y su sonrisa le produjo un escalofrío que le subió desde la nuca e hizo que su cabeza se sacudiera levemente.
Un hombre alto y de pelo rojizo los esperaba, ataviado como si fuera un caballero armado. Sus ojos brillaron al verla venir. El corpulento hombre y sus ojos fieros le inspiraban cierto miedo a la joven. Era la primera vez que se sentía así. El hombre de los ojos claros hizo las presentaciones y ésta se inclinó como le había recomendado la anciana, pero no pronunció palabra alguna. El hombre pelirrojo la tomó de la mano y se la besó con delicadeza.

-Si me permite majestad-comenzó el hombre- La joven no habla nuestro idioma, pero puedo servirle de traductor si lo desea …

-Para lo que quiero no necesito palabras … Pero ya que parece una muchacha decente, seré más cortés de lo habitual … ¿Cuál es el nombre de la dama?

El hombre se dirigió a la confusa joven.

-Adah … Significa “belleza” en hebreo …-musitó la joven con la mirada baja.

-Un nombre apropiado-contestó el hombre corpulento y le tomó del mentón para hacerla levantar la mirada del suelo- No seas tímida … No te haré daño.

La joven calló y apartó el rostro. El hombre corpulento frunció el entrecejo cansado de los rechazos de la joven y se dirigió al caballero.

-Tendré que emplear la fuerza si quiero conseguir algo de esta cría …

-Se lo ruego, majestad … Le conseguiré otra muchacha para satisfacer sus necesidades, hay otras muchas alrededor …

-¿Acaso teneís también interés en ella y por eso me persudís de no tocarla?

-Para nada, señor, pero la joven es un chica especial …

-Las otras niñas no me interesan …-el hombre se comportaba como un niño caprichoso- Vengo de conciliador sin ningún tipo de interés y así me agradeceís el que haya sacrificado mi tiempo en venir hasta aquí … Por mí, sería más fácil dejar que surja la guerra y al menos me vería más recompensado.

-Le buscaré otra muchacha del pueblo parecida … Aquí hay muchas jóvenes judías como ella …
-¿Judía?-estalló en cólera, pues los detestaba- ¿Cómo puede ser una muchacha tan hermosa pertenecer a esa escoria de la humanidad?

-¿Entonces la dejará tranquila?

El hombre calló y miró de reojo con desprecio a la muchacha. Por fin habló:

-No quiero mancharme las manos de mierda …-pero sus palabras no sonaban convencidas incluso para él mismo. Aquella joven era tan exótica e hipnotizante que no sabía si podría controlarse con el mero hecho de pensar que era judía.

La muchacha estaba distraída de nuevo sumida en un estado que la hacía sentir como mera espectadora de una tragedia griega, sin saber que ésta misma podría caer sobre ella. Aquel hombre era hermoso, sí: sus rasgos eran perfectos, con ojos grandes y verdosos, la nariz recta, labios finos, los cabellos hondulados y de un tono bronce que brillaba al sol con reflejos dorados que le recordaban a los de la cúpula de la Roca … Pero sus piel, tan clara como la suya propia le desagradaba. Tanto como su presencia fiera en conjunto.

Con el paso lento del tiempo, llegó el anochecer. La joven estaba sentada aburrida en un banco observando como sus compañeras se reían mientras bailaban con otros nobles y caballeros. El hombre pelirrojo, mientras conversaba con el rey, no dejaba de quitarle los ojos de encima y decidió que lo que debía hacer era retirarse con la excusa de que el sueño la estaba venciendo y así se lo indicó por medio de signos a una compañera que se encontraba cerca de donde ella estaba. Todavía se preguntaba, a medida que iba subiendo las escaleras, si aquellos dos hombres que había visto en la fiesta estarían aún rondando por el castillo ...