Fan Fiction

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jueves, 28 de enero de 2010

A Orillas del Río ...

Continuaron su camino al noreste y solo tardaron dos días en alcanzar el cauce del río. Descasaban durante el día y emprendían el viaje desde el atardecer y hasta que el sueño les vencía ya al medio día. Se adentraron entre la espesa y verdosa vegetación que contrastaba con el árido camino que habían estado recorriendo en los últimos días.

Altaïr llevaba atado las riendas del caballo de Adah en la parte delantera de su asiento, ya que ésta parecía no estar con los pies en la tierra. Tenía el rostro serio y relajado, con la mirada pérdida y a penas dirigió unas palabras a su compañero, más allá de unos monótonos monosílabos.

Se acercaron a una zona llana y ataron los caballos a las ramas de un árbol cercano a la orilla. La ayudó a desmontar y se acercó, sin soltarla las manos, al río. El agua era cristalina y corría pacíficamente entre las piedras. La sentó en una roca achatada y se arrodilló ante ella para quitarla la ropa y limpiarla la sangre. Hasta entonces no le había dejado acercarse ni un poco a ella, pero ahora parecía más permisiva, lo que sorprendía al joven.

La bajó la capucha y pudo observar la pálida piel, algo pecosa en la nariz aguileña, salpicada de sangre y todo alrededor de la boca cubierta de rojo. Sus ojos almendrados permanecían semicerrados, mirando hacia el suelo. La quitó el cinto de alrededor de la cintura y la quitó la túnica, mientras los brazos de ella se elevaban con apatía y la cabeza inclinada, como si estuviera ahorcada. Llevaba una camisa sin mangas por dentro y con cierto remordimiento, Altaïr se percató de que sus pechos colgaban libremente en el interior de aquellas telas; se notaban los pezones puntiagudos que luchaban contra la opresión de las ropas …

Se acercó a la orilla del río con un cuenco que utilizaba para dar de beber a Badr y tomó agua. Volvió a acercarse a ella que le observaba con una mirada vacía y se puso de cuclillas. Con el pañuelo que ella había estado sirviéndola de cinto a la joven, mojó un extremo y comenzó a limpiarla la cara, manchada de sangre, sudor y churretes negros de suciedad. Unas costras, oscuras y grandes, se habían formado como ampollas en la comisura de sus labios.

Con cuidado la limpió y volvió a la orilla para coger agua limpia. Al levantarse y dirigirse de nuevo a la roca donde estaba sentada la joven, se encontró con ésta detrás suya, de pie y mirándole fijamente, con un inmenso cansancio dibujado en su húmedo rostro. Las ojeras moradas era más evidentes y enmarcaban aún más el tono dorado de sus ojos.

Las numerosas hondas de su cabello oscuro resbalaban por el rostro. Ella se sentó a la orilla del río, con los bombachos aún puestos, y se abrazó a las piernas, mientras que con una mano tocaba el agua, moviéndola de un lado hacia otro. Altaïr se sentó a su lado y se quitó la capucha. Mojó una mano bruscamente para pasársela por la sudorosa frente. La miró con timidez y ésta le correspondió devolviéndole la mirada. Un leve viento levantó varios mechones que se entremezclaron con sus pestañas mientras sus ojos brillaban entre los párpados. Él suspiró y miró hacia la otra orilla del río.

-¿Quién eres realmente?-le preguntó Altaïr a la joven, como si sintiese que todo lo que le había pasado en las últimas semanas fuera un gran absurdo del que no podía escapar.

La joven alzó la mirada con cierta pereza y se le quedó mirando fijamente.

-Ni siquiera yo misma lo sé ….-murmuró con voz temblorosa- Todos me buscan y no sé por qué …

-¿Qué quieres decir con eso?-se giró bruscamente el joven y la miró con ojos penetrantes.

-Todos- dijo seria y casi a punto de llorar y reír a la vez. Sus ojos brillaban y las aletas de su curva nariz se movían con pequeños temblores, al igual que su mentón- Los Caballeros Cristianos … Incluso Tú …

Altaïr abrió los ojos. Le sorprendió el tono acusador de la voz quebrada de la joven al pronunciar el “Tú”. El remordimiento le invadió por dentro como un gran dolor de estómago, y se encogió sobre si mismo para calmarlo.

-Puedes irte si quieres ...-murmuró él sin estar muy seguro de si lo que decía era lo correcto.

-¿Cómo?-saltó la joven incrédula y ofendida al mismo tiempo- Después de todo … ¿Me dejas marchar sin más?- se levantó y con los puños apretados, se giró hacia él-¿Acaso quieres librarte de mí ahora? ¡No sé dónde estoy ni cómo volver!

Ella tenía razón y lo sabía. Lo que acababa de decir era una estupidez …. Pero en el fondo, es lo que él deseaba. Que desapareciese. Que se evaporara. Que nunca volvieran a encontrarse. Él estaba acostumbrado a viajar solo … A estar solo. Aquella situación le ponía a prueba a cada minuto, como si cada vez que él sintiera hacia la joven algo, le hiciera sentirse un traidor … Como si se traicionara a si mismo, tanto a su forma de ser como de vivir. Incluso de pensar …

-¡Habla!-le gritó la joven, sacándolo de sus propios pensamientos.

Él la miró sin levantarse, como si no la conociera y acabara de percatarse de su presencia. Simplemente, se levantó y comenzó a quitarse el cinto sin dejar de mirarla, y lo lanzó hacia el suelo. Después continuó con la tela en la que estaba envuelta su cintura y la dejó caer al lado del cinto. Agarró los pliegues de la túnica y se la quitó, sacándosela por la cabeza con la ayuda de sus dos manos. Se quitó también las botas y, a continuación, con el torso descubierto, se introdujo lentamente en las tibias aguas que corrían entre las piedrecillas que formaban el cauce del río.

La joven le observó en silencio apretándose los labios, mientras el suave viento hacia golpear sus cabellos contra el rostro. Estaba complemente rígida, como si pretendiera contener su ira con la ausencia de movimiento. Él mientras, se introducía aún más y más adentro del río hasta llegar a la zona donde le cubría el pecho y comenzó a nadar a braza. Se giró para mirar a la joven mientras se mantenía a flote en el agua.

Parecía existir algún tipo de comunicación invisible entre ellos al mismo tiempo que se miraban fijamente. Ella comenzó a caminar con el mismo rictus que había mantenido hasta entonces y con cierto temor, también se metió lentamente dentro del río. Las ropas se le pegaban al cuerpo como si trataran de succionar su piel ,y el vello de los antebrazos y la nuca comenzó a erizarse a causa de las gélidas aguas. Tragó saliva cuando el agua comenzó a llegarle por debajo de los pequeños pechos. El agua chocaba contra ellos haciendo que las telas blancas se trasparentasen.


Altaïr alzó una mano hacia ella mientras con el otro brazo le mantenía a flote. Ella la tomó temblando de frío y el joven la atrajo hacia él con un tirón. Adah se aferraba con fuerza a sus hombros hasta clavarle las uñas como si fueran garras. Sus pies se movían frenéticamente en el agua. Altaïr hacia fuerza hacia arriba con el impulso de sus brazos para no hundirse debido a que la joven empujaba hacia abajo con sus brazos, ya que trataba de agarrarse a él para no estar flotando sola. No sabía nadar y le producía pavor el agua.

-¿Tienes miedo?-le preguntó él a ella.

La joven se quedó mirando el agua que la rodeaba sin abrir la boca siquiera para respirar. Altaïr podía ver reflejados los destellos del agua en sus ojos verdosos.

-Suéltate- le ordenó éste.

Ella volvió a posar su mirada seria sobre él y poco a poco sus dedos fueron dejando de presionar sobre la carne del joven. Sus manos resbalaron sobre la piel mojada y, frente a sus ojos, la cabeza de la joven comenzó a desaparecer tras las aguas turquesa. Los cabellos negros se arremolinaron formando un agujero negro que, a medida que la joven se hundía más profundamente, empequeñecía como si fuera tragado por el fondo del río. Altaïr se asustó y buscó con sus manos a ciegas a la joven sin meter la cabeza.

Sumergió su cabeza y comenzó a bucear hacia el fondo, tratando de abrir los ojos para ver algo entre aquellas aguas turbias por la vegetación y la arena del fondo. Alzancó a ver los pálidos brazos de la joven suspendidos en el agua, enredados por las espesa mata de pele, que se balanceaba de un lado a otro al antojo de la corriente. El aire estaba a punto de acabársele y enganchó unos mechones y tiró de ellos hacia arriba, mientras nadaba hasta la superficie. Las burbujas de aire tanto de su nariz como las producidas por el movimiento de su cuerpo le hacían cosquillas placenteras alrededor de su cuerpo, antes de salir definitivamente.




Sacó la cabeza de la joven, que abrió la boca ampliamente para tomar aire, sin abrir aún los ojos y escupió un poco de agua. Altaïr la rodeó con sus brazos y la mantuvo a flote, mientras la arrastraba hasta la orilla penosamente cansado. La joven colgaba de sus brazos cuando el agua ya no les cubría por la piernas, dejando caer todo su peso. Altaïr la tumbó con cuidado sobre la arena y la apartó los cabellos mojados que se pegaban tanto al rostro como la boca.

Adah movía la cabeza de un lado a otro como si acabara de despertarse y quisiera evitar que los rayos de sol la dieran directamente en los ojos. Altaïr se sentó a su lado y tomó una de sus pequeñas manos entre las suyas. La acarició la frente sin saber por qué.

-¿Estás bien?- la susurró. Aunque sabía que respiraba, quería saber si se había dado un golpe o si estaba mareada.

-Creo que sí ….-murmuró ella, elevando su pecho para aspirar más aire. Altaïr se fijó en las ropas pegadas de manera irregular a lo largo del torso y pudo ver dos pequeños puntitos en el centro de sus pechos, de un color rosado carnoso. Apartó la vista avergonzado de si mismo y la ayudó a reincorporarse.

Adah abrió por fin los ojos y le miró. Sus rostros estaban muy cerca el uno del otro, tanto que podían notarse el aliento del otro y ver como las gotas de agua resbalaban por los contornos. Ella dejó caer la cabeza sobre su hombro y él la atrajo aún más contra si, mientras la daba unas palmaditas en la espalda. Sus dedos se enredaron accidentalemente entre la melena de la joven y tomó entre su mano una parte de ella y la apretó con fuerza. Las gotas se precipitaban desde su mano y aspiró con fuerza el suave perfume húmedo que desprendía la cabeza de Adah.

Ella parecía quedarse adormecida entre los brazos del joven y así lo hizo. Altaïr la apretó aún más contra su pecho y se llevó a su rostro la mata de pelo que tenía entre la mano. El tacto mojado de cada cabello le hizo estremecerse por dentro. Creyó a punto de caer al suelo, pero se aferró con fuerza al pequeño cuerpo de la joven.

-Altaïr …-murmuró ella semidormida.

-Mmmm ...-contestó éste, que había cerrado los ojos, mientras sentía el gélido contacto del cuerpo de Adah.

-¿Tú me amas?-preguntó, al mismo tiempo que hacía una mueca rara con la cara.

Altaïr abrió los ojos súbitamente y apartó a la joven de su lado. Ésta le miraba con ojos risueños, como si acabara de despertarse de un bonito sueño. Se quedó sentado, con los brazos sobre sus rodillas y mirando al suelo, como si no quisiera responder a aquella pregunta. Ella se quedó apoyada sobre un brazo mientras con el otro se rascaba el codo con suavidad, sentada sobre su cadera derecha.

-Nunca un hombre ...-comenzó, pero se quedó con la boca abierta y después la cerró, sin terminar la frase.

-No estoy enamorado- contestó él al rato- Es más, dudo que pueda sentir algo por alguien …

-Eso nunca se sabe ...-dijo ella, mientras jugaba con las piedrecitas que había incrustadas sobre la arena …

-Tú no sabes lo que es amar-respondió él, volviendo la cabeza bruscamente y con el ceño fruncido, como si aquellas palabras hubieran salido escupidas con veneno.

-Tienes razón … Incluso no sé qué es un hombre en realidad- se limitó a decir ella, mientras le miraba fijamente- Desconozco qué es amar y lo que se hace cuando se ama … Incluso lo que se siente: no me educaron para amar.

-A mí tampoco … Pero sé de los engaños del amor y ….-se calló, pensándose dos veces lo que iba a decir por si no entendía lo que quería decir.

-¿Qué pretendía aquel bandido conmigo?- preguntó ella con inocencia, frunciendo el entrecejo y y con un halo de luz triste en los ojos dorados- Eso … ¿Eso es amar a una mujer?

-¿En qué sentido?

-Eso que dicen que hay que hacer para … Amarse y tener hijos.

Altaïr arqueó las cejas ante la ignorancia de la joven. Incluso se sentía incómodo mostrando su torso desnudo mientras mantenían aquella conversación. Alcanzó molesto su túnica y se la puso.
-Hay muchas formas de amar … Y también esas mismas formas se hacen para dañar.

-¿El amor y hacer daño es lo mismo?

-Como dicen … “Hay amores que matan” … Y puede que sea verdad.

-Ese hombre no me quería ...-murmuró ella, como hablándose a si misma, con la mirada perdida entre los juncos- Estoy bien- continuó dirigiéndose a él.

-Ya lo veo ...-respondió en voz baja- Adah … Solo quiero pedirte perdón …

-¿Por qué?- ella abrió sus ojos enmarcados por largas pestañas negras; el iris despedía destellos verdosos y dorados.

-Tú solo aceptalas …-contestó rápidamente, apartando la mirada con cierta timidez y brusquedad.

-Tú eres quien debes aceptar mis disculpas … Maté a aquel hombre sin motivo.


-¿Cómo? Adah, intentó abusar de ti … ¡Quería violarte!

Ella hizo un gestocomo de no comprender y sentenció con la siguiente frase:

-Por muy grave que sea el pecado, nosotros no somos quién para decidir sobre la vida de los demás.