Fan Fiction

...Music ...

jueves, 28 de enero de 2010

Las Puertas de Jerusalén ...

Kadar fue tan dulce como un padre con la muchacha, cosa que no sorprendió a Altaïr. Ya lo había hecho antes con él. La dio ropas del Credo para que se pudiera camuflar mejor y no la reconocieran. También prepararon ambos la comida a base de khubz con baba ganush y acompañado con unos kibbeh de carne. Ellos lo tomaron todo con arak, pero ella rehusó a tomar alcohol y en su lugar bebió agua.
Mientras comían, ellos hablaron, pero poco. Pero sin darse cuenta, ensimismada en sus pensamientos, Altaïr se dirigió a ella, pillándola de sorpresa. Abrió los ojos sorprendida.
-Te aconsejo que esta tarde descanses un poco, pues partiremos por la noche … Y no pararemos a descansar hasta que no lo considere oportuno.

-¿A dónde vamos?- preguntó ella intrigada.

-Eso ya lo verás … No puedo revelarte nada por si acaso.

-Comprendo ...- y tomó un trago de agua como si nada.

Después de recoger, salió al patio exterior para dormir un poco entre los cojines. Hacia fresco a la sombra, pero no le importaba. No le costó mucho dormir, a pesar de que en el desmayó que sufrió hacia bien poco se quedó semidormida. La noche anterior no había dormido a penas con todo lo que había pasado. Pero se sentía tranquila y a gusto, a pesar de la frialdad y el misterio que envolvía tanto a su acompañante como sus intenciones.

Alguien la tocó el hombro y se despertó con mucha pereza, dándose media vuelta para que la dejaran tranquila. Con un movimiento brusco, Altaïr la dio la vuelta.

-Vamos, no tenemos todo el día ...-y dicho esto, entró de nuevo a la Casa para prepararse antes de partir.

Se levantó a regañadientes y se quedó sentada con las piernas cruzadas delante del pecho. Alzó la mirada al cielo. Estaba anocheciendo y el tono azulado del día se tornó violáceo. Algunas estrellas, tímidas, comenzaban a parpadear detrás de algunas nubes difusas que más bien parecían cortinas finas de humo blanco. Suspiró y se levantó.

Al entrar dentro de la casa, Altaïr la equipó con un par de armas, lo que a ella le dejó en estado de shock … ¿Qué demonios iba a hacer ella con esas cosas? No sabía ni mucho menos manejar un arma. Solo era una campesina. Incluso la imagen de ella misma blandiendo una espada pesada le producía escalofríos y sentimiento de vergüenza ajena a la vez. Aparte de que el equipamiento adicional era de metal y pesaba un poco, lo que si, aún siendo torpe, la dificultaría aún más los movimientos.

-¿Qué voy a hacer con todo esto?-preguntó ella, mientras Altaïr le ajustaba el cinto con cuchillos pequeños a la cintura.

-Usarlo cuando sea necesario ...-masculló el joven, con el ceño fruncido y concentrado en la tarea. Tenía una cintura muy fina, pensó.

Era la primera vez que ella podía observar sus ojos sin que las sombras del capuchón se lo impidiese. Era unos ojos castaños, grandes y con pestañas oscuras, largas y algo rizadas. La pupila del joven se clavó en sus curiosos ojos y apartó bruscamente la mirada.




-Debes tener cuidado de no cortarte al sacar cualquier arma y tratar de no golpearte a ti misma por el peso y el impulso de levantarlo …- miró el rostro aún más pálido si cabe de la joven y su expresión de terror- Aunque mientras yo siga en pie no creo que haga falta que hagas nada ...-concluyó prudentemente para tranquilizarla.

La joven se encogió de hombros, como si aquello no acabara de calmarla del todo. Kadar se despidió de ellos en el umbral de la puerta, deseándoles suerte. Tenía que trepar la pared y Altaïr tomó de las caderas a la joven para impulsarla hacia arriba, ya que era tan debilucha que no tenía la suficiente fuerza como para pegar una salto desde el suelo y agarrarse por si misma a las rejillas de las enredaderas. Aquella huida de la ciudad iba a ser más complicada de lo que pensaba y eso le irritaba bastante.

Dejó que ella subiera, cosa que le costó, mientras él la vigilaba detrás suya, a una prudente distancia, por si se caía. Llegó hasta arriba, pero se quedó con los pies en el aire mientras su cuerpo luchaba por mantenerse al borde del edificio. La empujó tomándola del trasero y ella rodó levemente. Estaba jadeando por el tremendo esfuerzo y el miedo que había pasado. Tenía vértigo muchas veces, más si no se sentía segura.

-Eso no es nada ...-dijo Altaïr con voz suave, pasando al lado de ella.

Ella alzó la mirada y se levantó. Se quedaron al borde contrario del edificio que acababan de trepar, observando el camino que les esperaba hasta alcanzar las puertas de la ciudad. El sol ya emitía sus últimos rayos a base de destellos rojizos que contrastaban ya con el cielo, ya casi oscuro. De reojo, él la miró para analizar su expresión, pero ya no parecía tener miedo. Estaba relajado. Podría haber sido que superar el primer obstáculo la hubiera mentalizado de que no había peros que valiesen.

-No hay más remedio ...-contestó ella al rato, sin dejar de fijar la mirada perdida, sin ser consciente de que su condición física se iba a poner a prueba durante varios kilómetros.

Él se adelantó pegando un gran saltó que le llevó hasta el edificio contiguo. Ella le imitó, cogiendo carrerilla y cogiendo aire, de manera aún más exagerada que él. Legó justo a que sus manos se agarrasen al bordillo pero la mano salvadora de Altaïr ya estaba preparada para cogerla. Ella profirió un grito ahogado. Su cuerpo chocó contra el muro violentamente, cosa que le dolió. Pero se mordió la lengua para contener sus gritos de dolor. Se agarró con fuerza a las muñecas de Altaïr y dejó que éste la llevase hasta arriba.

Se sentó al borde y respiró varias veces para recuperar el aliento. Él le puso una mano en el hombro preocupado pero ella se lo apartó. No quería sentirse débil por sus muestras de preocupación.

-Estoy bien ...-murmuró ella, poniéndose de nuevo en pie y dirigiéndose hacia el próximo obstáculo, como si todo aquello fuese una prueba en la que tenía que demostrar su valía. Pero aquello era mucho más … Un paso en falso y podría caer desde una altura considerable y matarse.

Altaïr no quitó sus ojos de encima. Si ella moría, todo se acabaría. Y él no sabía las consecuencias que su fallo podría acarrear. Escalaron, saltaron de unas bigas a otras, treparon por ventanas y cajas de madera … Ella siempre se quedaba rezagada, pero siempre estaba allí él para ofrecerle una mano y ayudarla en su martirio. Ella no era tonta y la aceptaba gustosa, pues muchas de las veces que lo necesitaba se debatía entre la vida o una caída mortal.


Pararon a mitad de camino para descansar, sentados tras unas cajas, mientras Altaïr vigilaba por de refilón el número de arqueros que custodiaban las alturas de los edificios de aquella zona. Dudaba entre seguir aquel camino o marchar por otro en el que tuvieran menos dificultades, aunque tuviesen que dar luego más rodeos para encaminarse a la siguiente ciudad, pero prefirió que se arriesgarían y, con un poco de suerte, no llamarían demasiado la atención.


La frente de la joven sudaba mientras respiraba para calmar su fatiga. Él la miró con compasión y con la manga de su traje la secó la frente. Ella, agotada, dejó caer inconscientemente su cabeza sobre el hombro de Altaïr. Sentía que iba a desmayarse del calor y por el sobresfuerzo físico. Él, sorprendido por aquel gesto y bastante preocupado, tomó por los hombros la muchacha para sostenerla, porque podría llegar a caerse del todo. La zarandeó varias veces y ello solo daba como respuesta parpadeos con los ojos, como si estuviera luchando contra si misma. La abrazó con fuerza, temiendo lo peor … Hacía tiempo que no sentía miedo. Y aquello le asustó aún más.
La muchacha trató de reincorporarse agarrándose a las telas de su traje y huyendo de aquellos brazos que la aprisionaban para poder respirar. Él la soltó y la mantuvo sentada, con la espalda apoyada contra la pared. Ella respiró varias veces, tanto por la nariz como por la boca. Hasta que abrió los ojos de par en par y miró con dureza al joven asesino.

-Sigamos ...-pidió ella con voz dura, mientras trataba de levantarse, ayudándose de los hombros de su acompañante.

-Espera-ordenó él agarrándola con fuerza por un hombro para detenerla- Ahí hay muchos arqueros y en tus condiciones no podemos andar libremente sin que nos vean … Sin ofender, pero vamos a un paso lento y pesado que hasta el oído más sordo se percataría de nuestra presencia.

-¿Qué haremos entonces?¿Es demasiado peligroso movernos ahora mismo?-preguntó ella, apoyada sobre sus rodillas y en pie. Las agujetas comenzaban a hacer acto de presencia en su abdomen como cuchillas afiladas.

-Aprovecharemos la noche para confundirnos y quitarnos de en medio a algunos de ellos … Solo aquellos que se interpongan en nuestro camino ….-un brillo resaltó de sus oscuros ojos en aquella noche estrellada. Ella sintió un escalofrío recorriéndole la nuca- Haz exactamente cada movimiento que yo hagas y pisa donde yo haya antes pisado. Sé mi sombra y no correrás peligro.
Acto seguido salieron deslizándose, medio agachados, de detrás de su escondrijo para rodear a uno de los arqueros, que vigilaba justo en el edificio contiguo a donde se había escondido antes. Ella se apretaba las muelas las unas contra las otras del dolor que le producían sus muslos el estar en aquella posición y más andando, casi corriendo como iban. Sus brazos extendidos a ambos lados les permitían mantener el equilibrio a lo largo del bordillo, aunque ella se balanceara más de lo debido por el miedo que tenía a caerse. Ella presentía, con cierto temor, lo que planeaba el joven.

Se acercaron hasta cierto punto y allí mismo le ordenó con la mano, sin intercambiar media palabra, que esperase. Observó toda la escena con ojos asombrados por cada movimiento. Él parecía un águila, por la forma curva que tenía el pico de la capucho, acechando a su presa. Oyó el a penas perceptible sonido de la fina cuchilla que salía de debajo de su muñeca. Aquello le recordó la primera noche que se vieron cara a cara …

Agachado y en las sombras, como si fuera una alimaña, esperó a que su víctima se diera la vuelta y se quedara quieto al borde del edificio. Pasaron unos minutos hasta que él por fin se decidió a atacar. Fue rápido y contundente, a la par que elegante … Sus ágiles movimientos le hicieron abalanzarse sobre la víctima, haciendo un salto en el que se recogió las piernas y alzó la mano del cuchillo. El soldado a penas notó lo que estaba ocurriendo atrás suya. Ella tuvo que taparse la boca con ambas manos para no chillar. Solo el grito ahogado por la sangre de la yugular del arquero rompió el silencio de aquella, aparentemente, tranquila noche.

Altaïr se levantó al mismo tiempo que sacudía la cuchilla en el aire para quitar el sobrante de sangre y volvió a esconderla con un movimiento igual de rápido. La joven se mantenía quita como una estatua entre las sombras desde donde el asesino había salido para acabar con su objetivo. Él giró la cabeza, pues estaba de espaladas a ella. Los ojos de la muchacha comenzaron a brillar temerosos, a punto de llorar. Lo había hecho tan fríamente que la dejó en estado de shock. Había visto cosas horribles, pero aún no podía reprimir sus sentimientos de repulsión hacia aquel tipo de cosas.

Sin darse cuenta, el cadáver del arquero comenzó a resbalarse por el bordillo del edificio mientras se miraba desde una lado al otro los dos jóvenes. Hasta que los pies del soldado no desaparecieron, engullidos por la línea del edificio, la joven no señaló hacia él, con los ojos casi desorbitados. Altaïr se volteó alertado y miró hacia enfrente, creyendo que se trataba de otro arquero. Pero cuando miró hacia abajo, ya era demasiado tarde, pues el cuerpo se precipitaba hacia el vacío. Sonó un sonido metálico al impactar el cuerpo contra el suelo y un hueco sordo se desplazó por entre las calles. Él volvió a girarse para gritarle a la joven de manera baja: “¡Corre!”, al mismo tiempo que él emprendía la marcha hacia el edificio más cercano. Ella quería morirse y desaparecer. Tenía miedo, pues sabía que con lo rápido que él era no podría seguirlo y temía aún más que la pillara una emboscada al perderse.

Pero aún así y por instinto, sus piernas comenzaron a correr como si no obedecieran a las ordenes de miedo que invadían su cuerpo por dentro. No pensaba, solo actuaba por pura supervivencia, como un cervatillo asustado. Saltó, cayó, se levantó, se golpeó contra el suelo pero el miedo la impulsaba a no parar de correr. No sabía dónde él se dirigía pero ella sabía que debía seguir al frente. Pero al no fijarse donde iba, tampoco se daba cuenta de que llamaba poderosamente la atención de algunos aburridos o adormilados guardias que hacían el turno de noche. Sus flechas apuntaba hacia ella.

Entonces Altaïr, se encontró con ella en un cruce de edificios y se situó detrás de ella para guardarle las espaldas. Si algún flechazo se encaminaban hacia ellos, prefería que el golpe se lo llevase él. Le sorprendió la forma de actuar de la joven … Tan instintiva y fuerte en una situación tan peligrosa como aquella. Los guardias corrían igual de habilidosos como ellos, como si se tratasen del mismísimo demonio. Llegaron cerca de los muros de la ciudad y pasó algo que ninguno de los dos esperaba.

Sacándolos una distancia considerable, parecían que sus corazones palpitaban aún más rápido al ver la salida y el final de aquella carrera tan próximos. La emoción les inundaba por dentro, como si ellos tuviesen la victoria asegurada. Los guardias de las murallas esperaron su llegada, vigilándoles desde la punta de sus flechas, con un ojo cerrado para apuntar mejor. Al saltar desde el edificio hacia las puertas de la ciudad, una lluvia de flechas comenzaron a caer sobre ellos. Con demasiada suerte, las esquivaron hasta caer dentro del heno y aprovecharon para salir corriendo con bastante torpeza mientras los arqueros recargaban los arcos. Pero la suerte, no iba a durar demasiado tiempo …

Chocaron contra las puertas de madera que custodiaban la ciudad y pronto Altaïr comenzó a tirar de la gran viga que atravesaba la misma, como cerradura. Ella no dudó un instanté y acudió corriendo a ayudarle. Haciendo fuerza ambos, pudieron tirar la viga y comenzaron a tirar de una de las argollas ancladas en las puertas para abrirla. Era pesada, pero aunque estaban cansados por todo el esfuerzo anterior, no desistieron. Consiguieron abrir lo suficiente para que sus cuerpo pudiesen entrar. Él la dejó pasar primero, mientras vigilaba sus espadas con la mano puesta en la espada que colgaba al lado de una de sus caderas. Ella se deslizó por entre medias de la puerta con algo de dolor y trabajo.

Cuando ella pasó, él se metió, mientras ella, inútilmente desde el otro lado, le tiraba de un brazo para afuera. Una flecha alcanzó a Altaïr en el costado, proveniente de uno de los arqueros que los habían estado persiguiendo. Su cuerpo se tenso y ella no comprendió hasta que él no gritó de dolor y comenzó a resbalarse entre las dos puertas. Estaba atrapado. Ella gritó y con las lágrimas recorriéndole el rostro, tiró aún más fuerza y apretando los dientes, hasta hacerlos rechinar.
-Huye ...-dijo Altaïr con un hilillo de voz, casi como una última exalación.

-¡No te dejaré!-contestó la joven sin dejar de tirar de él, el cual poco a poco iba cediendo …