Fan Fiction

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jueves, 28 de enero de 2010

Confesiones a la Luna ...

Aquella noche, Altaïr tenía que tomar una decisión. Poco después de cenar, dejó a los demás mientras terminaban para subir a lo alto del edificio y pensar allí, en soledad, las posibilidades que tenía. Desde aquella posición, Altaïr podía ver aquella ciudad de estilo claramente cristiano en medio de aquella zona árida de Oriente. Los tejados inclinados, las torres picudas, las chimeneas humeantes, los olivos serpenteantes que adornaban algunas áreas del barrio rico … Se sentía extranjero en aquel lugar … A pesar de que su madre … Su madre podría haber sido de allí … Pero nunca tuvo la oportunidad de conocerla …

-Es una ciudad extraña … ¿verdad?- la voz de Adah le susurraba a sus espaldas.

Él se volteó sorprendido, mientras observaba como la joven se sentaba a su lado, al borde de la cornisa, con toda naturalidad. Ella se bajó la tela que cubría su boca y le miró con sus grandes ojos oliva que destacaban en aquella escena gélida y azulada.

-¿En qué piensas?- le preguntó ella, con una tímida sonrisa esbozada en sus labios.
-Mañana no podremos seguir por más tiempo aquí … Tendremos que buscar otro refugio.
-¿Por qué?

-Ya no somos bien recibidos por Harash … Tuvimos una discusión en la tarde y lo más honesto, para limar asperezas, es largarnos en cuanto podamos. Me ha dado hasta el amanecer para irnos.
-Entiendo ...-sus ojos se desviaron hacia el horizonte, donde una luminosa, casi llena Luna, iluminaba las calles con su blanco resplandor, dando a la ciudad un aire fantasmal inquietante- Altaïr … Yo … No quiero ser ninguna carga para nadie …

-No es tú culpa. Adah, discutimos como todos los Hermanos hacemos y la situación se me fue de las manos. Yo golpeé a Harash en un ataque de ira y debo asumir parte de la culpa que tuve. Debo protegeros igualmente.

-Discutisteis por nosotras … ¿cierto? No quiero causarte más problemas, has cumplido con tu parte al traernos hasta la ciudad … No sé por qué te empeñas en meterte en líos por nosotras.
-Adah … Yo no puedo dejaros solas: sois igual o más débiles en esta ciudad que en el desierto.

-Antes, vivimos durante meses en esta ciudad y sabemos como movernos en ella. Solo tenemos que encontrar a nuestras Hermanas y no correremos más peligro.

-Pero los Templarios te encontraron igualmente … Eres vulnerable aquí y no podría dejaros sabiendo que corréis igualmente peligro … Es como si no hubiera hecho nada con traeros aquí. No podría perdonármelo si te pasara algo, Adah …

Un rubor le subió a la cara y se escondió avergonzado tras su capucha, intentando perderse entre las estrellas que brillaban en la zona más oscura de la bóveda celeste. Adah, con el corazón acelerado, sentía marearse por momentos y como sus miembros perdían fuerza poco a poco. Aquellas palabras la dejaron helada.

-No puedes jugar así conmigo, Altaïr ...-la voz le temblaba- No puedes ...-sus manos se aferraron con más fuerza al bordillo …

La mano de Altaïr se deslizó firme sobre la de Adah y la agarró con fuerza, acariciando rudamente los nudillos apretados. Adah le observó a través el rabillo del ojo y suspiró, buscando ambas manos de él, para acogerlas entre las suyas. Las sostuvo ambas en el aire e inclinó la cabeza sobre ellas para besar la palma de las misma y notar aquel áspero contacto sobre su suave rostro. Aquellas manos estaban endurecidas por la piedra de cientos de edificios escalados … De muchas armas empuñadas … Curtidas y maltratas por cortes, cicatrices, ampollas … Olían a tierra.

Altaïr se dejaba hacer sin poder reaccionar, acomplejado por su dedo mutilado. Los ojos de Adah aparecieron detrás de sus huesudos dedos y dejó reposar sus manos sobre su regazo. Acercó su rostro a del joven asesino y se le quedó mirando por unos instantes, hasta que por fin se decidió a quitarle la capucha.

Su rostro moreno, madurado por las tormentas del desierto, parecía más adulto de lo que realmente era. Aunque hermoso, tenía un aspecto brutal que le impedía ser armonioso. La barba de varios días y una larga cicatriz que recorría de arriba a bajo el extremo derecho de su boca eran sus señas de identidad.

Adah recorrió con la yema de su dedo índice aquel rostro … Deleitándose con cada curva y cada defecto que se encontraba. Al contrario que ella, Altaïr no se atrevía a tocarla y estaba en constante tensión a pesar de que sentía un fuerte golpe desde el interior del pecho cada vez que ella exploraba una nueva zona de su cara.

-Tendría que matarte por dejar que te acercarás demasiado a mí ...-susurró Altaïr, mientras observaba el tono celeste de la piel de la joven- No te podría hacer feliz …

-El daño ya está hecho … Creo que eso ya lo sabemos de sobra en este momento ...-le clavó aquella mirada felina en sus oscuros ojos café- Sean las que sean las circunstancias, tendremos que afrontar las consecuencias …

-No quiero alejarte de mí lado … Pero debo hacerlo porque desde que te conocí tuve el presentimiento de que todo iría a mal … He arriesgado mi reputación con el Credo y no sé que será de mí … Si supieran lo que hice …

-¿Le temes a la Muerte?

-Temo más que la gente a la que estimo muera sin que yo pueda hacer nada por evitarlo … Cuando uno muere, al menos ya no sufre …

-Pero los demás sí … Siempre habrá alguien que sufra por la muerte de uno … Nunca tenemos suficiente con el tiempo que pasamos con esa persona … Nunca seremos realmente conscientes de lo que tenemos hasta que lo perdemos …

Se hizo el silencio por unos momentos que parecieron eternos. Altaïr nunca había tenido una familia o alguien a quien llorar cuando le faltase. Solo los miembros del Credo habían constituido un apoyo en el creció y se desarrolló, pero el cariño que aporta una familia nunca lo tuvo. Los afectos para él eran un cóctel extraño que alguna vez experimentó a través del sexo, pero de una manera demasiado frívola para que ese sentimiento fuera puro. La inocencia de Adah le turbaba. No sabía como actuar. Como hablar. Ni siquiera que sentir o pensar.

-Te amo Altaïr, no tengo miedo en decirlo y menos en sentirlo … Aunque no me correspondas, quiero que lo sepas, pues pronto no volveremos a vernos jamás.

Sin asombrarse, se quedó quieto y con la mirada fija en los ojos de la joven. El miedo le bloqueaba. Aquellas palabras … Él siempre había temido que alguna vez una mujer se las pronunciara.

-Ese es el peor de los pecados que podrías cometer ...-contestó él con voz queda. Se pasó la mano por la cabeza y apartó la mirada, buscando alguna respuesta en la Luna que les observaba detrás de la torre de un campanario …- Tengo que pensar un sitio seguro al que llevaros …

-Más seguras que contigo, no podremos estar ...- y le atrajo el rostro hacia el suyo con suma delicadeza. Las lágrimas brillaban en sus enormes ojos antes de caer tímidamente sobre una pestaña y deslizarse como un pequeño riachuelo plateado sobre la pálida mejilla.

Sus labios se atrajeron por primera vez. Chocaron el uno contra el otro y ahí se quedaron quietos. A penas abrieron la boca en un gesto apasionado. Secos y casi pegados, poco a poco se fueron separando. Al despejarse, una sensación de dolor quedó entre los mismos, mientras Adah ya no podía contener más las lágrimas. Altaïr seguía impasible y en un gesto instintivo, se pasó la lengua sobre los labios para humedecerlos; pero no hizo ningún movimiento para repetir un nuevo beso.

-Sé de un lugar donde podríamos ir … Está en el barrio pobre de la ciudad, pero allí tendremos más posibilidades de no ser vistos y de encontrar a mis Hermanas ...-murmuró Adah, mientras se enjuagaba las lágrimas con la manga de su túnica.

-¿Dónde se encuentra exactamente?-le preguntó Altaïr, sin mirarla a los ojos.
Adah le explicó como tenían que llegar al sitio y una vez terminado, se quedaron callados, sin mirarse.

-Iré a comprobar cómo está el área … Será mejor que vayas a dormir … Aunque sea difícil … -sin estar seguro de lo que hacía, posó su mano sobre el rostro de ella y la acarició detrás de la oreja, dejando que los cabellos se enredaran entre sus dedos- En el armario que hay en el cuarto, Harash guarda un poco de tila, a lo mejor te ayuda … A dormir mejor …

Adah se levantó no sin antes volver a besar la palma de la mano de Altaïr con dulzura. Altaïr suspiró y se quedó un rato pensando que hacer, mientras acariciaba el saquito que tenía amarrado al cinto. No, no era el momento. Se puso en pie y decidió inspeccionar la zona que Adah le había mencionado; así aprovecharía el tiempo conociendo la zona y mantendría su mente distraída de otro tipo de pensamientos que el consideraba absurdos.

Adah bajó a la habitación y se acostó con cuidado al lado de Nofek, que parecía dormir plácidamente, aunque en realidad no era así. En cuanto se hubo tapado con la sábana, la niña abrió los ojos y se la quedó mirando un rato hasta que por fin se atrevió a preguntar.

-¿Qué has hablado con él?

-Al amanecer debemos marcharnos; Altaïr nos guiará hasta el barrio pobre, donde podremos volver a reunirnos con nuestras Hermanas de nuevo.

-Pareces triste … ¿Has llorado?

-Solo han sido unas pocas lágrimas … De la emoción de volver con las nuestras …

-¿Le amas?

Esta vez, Adah no se anduvo con rodeos. Giró la cabeza para mirarla con los ojos y así mostrarle que no mentía.

-Sí, pero no puede ser. Recuerda que la Nana nos dijo que no estábamos hechas para amar, pues el corazón de un hombre es tan cambiante como las mismas estaciones. No debemos sufrir por esas cosas porque hay otros sufrimientos mayores a los que estamos obligadas a compadecer. Solo la gente frívola y egoísta tiene tiempo para asuntos del amor.

-Tienes razón … Pero igualmente vas a sufrir. Ya has pecado, Adah, te has enamorado de ese hombre y le deseas carnalmente- los inquisitivos ojos oscuros de Nofek la recriminaban con dureza, al igual que sus propias palabras.

-Lo sé, y tendré mi castigo en su debido momento: otras sufrimientos más serios me harán olvidar … Pero tenemos que confiar en él: al menos sé que de su parte, nunca me dejaría caer en la Tentación …

Adah se giró hacía el borde de la cama, dando la espalda a Nofek y se quedó mirando fijamente el armario que Altaïr antes le había mencionado. Se preguntó si de verdad aquellas hierbas podrían calmar su pena ...