Fan Fiction

...Music ...

viernes, 17 de septiembre de 2010

Traiciones ...

Adah reposaba sobre la cama después de beber el brebaje abortivo que le había preparado Hadasa. Telila permanecía al lado de su hermana, con una de las manos de ésta entre las suyas, hasta que Hadasa la echó del cuarto alegando:

-Si la Nana nos ve con las demás pensará que algo malo ha pasado; así que mejor reúnete con el resto y si te pregunta por Adah, dila que está conmigo en mi cuarto ... No creo que venga aquí, pensará que le pegaré mi inmoralidad ...

Telila se marchó de la habitación cuando justo en la puerta, tropezó con Armand de Bouchard. La joven, aturdida por el encuentro, agachó la cabeza y perdió su mirada por el suelo en señal de disculpa para después salir corriendo sin aparentar demasiado su temor. Armand ignoró a la joven en cuanto salió de su campo visual y se centró en Hadasa, a quien no parecía hacerle ni pizca de gracia la presencia del Templario. Con rapidez, se interpuso entre él y Adah, que continuaba con fiebre en la cama, a penas consciente de lo que estaba ocurriendo a su alrededor.

-¿Qué haces aquí?-preguntó Hadasa muy seria.

-¿Qué le pasa a Adah?

-Yo primero te hice la pregunta, así que contéstame-poniéndose en jarras.

Ambos se quedaron mirándose a modo de desafío y Armand intentó apartar suavemente a Hadasa de su camino, pero la joven era más tozuda y no se dejó apartar tan fácilmente.

-Déjame ver a Adah- ordenó Armand cuando comenzó a impacientarse y no quería perder del todo el control.

-No tienes ningún derecho a entrar en mi habitación así como así: ese era el trato; este es mi espacio y debes respetarlo a no ser que tengas una urgencia importante.

-¡Yo te he dado todo esto!

-Exacto, y puesto que me lo diste, ahora me pertenece y lo administro como quiero ... Déjanos en paz.

-Maldita sea ...- cogió a Hadasa y la empujó hacia un lado, haciendo que la joven cayese sobre la mesilla. El vaso y algunas hierbas cayeron esparcidas por el suelo; se oyó un golpe seco de cristales al romperse.

Hadasa maldijo en arameo y comenzó a recoger furiosa las cosas que se había caído. Aprovechando aquello, Armand se acercó a la cama y estupefacto, contempló a Adah, pálida como un muerto, tendida sobre la cama, el cejo fruncido en una expresión de dolor interno mientras las gotas de sudor caían sobre su rostro sin ninguna pauta marcada. Despacio, se acercó a ella con el brazo extendido, sin entender nada de lo que le estaba pasando, tratando de acariciarla, cuando las rodillas le fallaron y cayó al suelo, a tiempo justo de poder agarrarse a las sábanas del borde de la cama.

-¿Qué te ha ocurrido ...?-susurró con nudo en la garganta mientras tanteaba sobre la cama para tomarla por la mano.

Hadasa levantó la mirada y contempló a un Armand más débil de lo que jamás ella imaginó capaz de presenciar. Su cabeza gacha se perdía tras las espaldas anchas mientras Adah, lentamente, le miraba con absoluta indiferencia. Los hombros del Templario comenzaron a temblar y se perdió en el llanto del niño grande que en realidad era, mientras besaba la mano inerte de la que se dio cuenta, que amaba más de lo que había hecho con ninguna otra mujer a la que hubiera tocado.

-Díme quién te ha hecho ésto .... Qué te han hecho, mi amor ...-lloriqueó aquel gigantón, como si lo que estuviera ocurriendo no fuera cierto, como si acabara de perder la noción de la realidad y todo fuera una mal sueño ...

Adah respondió con una mueca de asco dibujada en sus labios, y volvió a girar al otro lado la cabeza. Hadasa suspiró mientras miraba con lástima los trozos rotos entre sus manos, como si fuera una precioso tesoro arrasado. Los dejó encima de la mesilla antes de incorporarse apoyándose sobre una de sus rodillas y se dirigió hacia Armand, tomándole por los hombros para consolarle sutilmente. Armand apartó su rostro húmedo de entre la mano muerta de Adah y la besó compulsivamente. Pero la joven pegó una sacudida contundente de brazo para que se apartara. Secamente se volvió hacia el lado donde reposaba su cabeza sobre la almohada, dando completamente la espalda a un Armand atónito. Hadasa apretó su mano para llamar su atención y le ayudó a levantarse. Le acompañó hasta la puerta y allí, susurrando, fue más amable y comprensiva con él.

-Escucha, Armand ...-le acarició el rostro empapado en lágrimas con la dulzura de una madre- Adah ha pasado por algo terrible, en lo que no entraré detalles ahora mismo ... Solo te diré que más vale que amarres bien a ese desgraciado de Fredrick ... He pasado alguna que otra noche con él para acalmar su fuego, pero fue imposible dominar a aquella bestia ...

-¿Qué le hizo ese desgraciado de Fredrick?-gritó entre dientes, adelantándose sobre Hadasa y apoyando agresivamente su frente sobre la joven.

-Te he dicho todo lo que debes saber de él por el momento ... Parece que hay un buen revuelo ...-comentó distraídamente mirando de un lado a otro el corredor antes de desaparecer tras el corredor.

Armand salió de su burbuja emocional y se dio cuenta de los gritos en el patio de entrenamiento y los pasos acelerados de la guardia correr por todas partes. Con paso firme, y apretando hasta clavarse las uñas sobre la palma de la mano, el Templario se dispuso a salir de las estancias residenciales con el propósito de averiguar que estaba ocurriendo. A la salida al patio exterior, anterior al patio de entrenamiento, se encontró con un joven guarda que parecía apresurado y que por casualidad le buscaba para ponerle al corriente de la situación.

-¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué tanto alboroto?-preguntó furioso y molesto a la vez.

-Señor ... Hashashins-musitó intimidado el joven guardia y enseguida se dispuso alerta para conducirle hasta el lugar del suceso.

Al llegar al patio de entrenamiento, un par de soldados se dedicaba a portar los cadáveres de sus compañeros fallecidos. Con el simple gesto de alzar la mano, Armand les ordenó detenerse y ambos se sincronizaron para dejar con cuidado los cadáveres que portaban. Armand les echó un vistazo por encima hasta que se topó con un cuerpo sin cabeza. Miró a su alrededor, escrutando los rostros de los soldados allí presentes antes de realizar su pregunta ...

-¿De quién es este cuerpo?

-De Fredrick el Rojo, señor. El Hashashin le cortó la cabeza antes de huir ...

-¿Dónde está su cabeza?

-La llevamos en este saco, señor ... Es demasiado desagradable de ver ... Algunos soldados se marearon y decidimos meterla aquí hasta que llegáramos a la sala donde guardamos algunos cadáveres antes de transportarlos en sus ataúdes hacia el cementerio ...

-A los dos aspirantes enterrarles ... Y encended una pira para quemar el cadáver de Fredrick junto a su cabeza ....

-¡Pero señor! Un buen cristiano no se le puede incinerar ...

-Fredrick no era buen cristiano; doy fe ante Dios de ello ... Detened la búsqueda del Hashashin por el momento pero permanecer alerta; aunque nos haya hecho un favor sin saberlo, no podemos consentir un ataque más y menos que vuelva a infiltrarse en Limassol ... No podemos dejar que un Hashashin se burle de nosotros ...

Dicho esto, se retiró con la cabeza bien alta, mientras los soldados y guardas acataban las órdenes sin terminar de comprender del todo lo que quería decir con aquello su Maestre ...


Cuando llegaron al puerto, el capitán en persona bajó hasta la bodega para avisarles. De manera brusca, en cuanto Altaïr visualizó la sombra del capitán deslizarse por las escaleras, lanzó el chador sobre el rostro de María para que ésta se lo pusiera. Altaïr fingió ayudarla a subir la escalera para que fuera más realista, pero al llegar arriba, un grupo de hombres armados, aunque no Templarios, les esperaban con sus armas en guardia. Altaïr echó una mirada de desdén al capitán, quien se encogió de hombros y musitó a penas:

-¿Qué podía hacer yo? Amenazaron con quitarme a mí la vida .... Mejor la de otro que la propia.

Altaïr situó a María detrás suya mientras sacaba su cuchilla oculta, ya que podría perder tiempo deshaciéndose del disfraz para alzar su espada u otra arma más contundente. Pero justo en el momento que se concentraba en sus dos oponentes más directos, María le propinó una patada baja a nivel de tobilla, tan fuerte, que le hizo caer. La joven aprovechó también para empujarle en el vuelo de la caída, asegurándose más exitosa así su escapada. Altaïr pegó un puñetazo contra el suelo y se incorporó rápidamente, son la cuchilla dispuesta aunque ensangrentada ligeramente por el corte en la palma de la mano le había provocado la cuchilla durante la caída.

La rabia no la pudo contener, ya que su cabeza estaba totalmente puesta en volver a capturar a María antes de que pudiera delatarla a los Templarios de la ciudad. Se dejó llevar por esa tendencia sádica que durante todos los años de entrenamiento, desde que solo era un niño de camino a la adolescencia, había intentado controlar a la hora de luchar ... A la hora de cebarse con sus contrincantes ... De disfrutar matando ... De sentir placer al causar un daño físico ... De salivar al ver resbalar la sangre de la garganta sobre su propia sangre ... La falta de concentración provocaba que sus golpes fueran menos efectivos a nivel de dejar KO al contrincante lo antes posible, para dejar paso a sus fantasías más oscuras y crueles que jamás una mente humana pudiera ser capaz de plasmar en la anatomía humana ...

Rajó desde la pelvis, de abajo arriba al primer mercenario que se le puso por delante; la sangre dejó paso a un espectáculo espantoso de tripas y vísceras estampándose contra el suelo mientras la propia víctima contemplaba sin dar crédito como todo lo que había estado dentro de su cuerpo ahora podía tocarlo si el horror no se lo impedía .... Abrió la garganta del siguiente girando sobre si mismo y, con el impulso dejó que su cuchilla cortara profundamente la parte inferior de nuca, dejándole solo colgar la cabeza sobre la tráquea y los tendones más gruesos que sostienen la cabeza. Los demás mercenarios salieron corriendo horrorizados por el macabro espectáculo que acababa de acontecer ... Pero aún así Altaïr los siguió hasta saciar su sed de sangre ... Canalizando así las ganas de descuartizar con sus propios dedos y uñas a aquella desgraciada Templaria ...

Rasgó la carne ante la atemorizada gente, que huía despavorida en cuanto se daban cuenta de lo que estaba pasando ... Con gotas recorriendo su rostro y el pecho empapado en sangre caliente, Altaïr volvió en sí, sofocado por la orgía de sangre en la que se había envuelto ... Corrió por las calles sin ninguna dirección premeditada, hasta que se relajó mientras corría y la adrenalina recorría con menos intensidad por sus venas. Buscó a la joven a través de su vista de águila, mientras reducía paulatinamente la velocidad de sus pasos y se mezclaba con la gente, apartándola suavemente con la mano ensangrentada sin que se diera cuenta de ello ...

María se tapaba el rostro, temiendo ser descubierta, al mismo tiempo que buscaba alguna patrulla o una pareja de guardias para preguntar donde estaba la base de los Templarios en aquella ciudad, pensando en mostrarles su anillo como modo de identificación más fidedigna. Notó una mano suavemente posarse sobre su hombro ... Podía notar la sangre tibia calarse en su chadar y después sobre la túnica ... Volvió lentamente el rostro y allí se encontró sin esperárselo, el rostro de su captor árabe. Tensó el cuerpo y notó como el asesino la arrastraba, ya con las dos manos posadas sobre los hombros, apretando los dedos en el hueco de su clavícula, hacia un callejón cercano ... Se metieron hasta que las sombras los cubrieron por completo y, entonces, sin avisarlo, Altaïr sació su necesidad de venganza .... Golpeándola con el puño sobre el pómulo de manera contundente, que hizo que se desestabilizara y cayera al suelo. María se tocó el rostro y comprobó que le había hecho un pequeño corte que sangraba levemente.

-Si se te ocurre volver a escapar, no será lo único que te haga ...-dijo entre dientes el Hashashin.

-Eso será si vuelves a cogerme ... Aún no entiendo como me has reconocido tras haberme perdido la vista durante media hora ...

-Tú no me conoces ... No sabes de mí, por tanto debes esperarte cualquier cosa ... Nunca estarás a salvo mientras yo siga con vida ...

-Qué arrogante ...-se dijo ella en voz alta.

Altaïr la tomó por el pecho de la túnica y la subió, mientras el chador cayó al suelo con suave susurro. El rostro de la joven quedó descubierto al completo y pudo contemplar aquellos ojos cristalinos de nuevo, ahora grisáceos debido a la sombra. Sus rostros estaban muy cercanos, con las puntas de sus narices ronzando levemente. En un arrebato, Altaïr la besó con violencia, apretándola contra la pared. María abrió los ojos sorprendida, pero poco a poco se fueron cerrando, hasta que cuando los apretó por completo, Altaïr se retiró del beso con la misma violencia y brusquedad con que lo había iniciado.

María intentó buscarle con la mirada, obligándole a mirarla a los ojos pero no consiguió nada. Sin embargo, solo dijo las siguientes palabras, mientras la agarraba por la muñeca y tiraba de ella fuera del callejón:

-Volvamos al puerto; hay alguien que nos debe estar esperando y ya vamos tarde ...