Fan Fiction

...Music ...

jueves, 28 de enero de 2010

No Somos tan Diferentes ...

Cada día que pasaba, aquella chica aturdía cada vez más al joven asesino. Una mezcla de dulzura e inocencia chocaban con aquella imagen violenta y desgarradora de la joven, cuando ésta se ensañaba con el cuerpo de su agresor. Desde aquel día, no la volvió a ver en estado de shock o ensimismamiento. Y, aunque él trataba de tomarse las confianzas necesarias y no caer en el error de mirarla como podría hacerlo con cualquier otra mujer, seguía manteniendo esa actitud hosca con la que la había tratado cuando se conocieron. La joven, en vez de molestarse, sonreía por lo bajo y seguía siendo amable y dulce con él.

Siguieron el cauce del río a través de los bosques que se formaban a su alrededor bien a pie o montados en los caballos. Ella bautizó a su caballo, que era blanco con un montón de pecas grises por todo el cuerpo y, tanto la cola como la crin, de color gris oscuro. Le llamó Lior, que significaba en hebreo “mi luz”. Cuando tenían hambre, paraban la tranquila marcha y, entre las piedras del río, formaban un pequeño campamento. Allí armaban el fuego y se sentaban a comer, mientras los caballos descasaban a la sombra o bebían tranquilamente en la orilla del río. En una de aquellas veces, ella le propuso bañarse con los caballos. Altaïr arqueó una ceja molesto.

-No tenemos tiempo para perderlo en jueguecitos …-murmuró molesto, sin siquiera alzar la cabeza para mirarla.

-Vamos … Seguro que con este calor lo agradecerán ...- y ella, acto seguido, se quitó las migas de las manos con unas palmadas, y, mientras seguía masticando el último bocado, se levantó corriendo para coger las riendas de Lior.

Se acercó hasta la orilla y dejó al animal beber, mientras ella se quitaba las ropas, ante la atónita mirada de Altaïr. Aquella jovencita se estaba volviendo muy descarada … No era consciente de las provocaciones que hacía … Soltó la oscura melena que brillaba con cada destello del sol y comenzó a quitar la silla de montar y demás enseres, solo dejando las riendas para poder tirar, río adentro, del animal. Al principio éste se asustó y se resistió a entrar en las gélidas aguas, tratando de encabritarse, pero la tozudez de Adah fue mayor.

Altaïr se levantó y se acercó a la joven para persuadirla de hacerlo, pues podría caerse y hacerse daño o puede que caballo la golpeara por accidente. La agarró por las manos, metiéndose él así también en el agua y la miró con dureza.

-Ya basta, Adah, deja al caballo en paz.

-Al principio tendrá miedo, pero no le llevaré muy adentro … Solo quiero mojarle …

-Para- le dio un manotazo y Adah soltó sorprendida las riendas, que él tomó, redirigiendo al caballo al sitio en el que antes estaba, junto a Badr.

Adah se quedó mirándole divertida y corrió de puntillas hacia él, mientras éste ataba a las ramas de un árbol las riendas. Le pilló desprevenido por la espalda y le rodeó por la cintura, tirando de él hacia atrás.

-¡¿Qué demonios haces?!-gritó él, deshaciéndose de los brazos de la joven y dándose la vuelta para recriminarle su actitud.

-Si no me dejas bañar al caballo ...-y le agarró del antebrazo con dos manos mientras tiraba de él cansinamente- ¡Te bañas tú!

Altaïr se dejó llevar sin muchas ganas, mientras ella le arrastraba hasta la orilla del río. Ella se acercó a él y comenzó a desabrocharle el cinto, pero Altaïr la detuvo.

-¡Eh!-se quejó él, cogiéndola las manos- ¿Qué pretendes hacer?

-Desnudarte-dijo sonriéndole y él al mismo tiempo tragó saliva- Vas a bañarte, ¿no?

-Eso ya lo haré yo solito cuando crea oportuno … Si quieres bañarte, hazlo tú, pero a mí déjame en paz … -buscó una excusa rápidamente para poder escaquearse- Voy a dormir un poco.

Adah se le quedó mirando quieta y un poco decepcionada, pero poco después ella también se dio la vuelta y se dirigió al río. Altaïr se acomodó a los pies de un gran árbol y se tapó el rostro con la capucha, para procurar no mirar ni que tampoco los rayos del sol le dieran directamente sobre los párpados. Por el rabillo del ojo, observó cada movimiento de la joven, alternando la mirada entre su pequeña figura y los alrededores, que estaban complemente poblados de árboles y una espesa y verde vegetación.

De repente, el joven abrió los ojos ampliamente completamente sorprendido, mientras contemplaba embelesado como la joven se desprendía de la camisa sin hombros y dejaba al descubierto la cintura de avispa y las anchas caderas, que hacían semejar su fina figura a la de una guitarra. Sentada sobre sus rodillas y aún con los blancos bombachos puestos, la joven se inclinó sobre el agua y comenzó a mojarse los cabellos con la ayuda de sus manos. Sus dedos pasaban por entre los cabellos como si fueran las gruesas púas de un peine.

La joven se lo recogía una y otra vez, para después enrollarlo sobre si mismo y escurrir el sobrante de agua. La imagen de su espalda le trajeron a la mente de Altaïr recuerdos que parecían lejos, y que incluso él ya creía olvidados … La calidez del aire … El olor a incienso … El dulce sabor en la boca a hachis y arak … Las luces amarillentas de los candelabros … Los pájaros cantando en plena primavera … El sonido del agua procedente de una fuente …

Era joven, ya entrando en la adolescencia. Estaba nervioso, pero al mismo tiempo relajado. Era extraño. Sus ojos estaban semicerrados, algo mareado por el intenso olor a incienso. No le dolía el estómago, como solía sucederle cada vez que estaba nervioso … Pero aún así, había algo que le inquietaba en aquel pacífico lugar. Estaba tumbado sobre un montón de grandes y pequeños cojines, de colores intensos y brillantes bordados dorados. Se reincorporó y tuvo la sensación de que todo aquello que le rodeaba, se movían lentamente, incluido él mismo.

Una mujer apareció gateando, contoneándose con las caderas exageradamente. Llevaba unos bombachos transparentes de color anaranjado que dejaban muy poco a la imaginación sobre las formas redondas y carnosas de sus morenos muslos. Le estaba sonriendo también por debajo del velo escarlata que cubría la cabeza y parte de su rostro. Se sentó a su lado y le miró fijamente, sin dejar de sonreírle con cierta nostalgia en la mirada. Le acarició la cabeza y el rostro, como si fuera una madre.

Al poco rato, otra muchacha vestida en tonos violeta y púrpura, se acercó lentamente hasta llegar al lado de su compañera. Eran ya casi unas mujeres, mucho más mayores que él. Primero le miró a él, con cierta curiosidad y después dirigió sus oscuros y grandes ojos a su compañera.

-Es guapo ...¿cierto?-murmuró la chica de naranja.

-Casi es un crío ...-contestó la otra sin mucho entusiasmo. Le volvió a mirar y se acercó aún más a él. El corazón le dio un vuelco y se encogió sobre si mismo- ¿Tienes miedo?



Él abrió la boca y solo consiguió que salieran unos balbuceos que le hicieron sentir estúpido. Ella murmuro, con lástima fingida: “Pobrecito”. Le acarició el rostro casi dejando resbalar su mano y bajó por el suelo, mientras sus ojos, astutos como los de un lince, no dejaban de observar sus gestos. Su boca le temblaba, mientras la otra chica le sonreía y continuaba acariciándole el rostro con amor casi maternal.

La vista se le iba de un lado a otro sin poder controlarla, como cuando estás a punto de dormirte pero te despiertas una y otra vez luchando contra el cansancio. Así, constantemente, mientras la mujer le metía la mano por debajo de la túnica, acariciándole el pecho y explorando su cuerpo joven y virgen … Ésta se bajó el velo dejando al descubierto su boca, pintada con un carmín intenso que le hacia la boca grande y carnosa, para después inclinarse sobre su vientre. Su húmeda lengua se posó un poco más arriba del ombligo.

Su vientre se encogió ante aquel extraño tacto. La primera joven se inclinó sobre él, sujetándole con una mano el rostro, mientras lo dirigía directamente al suyo. Su boca también era igual de roja como la de la otra joven. Sus labios tocaron suavemente los suyos y él, inconscientemente y guiado por el instinto, cerró los ojos, dejándolos caer como cortinas.

En la oscuridad de sus párpados, se dejó llevar por las sensaciones nuevas que estaba experimentando de la mano de aquellas dos jóvenes. Notaba sus manos recorrer su cuerpo de arriba abajo con miles de cosquilleos que le hacían, poco a poco, despertar un volcán que dormía aún dentro de él. El calor le recorría desde la coronilla hasta la punta del dedo gordo de su pie, como impulsos eléctricos que de vez en cuando producían algunas sacudidas en su cuerpo. Le tocaron en sitios que él solo había conocido en su propia soledad e intimidad … Las tibias lenguas le acariciaban a medida que recorrían su cuerpo, mientras él se dejaba hacer …

Podían llegar a distinguir quién y dónde le estaban tocando, como si sus besos, caricias y masajes tuvieran un sello de identidad propio e inconfundible. La joven de violeta era extremadamente sexual y parecía que la yema de sus dedos quemaran allá por donde se posaran, siendo contundente y sabiendo dónde y con qué intensidad presionar … Mientras que la otra, la de naranja, era suave, cariñosa y delicada; parecía que sus dedos tocaban una melodía desconocida y prohibida, como quien toca un arpa o incluso un violín, usando el cuerpo del joven como instrumento de su inspiración más musical … ¿Estaba en el Paraíso?

Le despertaron unas gotas frescas que cayeron sobre su rostro y al abrir los ojos se dio cuenta que era Adah, quitándose la humedad del cabello sobre él con toda intención. Le sonreía a través de la densa melena, a pesar de estar mojada seguía teniendo una considerable cantidad. Se sentó a su lado, peinándose los cabellos con los dedos.

-¿Qué soñabas? Se te veía muy sonriente ...-comentó ella, mientras intentaba deshacer un nudo que se le había formado.

-Nada … Incluso yo puedo sonreír de vez en cuando, aún más dormido que despierto ...-contestó él, mientras se estiraba para despejarse un poco- Me daré un baño y después, continuaremos con nuestro camino.

La joven asintió y se dirigió a uno de los caballos, para coger de una de las bolsas unos dátiles cubiertos de miel, un regalo que le hicieron los campesinos palestinos. Altaïr se metió en el agua solo con los pantalones puestos y la joven se sentó sobre una piedra, cerca del río, mientras él nadaba o se frotaban la piel con agua para quitarse el pegajoso sudor.

-¿Cuántas personas has matado a lo largo de tu vida?-preguntó la joven con la boca llena, antes de acabarse el que sería el tercer dátil.

-No entiendo a que viene esa pregunta ahora ...-contestó Altaïr, que entrecerraba los ojos por la intensa luz del sol.

-Es eso a lo que te dedicas … ¿no?. ¿Quién te ordena hacerlo y por qué?

-¿Esas preguntas tienen doble intención?

-No soy espía, pero al menos tengo derecho a saber que pinto yo en los planes de quien te envió a capturarme.

-Yo tampoco tengo mucha idea … Yo solo acato con lo que me mandan y punto … No tengo mayor interés por lo demás, sinceramente …

-Entonces … ¿Disfrutas con tu trabajo?

-Hago lo que es justo y con eso me basta … Sé que detrás de toda esa sangre, se busca el bien común.

-¿Nunca te has planteado de la inocencia de tus fortuitas víctimas?¿Nunca has sentido compasión por alguna de ellas?

-Yo no voy por ahí matando inocentes … Está en nuestro código.

-¿Qué código? ¿Acaso sois otro grupo como los Templarios?

-Evito hacer comparaciones odiosas, pero algún parecido hay … La diferencia radica en nuestras ambiciones: ellos pretenden apoderarse del Mundo sometiendo a los diferentes pueblos, mientras que nosotros luchamos contra ellos para evitarlo. No buscamos ningún tipo de poder. Nada más que justicia.

-La justicia no es cosa de hombres. Es soberbio pretender hacerse justicieros cuando la última palabra la tienen seres superiores … Ni siquiera podría decir que son “seres”, tal y como conocemos el término.

-¿Eres cristiana?

-Creo en Dios, llámalo Yahveh, Alá … A fin y a cuentas, es lo mismo nada más que con diferentes interpretaciones, que radican en nuestras diferencias …

-¿Tú también eres de una secta o algo así?-le sonrió a la joven, mientras se acercaba a ella nadando a braza.

-Mis compañeras y yo vivimos en una pequeña aldea a las afueras de Acre … Somos un grupo fuerte y unido que lleva siglos sobreviviendo … De los ataques de unos y otros.

-¿O sea que no estás sola?- dijo Altaïr, más reflexionando para si mismo que para dirigirse a la joven.

-No queremos nada con los hombres- sentenció seria Adah- La Nana siempre nos dice que tenemos que tener cuidado con los hombres …

-No la culpo ...- se quedó apoyado sobre la roca con los brazos cruzados y la barbilla apoyada sobre uno de sus antebrazos.

Adah se le quedó mirando y se agachó sobre la corriente para limpiarse la miel de los dedos. Si eran un grupo, entonces ya no estaba tan seguro de que la chica pudiera ser el Grial … De todos modos, los Templarios podrían haberse confundido … Así que había un grupo de mujeres, aisladas en un pueblo, sin convivir con hombres … Y una de ellas estaba relacionada con el Grial … Adah posó su dedo en la frente del joven e hizo una cruz sobre ella.

-¿Quién es la Nana?- preguntó él, sin dejar de fijar su mirada al vacío.

-Es mi abuela … También la “Jefa”, dirige a las demás en las tareas del campo y contabiliza las provisiones … También nos enseña lo que es la verdadera palabra de Dios.

-¿La verdadera palabra de Dios?- Altaïr salió de su burbuja mental y miró a la joven con gesto escéptico.

-Los cristianos no son más que unos mentirosos … ¡Unos impostores! Se aprovechan de la Fe para controlar a la gente y enriquecerse.

-Eso ya lo sé.

-Pero lo peor de todo es que la Fe de la gente no es la verdadera, no es la voluntad ni de Dios ni de Yeshu … No hacen más que remarcar nuestras diferencias antes que anteponer las que nos hacen semejantes y recorrer la misma senda …

-Pero la teoría en muy bonita así contada, pero la realidad es que mientras haya hombres o mujeres corruptos, nunca podremos llegar a la utopía de la igualdad … Siempre habrá gente que querrá someter al resto para su propio beneficio.

-¿No matas tú a favor de la justicia?-replicó ella.

-Simplemente creo que muchas veces las palabras sobran y hay que tomar medidas más radicales al respecto … “Nada es verdad, todo está permitido”, reza nuestra ley.

-Esa ley es egoísta en cierto sentido ...-puntualizó ella.

-¿Pero acaso no esconde algo de verdad? Al fin y al cabo, nosotros mismos inventamos historias para tener algo en lo que creer y peor aún … Algo que nos dicte como actuar.

-Tú haces lo que te mandan …

Entonces, él calló. Por una parte tenía razón y él la reconocía como tal. Desde hacía tiempo, era consciente de que se dejaba llevar por lo que el Credo hacía, más que por sus propias convicciones. Pero aún habiendo perdido toda fe con muchos miembros de su grupo, incluyendo a la entidad en si, se resignaba a cumplir con su deber sin siquiera preguntarse si lo que hacía estaba bien o mal. Simplemente, no le importaba demasiado. No sabía hacer otra cosa … Más que matar.

-Es por otra razón ...-murmuró él, al cabo de un rato, mientras sus ojos marrones oscuros clareaban por el sol, haciéndolos parecer casi rojizos- No soy uno de esos extremistas musulmanes … Es más, aunque pertenezco a un grupo de ellos, en el fondo, soy un espíritu libre que depende de ellos por cuestiones de supervivencia.

-Suena raro … Pero te puedo entender: ambos no encajamos con los esquemas establecidos, pero de un modo u otro, estamos sometidos a ellos.

-Mi madre era cristiana y murió al poco de nacer yo … O al menos eso fue lo que me contaron. Mi padre pertenecía al grupo que me crió, pero a penas le conocí.

-Mi padre también era cristiano, o al menos clarito, como esos Cruzados que vienen de Occidente … Mi madre murió al darme a luz. Soy hija única y huérfana a la vez … Me criaron mis demás Hermanas … Junto a mi Nana, por supuesto.

Ambos se miraron con complicidad y sonrieron tímidamente, apartando las miradas, como si aquellas revelaciones establecieran algún tipo de nexo entre ellos: Ambos eran mestizos y huérfanos.