Fan Fiction

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jueves, 28 de enero de 2010

La Guarida de los Asesinos ...

Tardaron dos semanas en llegar a Acre y la entrada a la ciudad, no fue fácil, pues los caballeros Cruzados examinaban y registraban a cada campesino o mercader que pretendía entrar en la ciudad utilizando métodos poco ortodoxos. Tuvieron que buscar otra para entrar, de lo contrario podrían reconocer a Adah, y Altaïr no estaba por la labor de montar escenitas y batallas en el único lugar donde Adah podría estar a salvo por un tiempo.

Amarraron las monturas en los establos que había a las afueras de la ciudad y buscaron un punto muerto, donde la vigilancia de los guardias era escasa, para poder colarse. Adah, acostumbrada a la mecánica de Altaïr, no tuvo problemas en trepar los muros, más lentamente que su compañero asesino. Pero la que peor lo pasó fue Nofek, debido a su terror hacia las alturas. Con lo cual, tuvieron que vendarla los ojos y el joven se ofreció a llevarla subida en sus espaldas.

Las mujeres se cubrieron la boca y nariz para evitar ser reconocidas e incluso Adah tuvo que ocultar sus llamativos ojos, signo de distinción inconfundible entre tantos oscuros, ya que las mujeres de ojos claros eran de origen europeo y no solían ir cubiertas. Hasta que llegaron a la casa de asesinos, donde Harash les recibió confuso, pues no esperaba su visita.

-¿Altaïr? ¿Cómo tú …?

-No hay tiempo para explicaciones, Harash …-le interrumpió el joven, mientras su compañero observaba atónito a sus inesperados visitantes- Necesitamos tu ayuda para ocultarnos por unos días aquí y lo más importante: bajo ningún concepto debes informar de nuestra posición a Al Mualim.

-De acuerdo … Podéis quedaros y no diré nada a Al Mualim ...-se quedó pensativo un momento y abrió la portuela de su mostrador, indicándoles que pasaran por allí y les acompañó a la parte trasera de la tienda, no sin antes mirar con desconfianza a su alrededor para asegurarse de que nadie les vigilaban- Ahora que estáis seguros dime: ¿Qué ha pasado? No son buenos tiempos por estos lugares como para andar escondiéndose … Desde que los Cruzados llegaron, no me han quitado los ojos de encima …

-Hubo complicaciones en la misión y tuvimos que desviarnos hasta aquí ...-prefirió mentir Altaïr para ahorrarse reproches por parte de su “hermano”- Ella es el Santo Grial … Al Mualim me ordenó buscarla y ahora debemos protegerlas entre los dos.

-¿Y quién es esa cría?- preguntó señalando a Nofek- ¿Qué pinta en todo esto esa niña?

-Es una compañera de Adah, así se llama Ella.

-Entiendo ...- y desvió la mirada descaradamente para escrutar los ensombrecidos ojos de Adah, que apartaba tímida la mirada- Deben de tener hambre … Buscaré algo de comida para que podáis preparar algo … -rebuscó en unos cajones y saco ropa para entregársela a Altaïr- Ponte esto y quédate vigilando el mostrador para no levantar sospechas mientras voy al mercado a comprar suministros … Con vuestra inesperada visita, no tengo a penas nada en la despensa.

-Está bien, pero no tardes mucho … Podrían descubrirme fácilmente ...-sentenció Altaïr, mientras se cambiaba de ropa tras unas cortinas que servían al mismo tiempo de vestidor y zona de ducha.

Harash salió de la estancia y Adah se quitó acalorada el pañuelo de la cabeza, como también hizo Nofek. Altaïr salió completamente vestido y antes de salir al mostrador, las advirtió de que no hicieran nada que pudiera llamar la atención desde de la tienda. Ahora, debían ser más discretos que nunca. Ambas asintieron conformes y se dispusieron para bañarse. Para asegurarse que no se la iban a jugar, cerró con llave para después rebuscar debajo del mueble del mostrador y buscarse algo con que entretenerse mientras.

Las jóvenes, tapadas a la altura del pecho con sendas toallas, le lavaban el cabello usando los perfumes y jabones que tenían al alcance, probándolos mientras reían por lo bajo. Mientras Adah masajeaba la pequeña cabeza de Nofek, la cual estaba de cara a ella con ojos muy apretados para evitar que se le metiera la espuma en los ojos, se balanceaba levemente por la fuerza que Adah ponía en la yema de sus dedos. Paró un momento y se acercó a los cabellos enjabonados para aspirar el perfume.

-Huele a rosas … Las rosas son muy caras ...-dijo Adah, casi hablando para si misma.

Cogió un cuenco de agua y le indicó a Nofek, tomándola por las muñecas que se tapara los ojos con las manos. Vertió el agua que calló como una cascada y continuó masajeando el resto de espuma, hasta que volvió a echarle el agua encima más veces al mismo tiempo que la atusaba el cabello para que no quedase ningún rastro de jabón entre el pelo.

Después, tomó un peine se dedicó a desenredar las hondas del cabello de Nofek, mientras ésta contraía el rostro de dolor a cada tirón que se enganchaba en algún enredo. Cuando hubo acabado y aún con los mechones húmedos, desprendiendo gotas sobre sus pequeños hombros, Nofek tomó el relevo a su compañera y se dispuso a lavarla la cabeza, usando esencia de jazmín, para a continuación cepillarla el largo cabello, aún más rebelde, si cabía más, que el suyo propio.

Pero Adah no parecía estar allí, a pesar de los tirones, ella no se quejaba, mantenía el rostro relajado, casi esbozando una leve sonrisa en sus finos labios, mientras miraba a un rincón de la habitación, justo detrás del biombo improvisado donde antes Altaïr se había cambiado. Aún estaban sus ropas esparcidas por el suelo.

-Ya he terminado ...-soltó Nofek en tono molesto, entregándole el cepillo a Adah. Ésta lo cogió para levantarse y colocar las cosas en su sitio, mientras Nofek la seguía con sus oscuros ojos cada movimiento que hacía.

También recogió las ropas de Altaïr y se dispuso a doblarlas, mientras Nofek torcía el morro y un poco la nariz ante aquel gesto, que la desagradable tanto o más que el propio Altaïr.

-Te comportas como su esposa- la grave voz de Nofek cortó el aire como un cuchillo bien afilado. Cuando Adah alzó sus sorprendidos ojos hacia la niña, ésta tenía su típico gesto de indiferencia grabado en el rostro.

-¿Qué hay de malo en cuidar de un hombre sin ser su mujer? Él me rescató de los Caballeros Cristianos, Nofek … Ya aclaramos antes de que tu aparecieras que nada iba a pasar entre nosotros ...- y colocó la túnica doblada sobre la cómoda.

-No se necesita el amor mutuo para formar un matrimonio- replicó Nofek con su gesto impasible- Ya sabes como son esos árabes … Cuantas más mujeres tienen, más felices son …

-Altaïr no es de esos … Él y sus hermanos son ...-dudó un momento antes de contestar- Son diferentes … Incluso me atrevería a añadir que especiales …

-No dejan de ser hombres.

Adah se acercó a ella sonriente mientras Nofek le dirigía una mirada dura. Se sentó a su lado, colocándose el pelo detrás de una oreja y se recostó sobre un brazo. Dio unos golpes sobre el colchón con la palma abierta de la mano libre, invitando a la niña a tumbarse a su lado. Nofek obedeció de inmediato, apoyándose sobre sus dos manos en actitud de oración.

-Tú sabes que te quiero mucho … ¿verdad, Adah?- preguntó la niña, relajando el rostro como si tuviera miedo a reconocer algo.

-Claro que lo sé ...- la mano de Adah acarició la plana y suave mejilla de la niña- Y yo también te quiero mucho … Nada cambiará eso … Tenlo por seguro … Ahora duerme, ya que podemos hacerlo en una cama en condiciones.

Se dio la vuelta, dando la cara a la pared, mientras Nofek se quedaba tumbada al borde de la cama. Ella también se dio la vuelta y se encontró con la espalda a medio cubrir por los cabellos negros que caían desde la nuca. Los apartó con delicadeza, escuchando atentamente el tranquilo respirar de su acompañante. Una línea se hundía en medio de su espalda, volviendo grisácea aquella zona de su pálida piel, por efecto de la sombra.


Con el dedo índice, recorrió aquella línea lentamente hasta que el borde de la toalla le impidió seguir más abajo. Recorrió también la forma redondeada del omóplato, que sobresalía un poco en aquella postura, ya que estaba tumbada de lado. La oyó suspirar, mientras sus hombros se alzaban como si un escalofrío la hubiera recorrido la espalda. Podía notar como la piel tomaba una textura algo rugosa, como cuando coges frío. Exploró cuanto pudo de sus espalda hasta que quedó dormida y sus brazos se aferraron a la cintura de la joven, atraiéndola contra sí, mientras hundía el rostro sobre la espesa cabellera que caía sobre la almohada. No sabía si aquello estaba bien o mal … Solo sabía con certeza que la hacía sentir bien.

Altaïr paró de hacer las tareas que estaba realizando y se quedó mirando fijamente a la nada, mientras ponía el oído especialmente fino, para captar algún sonido que procediera de la habitación que se encontraba a sus espaldas. Ni un solo movimiento. Silencio. Observó la estancia en la que se encontraba para asegurarse de que no había nadie, ni siquiera algo más lejos de la tienda en la que se encontraba. Dio la vuelta y entreabrió con cuidado la puerta, dejando una linea fine entre el marco y la puerta en sí para poder ver en el interior, sin que notaran que pudieran estarlas espiando.

Cuando comprobó que no estaba deambulando por la habitación, súbitamente la abrió del todo y pudo ver como las dos jóvenes yacían sobre la cama, durmiendo abrazadas. Altaïr se quedó sorprendido, observando aquella tierna escena y algo bizarra. Nofek se abrazaba a Adah, e incluso dormida, pasaba su rostro contra la espalda de Adah, que no se inmutaba ante aquellas caricias hechas con la punta de la redonda nariz de la niña. Él se sentía un intruso en aquella situación. Sentía como si estuviera violando la intimidad de las jóvenes …

Harash entró súbitamente en la tienda, y esto hizo que Altaïr saliera apresuradamente de la habitación y cerrará la puerta detrás de si. Se abalanzó sobre el joven asesino, agarrándole fuertemente por los hombros, con los ojos desorbitados y jadeando pesadamente. Altaïr tuvo que sostenerle por los antebrazos, para evitar que su hermano se cayese de rodillas al suelo.

-¿Qué demonios te pasa?-preguntó entre asustado y desconfiado.

-¡Ellos lo saben! - gritaba con el rostro desencajado- ¡Lo saben!

-¿Qué saben?

-Saben que Ella está aquí, en la ciudad, y la buscan … No tardarán en encontrarla Altaïr … ¡No tardarán en llegar aquí!

-No podemos arriesgarnos a sacarlas de aquí … Sería más peligroso deambular por las calles que quedarnos aquí a recibir al enemigo con toda tranquilidad … No levantaríamos sospechas.

-Ya han cogido a otras mujeres … No tendrán escrúpulos en registrar este edificio de arriba a bajo y no podemos arriesgarnos a exponer nuestro propio cuartel general … Altaïr, tienes que llevártelas inmediatamente.

-Escúchame bien, Harash ...-le tomó con fuerza por la camisa y le elevó a su propia altura con rabia contenida, que hacía chirriar sus dientes- No nos moveremos de aquí hasta que las cosas no se calmen. Si actuamos en estas circunstancias, es más fácil exponerlas … Me da igual el cuartel, podemos cambiar de lugar … Ahora lo que prima es su vida.

-¡Ni siquiera es de nuestra incumbencia! Altaïr, prometí no revelar nada a Al Mualim, de tu desobediencia … Pero no puedo permitirte que pongas en peligro nuestra presencia en esta ciudad … No, no lo permitiré …

-Sabes perfectamente que no trascendería nada de lo que pudiera ocurrir aquí mientras yo esté aquí … Lo sabes muy bien.

-¡Tú y tu arrogancia! No me sorprenden esas palabras, pero debemos ser razonables y más cautos … No solo hablamos de una mujer, sino de otra que encima es una cría.

-Sabes perfectamente que tengo razón … A no ser, que vayas a delatarnos o que ya lo hayas hecho … - los ojos oscuros de Altaïr brillaron con un tono rojizo al pronunciar aquellas palabras.

-¡¿Yo?!- exclamó Harash indignado- ¿Por quién me has tomado?

-No quieres tener problemas y no te importaría hacer cualquier cosa con tal de que nuestra presencia aquí continúe … Tú mismo te delatas con tus ruegos y deseos.

-Que desconfié de mí un hermano no lo voy a tolerar … ¡Yo solo os estoy avisando de la situación! No sabías que podrías arriesgar tanto … Y menos por una mujer … Una campesina …

-¡No sigas por ese camino!- y le golpeó en la mandíbula. Harash calló al suelo, mientras un hilillo de sangre resbalaba por una de las comisuras de su boca. Sin siquiera llevarse la mano a la zona herida, le dirigió una mirada de odio aún más fulminante y seria que la del propio Altaïr.

-Solo os doy de tregua hasta esta noche … A partir del amanecer no quiero saber nada de vosotros o me veré obligado a llamar personalmente a otras fuerzas para sacaros de este lugar ...