Fan Fiction

...Music ...

domingo, 18 de abril de 2010

La Misión ...

Al llegar a la cocina, ambos se sentaron en una mesa, apartada de los fogones, que aún estaba siendo preparada. La joven sirvienta, que antes había ido a atenderle a su habitación, vió como entraron los dos hombres y se apresuró por terminar su tarea, y, así, poder retirarse cuanto antes. El respeto de los Hermanos le inspiraban era proporcional a su extrema timidez y continencia; como cualquier mujer musulmana se esperaba que fuera.

Altaïr ignoró el comportamiento, tan habitual que no le llamaba siquiera la atención, y se sentó con parsimonia a la mesa. Malik, echó una discreta mirada a la joven e imitó a su compañero. Altaïr tomó una hogaza de khubz y comenzó a untarse labneh en aceite de oliva, mientras otra sirvienta, más mayor que la anterior mencionada, le servía un té. En cambio, su compañero cogió un racimo de uvas, que colocó sin mucho interés sobre su plato y comenzó a comer, mientras interrogaba con su verdosa mirada a su amigo.

-Dime, ¿qué es lo que te inquieta?

-Ella ... ha vuelto a mis pensamientos. Lo peor de todo, es que creía haberla olvidado para siempre ... Como si la hubiera dado por perdida; ahora sé que debo encontrarla.

-¿Y cómo fue eso? ¿Apareció como fantasma en tu habitación y vino a revivir tus pasadas preocupaciones?- y se llevó a la boca otra uva, distraídamente.

-No, no está muerta afortunadamente ...-contestó Altaïr, sin haber comprendido la broma de su compañero.

-¿Y eso como puedes saberlo? Ha pasado mucho tiempo y con los Templarios, nunca se sabe ...

-No les convenía que estuviera mucha, y mucho menos ahora ... Recuerda que Ella es una pieza más, sino la más importante, de sus planes.

-¿Y ahora a qué viene eso? No querrás decir que ...

-¿Qué?

-Siento algo por Ella, más haya de los propios intereses del Credo.

-Malik, eres un fiel compañero, quizás el que más me ha apoyado y perdonado, por ello, creo que es conveniente que al menos te sea sincero en algo: sí, la amo como cualquier otro hombre haría con cualquier otra mujer. Pero no confundas; no es una mujer como las demás ...

-Ni tú tampoco eres un hombre como los demás, Altaïr ... Quizás Alá apruebe una unión en dos seres tan excepcionales.

-No estoy seguro ...- su comentario dejaba entre ver su profundo escepticismo religioso- Pero sé que no descansaré en paz hasta estar seguro que sigue viva y que estará a salvo.

-¿Estás insinuando iniciar una búsqueda? Los Templarios son más escurridizos que un maldito pez: tú mismo me dijiste que viste cómo partía en un barco hacia el Mediterráneo; no tienes la más remota idea de donde se puede haber dirigido ese barco.

-Puede que hayan regresado a Europa ...-contestó a si mismo, meditativo el asesino, con la mirada perdida en el oscuro té que tenía enfrente suya. Agarró el vaso y tomó un breve trago.

-¡Eso está fuera de nuestro dominio político ... Y no te cuento del territorial! Deja esa locura hermano, solo va a llevarte por el camino del delirio ... Hermano, busca una mujer, de algún pueblo o ciudad cercana, que no sea tan complicada y peligrosa ...-le dirigió una pícara sonrisa, mientras mordía por la mitad otra uva.

-Es mucho más que una mujer, ¡no la subestimes! Es complicado de explicar ... No quiero caer en los mismo errores de Al- Mualim. Pero mi misión aún no terminado, a pesar de los años que aún han pasado, y tengo aún esa cuenta pendiente con los Templarios: aún pueden presentar un peligro para todos nosotros.

-¿Más aún que el régimen de Saladino? No puedes enviar a hombres a la búsqueda de una sola mujer por toda Europa: es impensable y peligroso, pues no conocemos el territorio.

-Iré yo mismo; no necesito a nadie más. Es mi misión, y decido llevarla a cabo asumiendo los riesgos posibles.

-¿Nuestro Maestro arriesgando su propia vida? Altaïr, eres nuestro líder ....¡Eres el cerebro de este Credo! No puedes aventurarte, te necesitamos aquí- el tranquilo rostro de Malik se tornó en enfado, dando un golpe de autoridad sobre la mesa, que sobresaltó a las mujeres que allí trabajaban en las cocinas- El ego vuelve de nuevo a dominarte ... No caigas en ese error del pasado ... - una sombra cubrió los ojos de Malik, tapando su brillo; se acordó de su hermano.

-Tranquilo hermano ... Esta vez no comprometeré a nadie ... Solo necesito recopilar la información necesaria para averiguar donde puede encontrarse. Tendremos que mandar a varios espías a las principales ciudades para que busquen información, así no cometeremos el error de aventurarnos a la nada: ya no soy el de antes- sentenció Altaïr, tomando un trago de su té y mirando fijamente a su compañero, esperando una respuesta de aprobación.

Malik se recostó sobre su silla, y tras meditarlo unos segundos, moviendo sus ojos desde un lado de la mesa a la otra, suspiró y afirmó con su cabeza . Altaïr esbozó su típica sonrisa torcida, expresando así su felicidad; si acoso él era capaz de sentir algo parecido ...



La noche estaba cayendo y, tras una larga jornada en el campo, Adah volvía al castillo junto a sus Hermanas. Antes de entrar hacia el patio interior, Adah se detuvo y contempló un instante como el crepúsculo se estaba apoderando del horizonte. Nana que iba más retrasada, junto a las otras Hermanas más ancianas, se paró detrás de ella y también dirigió su mirada hacia donde la de la joven se perdía.

-¿Qué te inquieta, niña?- Adah se volteó para mirarla y bajó los ojos tímidamente para no contestar. Nana era una mujer hermosa, a pesar de tener poco más de cincuenta años: su rostro anguloso estaba especialmente marcado por unos pómulos redondos y una mandíbula suave y curva como casi una media luna. Sus ojos eran oscuros y rasgados, sus labios finos y delicados, la nariz pequeña y delicadamente curvada. Así era su abuela- Vamos ...- la urgió llevándola cogida por los hombres.

Desde la ventana de su cuarto, que compartía con su hermana pequeña y otras Hermanas, observó inquieta la noche despejada y sin Luna: no podía dormir. Algo la inquietaba. Cansada de no poder dormir de seguido, se levantó y, con las rodillas pegadas al pecho, se quedó contemplando las estrellas, cuyas parpadeantes luces rompían en medio de la oscuridad.

Pensó en él: como tantas otras veces lo había hecho en los últimos años ... Ya había perdido la cuenta. Su rostro ya no lo recordaba tan nítido como el primer año de su cautiverio: cada vez se iba desfigurando más por culpa del paso del tiempo en su memoria. Tan pocas veces podía haber observado su rostro sin sentirse demasiado impertinente o curiosa, quizás, descarada. Siempre cubierto por aquel capuchón blanco que brillaba al sol, como si fuera un ángel ... De la Muerte.

Hacía solo unas noches que soñó con él: parecía tan real. Le recordaba a aquellos momentos que pasaron viajando y paraban junto a la orilla del río ... Fueron de las pocas veces que pudo sentirle tan de cerca ... A veces se ruborizaba al recordar aquello ... Seguro que había algo de pecaminoso en ello. Se levantó de la cama silenciosamente, cuidando de no despertar a sus compañeras y, a hurtadillas, salio del cuarto para subir al torreón, envuelta en una sábana para no coger frío.

Desde el torreón casi se podía divisar a lo lejos el mar, envuelto en la nublina. Era verano, pero aún así la brisa hacía que se le erizara el bello del cuerpo, y, especialmente, en la nuca. Cuántas veces había soñado con correr a través de los campos sembrados ... Llegar al mar y saltar desde un acantilado, para adentrarse en el mar ... Ser abatida, y mil veces golpeada por las olas del mar ... Sus pulmones llenarse de agua ... Su garganta hinchada por el salitre ... Sus cabellos confundirse con las algas en el fondo del mar ... Mientras sus ojos brillaban bajo las aguas turquesas, como tesoros perdidos de un barco naufrago ...

Alguien más la acompañaba ... Armand estaba detrás de ella. Sin siquiera inmutarse, Adah le observó de reojo y volvió su mirada con gesto soñador hacia el horizonte, ahora oscuro y cubierto de millones de estrellas. El Joven Caballero se situó al lado suya y, tras contemplar el perfil aguileño de la joven sin obtener otro tipo de respuesta que la indiferencia, también perdió su mirada hacia el horizonte marino ...

-¿Has pensado en lo que te dije?- preguntó tímidamente Armand.

Ella simplemente volvió su cara lentamente y le miró con sus hermosos ojos dorados, que se tornaban caprichosamente a oliva debido a la luz de la noche ... Brillaban de manera especial, como si en ella anidara un halo de esperanza ...

-Él vendrá ... Esta vez es seguro ... -volvió su rostro de nuevo al horizonte, llevándose una mano al pecho: un fuerte latido chocó contra sus costillas haciendo que su respiración se entrecortara levemente – Puedo sentirle ...

Sin comprender, Armand la miró confuso y a la vez dolido, por ser nuevamente ignorado por la joven. Resignado, miró a su alrededor y propuso a la joven entrar al castillo, de manera educada, a pesar de que por dentro la rabia corría por sus venas como un veneno ...

-No te preocupes por mí ... Aquí estaré bien de momento ... -contestó la joven, sin apartar la mirada del horizonte, con una sonrisa misteriosa esbozada en su boca y las dos manos apretadas fuertemente contra el pecho. En aquel momento, cubierta por aquella sábana, parecía una Virgen penitente ...