Fan Fiction

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miércoles, 21 de abril de 2010

Concentración Templaria ...


Los Caballeros Templarios habían llegado desde Tierra Santa. Adah, agachada y ocupada con una hoz para recoger el trigo, alzó la mirada con los ojos semicerrados. Varias muchachas señalaban al horizonte, protegiendo sus ojos del intenso Sol, incluso algunas señalaban. Una tropa de Caballeros Cruzados se acercaba ruidosamente, con sus banderas blancas, de cruces rojas estampadas en el centro, ondeaban al viento mientras los cascos de los caballos y las armaduras de los soldados sonaban con ruido sordo.

-Ya están aquí ...-murmuró la Nana, detrás de ella.

-¿Más Templarios?

-Eso me temo ...

-¿Por qué últimamente ahí tanto movimiento?- preguntó Telila, reincorporándose.

-No lo sé, hermana ... - contestó Adah acercándose a ella y tomándola por los hombros- Pero no me gusta ...

Telila era la hermana menor de Adah: poseía un hermoso rostro alargado, de facciones perfectas, forma ovalada. La nariz era recto y pequeña, bastante pegada al rostro. Sus grandes ojos cafés desprendían una dulzura y una inocencia a veces no acorde con su edad, de largas pestañas negras, coronadas por dos gruesas y rectas cejas oscuras. Su boca era pequeña y de labios gruesos, y el color de su piel era bastante más oscura comparada con la de Adah. Su velo siempre quedaba abombado debido a cantidad de rizos que bajo el mismo se escondían. A penas se parecían, pues eran medio hermanas.

Los Caballeros pasaron a paso lento por la carretera de arena malamente acondicionada, mientras en ambos extremos, las mujeres miraban con resignación su paso tranquilo y arrogante, muchas a sabiendas de que aquella noche, serían servidas de carnaza para los lascivos soldados que en varias semanas a penas habían visto a mujer alguna.

Adah atrajo la mirada de uno de los Caballeros más destacados, situado casi al frente de la tropa. Agarrada a su hermana, observaba como cada soldado pasaba sin a penas desviar la mirada del frente. El Caballero, que estaba montado sobre un caballo, levantó descaradamente la visera de su yelmo para poder contemplar mejor a la joven, que a penas había notado que estaba siendo observada. Maravillado, esbozó sin querer una sonrisa al ver una campesina tan hermosamente extraña.

Unos mechones negros como el tizón asomaban a través del pañuelo que llevaba cubriendo la cabeza, que hacían resaltar aún más la blancura extraordinaria de su piel y las pecas anaranjadas que adornaban su nariz aguileña. Pero lo más hermoso de todo eran sus ojos: grandes, intensos como el color del oro más puro, que aún más se intensificaban por los rayos del Sol.

La cruz, roja como la sangre que adornaba la túnica de su pecho, pareció intensificarse aún más, tanto como una especie de calor le recorrió las venas, haciéndole inspirar e hinchar su pecho orgulloso, con la barbilla altiva, observando de reojo a la pobre muchacha, inconsciente de las perversiones que el Templario tenía pensadas para su próxima víctima ...


Ya en el barco, Altaïr, junto con Ahmed, ambos vestidos como Templarios, embarcaron junto con María en uno de los barcos que estaban destinados a otros Cruzados. La usaron como rehén para disponer del barco plenamente y dirigirse sin más demora hacia la misteriosa isla de Chipre, que en aquellos momentos era el nuevo centro de acción Templaria.

-No sabía que robar un barco Templario fuera tan fácil: gracias a que no nos deshicimos de ella- señaló hacia la joven Altaïr, mientras ambos asesinos estaban asomado a la borda, viendo como cada vez más se iban alejando de Acre. La joven le dirigió una mirada de rabia, mientras intentaba deshacerse del nudo que le habían hecho para atarla las muñecas.

-Aún no cantes victoria, Hermano, todavía nos quedan una semana por delante hasta alcanzar Limassol ... Me preocupa encontrar allí alguien de confianza.

-Malik dijo que podíamos confiar en un tal Alexander.

-Sí, aún así no debemos confiarnos, pues esa isla escapa a nuestro control ... Tú encárgate de la acción .. Yo velaré por tu trasero cuando te metas en líos ...

-En eso confío plenamente ... Admiro tu capacidad de persuasión ... Espero que consigas algo con ésta ...- haciendo un amago de echar un vistazo, Ahmed se dio la vuelta y se dirigió a la joven, sentada delante del mástil.

La joven le dirigió una mirada furiosa, antes de que éste la tomara por un brazo y la levantara bruscamente y la empujara hacia delante, haciendo que ésta perdiera el equilibrio y cayera de rodillas.

-Di, ¿cuál es tu rango dentro de la Orden?- preguntó bruscamente Ahmed, empezando a perder la paciencia, cosa que ocurría en contadas ocasiones.

-Nunca revelaré nada de los míos ...

-¿De los tuyos? -saltó Altaïr de manera irónica- ¿Aquellos mismos que reniegan de ti? ¿Aquellos que te discriminan por tu condición de mujer? ¡¿Cómo puedes seguir defendiéndolos?!

-Calma, Hermano ...- pidió ahora calma Ahmed, con un gesto de su mano para detener el paso determinado de Altaïr hacia la joven indefensa- Tenemos por delante varios días de viaje ... Cuando las tripas te rujan de hambre ... Suplicaras por contarnos cualquier cosa. Llevémosla a las bodegas.

De un brazo y del otro, levantaron a la joven y la obligaron a caminar hasta las escaleras que llevaban a la zona inferior del barco, donde se encontraban las provisiones necesarias para la travesía y donde también encontraría consuelo o no en la compañía de las ratas ...


El recién llegado Caballero se dirigió hacia la Sala de Recepciones del castillo fortificado de Limassol. Allí, Armand Bouchard discutía con otros Templarios, que ejercían como consejeros de la orden. Parecían preocupados, y a medida que el Templario se iba acercando hacia sus camaradas, la conversación parecía subir de tono considerablemente. Se paró en seco esperando que el nuevo Maestre le diera paso para presentarse.

-Fredrick el Rojo ...-comenzó Bouchard, tras parar la conversación que mantenía con otro miembro de la Temple. Se volteo y recibió con un fuerte abrazo a un compañero de sus inicios en la Orden, al que hacía tiempo que no coincidía con él.- Me alegro de verte ... Afortunadamente sigues vivo: las últimas noticias que recibí de ti fueron que habías participado en el asedio de Acre, hace ya bastante años.

-No tanto tiempo, mi querido Hermano: solo unos insignificantes tres años. Fuímos afortunados: gracias a Dios que aún sigo aquí, y esa victoria se la merecía en toda su gloria. Pero parecía que ti te han ido las cosas mucho mejor que a mí: has llegado a lo más alto de la Orden. Me alegro por ti, confío en que saques adelante el Temple.

-No son tiempos fáciles: Saladino está a punto de declarar la guerra al regente de Jerusalén, y la Orden va perdiendo dominio territorial en Tierra Santa ... Todo por culpa de esos asesinos ... Tengo fe en salir adelante, pero considero de máxima importancia que nos retiremos aquí, lejos de la influencia de Saladino, para volver a recobrar fuerzas y volver a atacar de manera más contundente: no podemos arriesgarnos a perder de nuevo a nuestra Reliquia.

-¿Dónde se encuentra la Reliquia?

-Está aquí, bien protegida e inteligentemente camuflada: nadie pensaría que se tratara de algo tan importante.

-¿Qué es?- preguntó Fredrerik con curiosidad.

-No me creerías hermano ... Pero confiaba en mi Maestro, Lord Basilisk, y su intuición: creo que esta vez no son leyendas.

-Vamos, dímelo: sabes que puedes confiar en mí, Hermano.

En tono confidente, ambos Templarios se dieron la vuelta y se alejaron a un lugar más discreto: los aposentos del Maestre. Al mismo tiempo que llenaba dos copas doradas de vino griego, Bouchard se tomó su tiempo para coger fuerzas y revelar aquel secreto que desde hacía tanto tiempo, Los Templarios andaban buscando, pero que pocos sabían la realidad de todo aquello que ansiaban. Le tendió la copa a su compañero, y respiró hondo antes de revelarle la Verdad.

-Hermano, todas las sospechas de la Orden se hicieron realidad: tenemos en nuestro poder al heredero de Cristo.

-No puede ser ... ¿Quién es?- preguntó sorprendido Fredrick, agarrando con fuerza su copa para evitar que cayera de sus manos.

-Mañana se celebrará una fiesta como recepción de la llegada de los últimos Templarios que quedaron en Tierra Santa: allí revelaré la identidad y mis planes de futuro.

-Pero, ¿por qué tanto secretismo? Díme, ¿es peligroso?

-No, todo lo contrario ... Pero es más bien por la seguridad del individuo en sí.

-Entiendo ...-afirmó Fredrick, dándole poca importancia y centrándose en temas que más le inquietaban en aquellos momentos- Cuando venía de camino, vi a un grupo bastante numeroso de mujeres trabajando en los alrededores del castillo: campesinas.

-Sí, claro ...-comentó Bouchard, temeroso de lo que intuía que iba a escuchar a continuación.

-¿Cómo es que hay tantas mujeres?- preguntó pícaro el Templario, esbozando una media sonrisa torcida- Imagino que se podrá disponer de ellas libremente ...

-¡No!- respondió Bouchard contundente, tornándose su amable rostro en uno más serio-Mañana dispondréis de otras damas, pero dejad en paz a las campesinas esta noche.

-¡Hermano! ¿Qué importa? Son solo mujeres.

-Te lo advierto: controla a tus hombres, sino más a ti mismo. Si me entero que alguna de ellas ha sido agredida por tu tropas, atente a las consecuencias: no pienso ser indulgente. - puso la mano en el pecho de su subordinado- Mañana dispondrás de las mujeres más elegantes, sensuales y hermosas de la isla: pero dejadlas a Ellas en paz.

-De acuerdo ...-respondió, aún con tono irónica y extendiendo sus brazos, reclamando su sumisión e inocencia- Solo una noche más ... Pero no hace falta amenazar a nadie: eres el Maestre. Todo lo que digas, va a Misa.

Sin apartar sus ojos, casi desafiando a su Maestro, bebió de su copa. Bouchard imitó el gesto de compañero, y se dio media vuelta para cerrar fuerte mente los ojos y calmarse, mientras daba vueltas por la habitación para intentar romper la tensión que invadía su cuerpo hasta el punto de ponerlo rígido completamente ... No podía dejar que tocaran a Adah ... Tenía otros planes para Ella ...