Fan Fiction

...Music ...

jueves, 28 de enero de 2010

La Revelación de la Serpiente ...

-No puedes hablar en serio ...-murmuró ella, mirándole a los ojos, mientras la luz de las estrellas se tintileaban en sus húmedos ojos- Después de todo lo que ha pasado … ¿Vuelves a querer deshacerte de mí?

-No tienes por qué preocuparte, pues la responsabilidad de lo que me encomendaron recaerá sobre mí … Puedo fracasar si lo creo oportuno.

-Eres idiota- concluyó ella, con las gruesas cejas contraídas- Eres un creído …Creí que eras distinto. ¡No te soporto!- le golpeó el pecho con ambos puños sin dejar de mirarle fijamente a los ojos- Y pensar que yo alguna vez …

Pero se quedó callada, como si sus propias palabras hubieran quedado calladas dentro de su propia garganta. Apartó bruscamente la mirada. Tomó por los hombros a Nofek y se apartaron un poco. Se puso de cuclillas delante de ella y la tomó el rostro con ambos brazos. La niña la miraba con su característica inexpresividad.

-¿Dónde están las demás, Nofek?- le preguntó Adah, apartándola unos cuantos cabellos sucios de la frente.

-Debemos volver a Acre. Destrozaron el poblado poco después que lo abandonáramos … Ya no quedan más que las cenizas de nuestras casas.

-Es peligroso- sentenció Altaïr desde las sombras sin inmutarse lo más mínimo.

-Estábamos manteniendo una conversación privada- le espetó Adah sin siquiera mirarle.

-Una cosa es que os deje marchar y otra que no me importe si corréis peligro o no.

-Pues debería- y Adah se volvió para señalarle a modo de acusación con su dedo índice- Ya no formo parte de tus preocupaciones. Vamos, Nofek, busca tu poney y marchémonos de aquí.

La niña obedeció sin decir palabra y Adah se encaminó hacia el campamento para recoger sus cosas, no sin antes pasar por delante de Altaïr y dirigirle una mirada de desdén. Él la miró sin mover una sola facción de su rostro, pero por dentro sintió como si le pegaran una puñalada por debajo de las costillas. ¿Qué era lo que ella esperaba de él? A penas entendía por qué ella se había disgustado tanto con él …

Adah metió la mitad de la comida hecha por la noche en una vasijas o envueltas en telas para meterlas en su saca. Lo ató todo al caballo, sin dignarse a mirarle siquiera de reojo. Estaba tan furiosa con él. Ella esperaba … Ella … Sacudió la cabeza como para espantar una mosca especialmente molesta y apoyó su frente en la silla de montar, con las manos apoyadas en el lomo del caballo. Suspiró hondo y alzó la vista, dispuesta montarse. Sus ojos se cruzaron con los de Altaïr que la miraba desde el otro lado del animal, agarrándola por las manos con fuerza, impidiéndole impulsarse con comodidad.

-Creo que debería acompañaros …-comenzó a decir él suave, intentando que ella le mirara a los ojos- Para asegurarme que al menos llegáis bien.

-No es necesario-y le fulminó con una mirada llena de dureza- Yo puedo cuidar de Nofek sola.

-Lo siento, pero mi conciencia me impide dejar a una mujer y una niña solas, cruzando el desierto … Ya sabes lo que nos ocurrió con los bandidos … Escapamos de milagro.

-¡No vengas ahora haciéndote el héroe!

-Ya sabes que yo no soy ningún santo … Pero puedo escoltaros sin ningún problema.


-¿Qué quieres de nosotras?¿Acaso es otro de tus trucos? ¿Qué interés tienes en ayudarnos?


-Solamente tú ...-murmuró él mismo avergonzado y sin a penas poder sostener la mirada de la joven.

A Adah le dio un vuelco el corazón y apretó los dientes, no sabía si de rabia o por controlar algún que otro tipo de impulso desconocido hasta entonces. Altaïr deslizó su mano para dejar a la joven subir al caballo. Cuando ésta tomó las riendas, le miró levemente y después dirigió su mirada en dirección contraria, a las montañas, que quebraban el horizonte con sus rotas formas, como las del perfil de una sierra de carpintero.

-Puedes venir … Nos vendrá bien alguien que nos guié- comentó Adah, sin dejar de mirar el oscuro cielo que comenzaba a clarear con tonos violetas y rojizos.

-Me parece una sabia decisión- le contestó Altaïr, al mismo tiempo que corría hacia el campamento para desmontarlo y Nofek se acercaba a ella con gesto de malhumor, montada en su poney.


-¿Por qué le permites que nos acompañe?-preguntó la niña con un tono de reproche en su grave voz.

-Nos puede ser útil … Confía en mí, ya que yo confío en él-le aclaró Adah, mientras la peinaba el cabello alborotado con dulzura.

Emprendieron el camino al alba, sin haber dormido a penas, y se notaba el cansancio cargado en sus cuerpos, tambaleantes en las monturas, mientras iban a paso tranquilo. Cuando salieron de la zona de bosque, pararon a un lado del camino de tierra, algo alejados. Allí, después de comer algo, se dispusieron a descansar para recuperar el sueño que habían perdido durante toda la noche. Pero Adah se quedó sentada, sin recostarse. Altaïr la persuadió para que se acostara, pero ella negó con la cabeza, aludiendo que no tenía demasiado sueño, aunque las moradas ojeras que se dibujaban debajo de sus ojos y las bolsas ligeramente hinchadas indicaran lo contrario.

Él desistió vencido por el sueño, mientras la niña se quedó dormida al lado de Adah, con la cabeza apoyada sobre su regazo. Los ojos vacíos de Adah se perdían, al igual que sus dedos, entre los enredados y sucios cabellos de la cría. No sabría explicarlo, pero tenía el pecho oprimido que casi al respirar le dolía. Su cuerpo estaba rígido en la posición en la que estaba, como si sus miembros fueran rígidos bastones de madera. Escuchó un susurro serpenteante cerca de ella. Pero era leve, como si pasara corriendo, alejándose y acercándose al mismo tiempo. Ella miraba a su alrededor sin alterarse, comprobando de aquella manera de que no había nadie más allí, aparte de ellos mismos.

Con cuidado, apartó la cabeza de Nofek a un lado y la puso encima de un bulto de telas,que habían formado su velo. Sus cabellos acariciaban su rostro con débiles azotes y se entremetían en su boca y ojos. No se sentía dueña de cada movimiento que hacía, pues ella no tenía la voluntad de hacer lo que estaba haciendo. Se puso en pie, con la vista fija en un sitio concreto del camino, sin que allí viera nada … Pero aún así, tenía la imagen de una serpiente grabada en su mente con la absoluta certeza de que lo estuviera percibiendo a través de sus sentidos.


Se paró el seco, mirando fijamente a aquella serpiente invisible. Con la cabeza bien alta, y mirándola de reojo con aquella pupila alarga, que rajaba el iris ambarino. La tentaba con su lengua bífida, de manera burlona, como si tratara de decirla algo. Ella se agachó y se quitó las sandalias para comenzar a andar descalza por la gravilla. Las piedrecillas se clavaban en la planta de sus pies, haciéndola rasguños y pequeñas heridas que sangraban levemente. La serpiente se acercó sigilosa a sus pies, rodeándola con su escamoso cuerpo los tobillos, enredándose en sus pantorrillas …
Adah sentía el contacto de aquel cuerpo tibio y cayó arrodillada, seducida por algún tipo extraño de magia … Dejó que la serpiente subiera enrollándose en su cuerpo, apretando y aflojando al mismo tiempo que trepaba un poco más, mientras notaba las contracciones del cuerpo de la misma … La serpiente llegó hasta su pecho y continuó el camino por los brazos, que Adah había extendido hacia afuera, dejando que la serpiente se enroscaban en sus delgados y blancos brazos.
La muchacha, con la boca entreabierta y los párpados casi cubriendo sus ambarinos ojos, miraban a la serpiente embelesada, como si ésta la hubiera seducido … Igual que a Eva. La serpiente sacaba su lengua bífida con rapidez, como si le hiciera una burla a la joven, al mismo tiempo que su cabeza se acercaba lentamente hacia la nariz de la joven, con las pupilas alargadas y negras fijadas en la misma.

Al abrir por completo los ojos, éstos se encontraron con los de la serpiente, en donde vio reflejada una cierta similitud, a parte del color … Una similitud que traspasaba lo meramente físico … Algo más parecido a una semejanza de espíritu … Una unión … O quizás un reflejo de si misma. Asustada y con gesto de asco, apartó de si la serpiente, intentando dejarla en el suelo … Pero no se soltaba.

-“Suéltate, ¿por qué no me dejas?”- pronunció la joven en su mente, con los ojos bien abiertos a modo de suplica.

-“Porque tú y yo somos una misma … Una unión … Una sola alma ...”- silbó la serpiente, que conseguía trepar por los delgados brazos como si estos fueran ramas de árbol.

-¡Yo no soy como tú!- gritó la joven como si saliera de un trance, mientras elevaba los brazos hacia el cielo, preparada para golpear a la serpiente contra el suelo. El sol cegador hacía llorar sus ojos semicerrados.

-¡Adah!- gritó Altaïr mientras se abalanzaba sobre ella.

Ambos rodaron por suelo, ya que Altaïr consiguió abrazarla por la espalda y echarse a un lado antes de que la carreta, tirada por una mula, les pasase por encima. Cuando el polvo se hubo disipado un poco, el hombre que llevaba la carreta saltó asustado de la misma y se acercó a los dos jóvenes para comprobar si se encontraban bien. Altaïr se levantó y ayudó a reincorporarse a Adah, que estaba muy tiesa y con la mirada fija en el suelo.

-¿Se encuentran bien?- preguntó el comerciante.

-Tranquilo, no se preocupe … Solo fue un despiste- contestó Altaïr en lugar de Adah- No volverá a pasar.

-¡Deberían tener más cuidado!- se quejó el hombre con los brazos en jarras, como si estuviera regañando a un par de chiquillos. Dicho esto, se dio la vuelta y emprendió de nuevo su camino, una vez hubo tranquilizado a la asustada mula.

Nofek se acercó corriendo y se quedó muy quieta, con los enormes ojos castaños mirando con terror a Altaïr, que sujetaba Adah por la cintura y la ayudaba a caminar, sacándola del camino. Parecía una anciana débil y confusa.

-¿Qué ha pasado?-preguntó la niña con su característica voz grave y ronca, como la de un adolescente que está cambiando la voz.

-Nada … Vamos ...- contestó el joven asesino, empujando suavemente a la niña, en cuanto pasó por su lado. Por primera vez, Altaïr vió el miedo reflejado en el rostro de la niña.

Se dirigieron a a la sombra y con suma suavidad, dejó a Adah encima de una manta, mientras ésta comenzaba a sudar y su piel adquiría un tono amarillento. Su cuerpo estaba completamente relajado, los ojos se abría y cerraban continuamente, y de vez en cuando, giraba la cabeza bruscamente de un lado a otro.

Adah se sentía dentro de un torbellino donde las imágenes llegaban confusamente a su aturdido cerebro. Un hormigueo constante le recorría su cuerpo, como si miles de patitas caminaran por encima de su sensible piel, que era capaz de sentir la forma exacta de las piedrecillas que se amontonaban por debajo de la gruesa manta de cuero. Estaba mareada y las figuras de Altaïr y Nofek se desenfocaban a cada rato, mientras los flujos de su estómago amenazaban con trepar por su seca garganta …

-¿Se va a morir?-preguntó Nofek, con la voz claramente quebrada.

-No lo sé ...-murmuró Altaïr igual de asustado, mientras cogía en una mano la delgada muñeca para tomarla el pulso: era increíblemente débil- ¿Qué ha comido?

-Una hogaza de pan con crema de lentejas y poco de queso fresco que traía yo …

-¿Qué le has echado?- preguntó Altaïr con tono de desconfianza y clavando los ojos en los de la niña, tratando de escudriñar cualquier brillo que pudiera delatar su mentira.

-Dios se le ha revelado y no tiene que ver con la comida ...-murmuró ensimismada, sin siquiera mirarle, como si hubiera otra cosa detrás de él y la estuviera analizando con suma tranquilidad- Es la Elegida, tal y como predijo la Nana …

-¡¿Qué?!- Altaïr se levantó de un saltó y se abalanzó sobre la joven, agarrándola fuertemente por los brazos- ¿La Elegida? ¿Revelaciones de Dios? ¡Tendrás que inventarte algo más contundente para convencerme de que no la has envenenado!- la señaló, mientras Adah, murmuraba en voz casi inaudible palabras pronunciadas con la lengua medio dormida- Si Dios existiera, no la haría sufrir, si quisiera ayudarnos.

-Nos lo merecemos- los ojos grandes y oscuros se clavaron en él como dos imanes- Debemos ser castigados para aprender de nuestro errores y ofensas.

Altaïr no pudo contener la rabia al oír tal sarta de sandeces seguidas. Casi de manera automática, su mano salió disparada contra las lisas mejillas de la muchacha, produciendo un sonido parecido al de un latijazo. Sus ojos, entrecerrados que le daban aspecto de somnolienta, se abrieron de par en par, como si no se esperara aquel golpe, pero aparte de ellos, ningún otro rasgo de su rostro reaccionó ante aquel violento acto. Tembló ligeramente y le miró con el temor reflejado en sus ojos.

-La Nana ...-murmuró con voz ronca, a consecuencia del shock- Ella me dijo que … Que tenía que dárselo ...- su grueso labio inferior tembló. Cerró los ojos, apretándolos hasta casi meterse las pestañas por dentro y tragó saliva para recobrar fuerzas y seguir hablando- Así podría contactar con Dios … Es una tradición … Tenía que hacerlo para que … Para que Adah tomara consciencia de lo que … Realmente es …

-¿Quién es?¿Qué es lo que la has dado?- la rabia se traducían en corrientes eléctricas que le impulsaban a zarandearla para sacarla la información. No quería volver a levantar la mano contra ella … No contra una mujer … Menos contra una niña …

-Solo le eché un poco ...-las lágrimas brotaron de su inexpresivo rostro, solo contraído a nivel de la frente, en una mezcla de arrepentimiento y culpabilidad- No quería hacerla daño … Lo juro … Yo la … Amo …