Fan Fiction

...Music ...

jueves, 28 de enero de 2010

Movimientos Silenciosos ...

Los ruidos y sonidos volvieron a despertarla … Se quedó dormida. Se levantó con torpeza y notó como le rugía el estómago …¿Cuántos días llevaba sin comer? Entró un hombre, dando fuertes pisadas contra el inestable suelo de madera. Se agachó para acercarse más a ella. Sus pasos sonaban arrastrados por el polvo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de ella, le mostró una torta de pan que llevaba y una especie de bota de cuero con agua.

-Llevas varios días sin comer …-le susurró en un tono que a ella no le agradó demasiado, mientras la sonreía con los ojos brillantes, los cuales destacaban en la semioscuridad en la que se encontraban- Toma … Por eso debes de estar tan débil.

Ella los tomó con desconfianza, evitando mirarle directamente a los ojos. Primero, cogió la torta y empezó a dar pequeños mordiscos. Temía que estuviera envenenado. Esperó un rato, mientras masticaba lentamente los trozos que se había llevado a la boca. Él la observaba … Cada movimiento de su boca.

Acercó una mano y suavemente, le retiró un mechón que le tapaba una parte de la cara. Ella le miró con desconfianza. Era tan hermosa, pensó él. Tenía el rostro ovalado y enmarcado especialmente en los pómulos. Sus ojos eran grandes, rodeados por unas espesas pestañas negras, que hacían parecer que los llevara pintados … Sus ojos … Sus ojos cambiaban desde un tono miel a verde oscuro … Su nariz era arábiga, bastante aguileña … Pero en comparación con el resto de la cara, quedaba más hermosa que si hubiese sido respingona.

Bajó la mano para quitar unas migas de la comisura de la boca y ella, con solo notar el leve tacto de la yema de su dedo, le pegó un manotazo en toda la muñeca para apartarle de si misma. Él se quedó estupefacto con lo que ella acababa de hacer, y poco a poco, sus cejas se fruncieron en un gesto de rabia.

-Vaya …-murmuró, como tratando de contenerse- Así que … Es así como agradeces nuestra hospitalidad …¿cierto?

-Llevaís días sin darme de comer y me teneís encerrada como una prisionera … Teneís un concepto peculiar entorno a lo que es la hospitalidad.-contestó ella tajante, pronunciando las primeras palabras con su captor .

-Nadie le dijo, señorita, que esto iba a ser divertido …-dijo sonriendo con tremenda maldad- Y vos no lo poneís más fácil haciendoos la dura … Teneís algo que nos interesa y sabeís de sobra que seríais libre si nos lo entregaseís.

-Jamás- y lanzó la torta al suelo, desafiando al mismo tiempo con la mirada a aquel hombre armado- Si pretendeís engatusarme con comida y mostrando compasión por mí, lo teneís claro … Preferiría morir antes que entregároslo.

-¡Ja! Qué valiente es uno cuando no ha conocido en propia carne la agonía de la Muerte … Permitídme que me burle, pero solo dicen esas cosas los necios …-se acercó aún más a la muchacha y la agarró por el cuerpo, apretándola contra la pared- Vuestro cuerpo ahora mismo lucha por la vida, mientras que vuestras palabras lo único que hacen es retar a la Muerte …-Ella se retorcía, agarrándose fuertemente a las manos y su boca se entreabría emitiendo gemidos ahogados en su garganta, prisionera de las fuertes manos de aquel hombre.

Él aprovechó para acercar aún más su rostro al de la joven, entreabiendo la boca para recibir el cálido aliento de su agonía. La soltó súbitamente mientras ella trataba de recuperar el aliento, entre toses y gemidos. Se levantó y la observó desde la altura. Después, salió del interior del carro no si antes propinar una patada a la torta de pan que hizo que ésta saliera volando hacia el exterior.

Ahora sentía miedo. Sus ojos comenzaron a nublarse y al parpadear, la primera lágrima se derramó por su rostro. Lloraba de impotencia. Sentía que nunca jamás podría escapar de aquella situación. Y la incertidumbre de lo que harían con ella también la tenían nerviosa … Dejó que su llanto silencioso prosigiera, mientras podía escuchar como fuera emprendían de nuevo el viaje ….

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Otro día de calor intenso. Las investigaciones realizadas por Altaïr antes de localizar a su objetivo le habían aportado una valiosa información que antes Rafik no le había mencionado: la casa del mercader estaba extremadamente protegida. Un hombre, llamado Misbah, se lo había contado todo, incluyendo la manera en la que podría entrar.

Se encontraban en un callejón, apartados de la muchedumbre. Altaïr agarraba con firmeza el cuello de aquel hombre, que estaba arrinconado contra la pared. Misbah no hacía más que suplicar piedad.

-Por favor … No me mates … Prometo no revelar tus intenciones … Aprecio demasiado mi vida como para jugármela, sabiendo que me conoces …-aquellas suplicas le parecían de lo más patéticas al joven asesino.

-Y yo también aprecio la mía … Por ello, no puedo dejarte vivir …-contestó Altaïr con un tono inexpresivo.

-¡No! ¡Te juro que no te traicionaré!

-No tengo pruebas para fiarme de ti … Si has sido capaz de traicionar a tu superior con solo unos golpes de mi puño … ¿Qué no harás cuando el filo cortante de una espada se pose contra tu garganta? - dicho esto, sacó la cuchilla que llevaba guardada detrás de su muñeca, produciendo un sonido silbante …

Los ojos de aquel individuo se abrieron por completo. Pero Altaïr se mostraba impasible. Aquella imagen se había repetido varias veces en muchas ocasiones como para echarse atrás. Había aprendido a separar sus emociones y remordimientos de sus acciones.

Con un rápido movimiento, la hoja se clavó en la yugular de su víctima, consiguiendo que ésta profiriera un sonido que sonó ahogado a causa de la sangre que comenzó a brotarle tanto hacia el interior como el exterior de su garganta. Sacó la hoja rápidamente y le soltó, dejándo que lentamente se fuera cayendo, mientras su cuerpo resbalaba por la pared de arenisca. Cuando estuvo en el suelo en una postura grotesca, el joven dio media vuelta y salió con suma tranquilidad, volviendo a mezclarse con las gentes, mientras limpiaba disimuladamente la sangre fresca que se deslizaba por la cuchilla …

Caminaba por las calles lentamente, moviéndose entre la multitud. Se estaba dirigiendo al barrio rico de la ciudad, donde el arrogante mercader tenía su hogar. Altaïr sabía que aquel día, podría aprovechar algo que tenía a su favor: Misbah le reveló que Tamir recibía esa misma mañana un cargamento de aceite. Para encontrar el camino hacia la casa, solo tenía que fijarse en hombres que cargaban con barriles de aceite, o simplemente, seguir el rastro que a veces se desprendía de la mercancía. No tardó mucho en poder seguir la pista, pues el cargamento parecía bastante numeroso, y varios hombres se daban prisa por transportarlo desde el puerto hasta la casa del mercader.

La puerta principal estaba vigilada por varios hombres, y la casa no tenía suficientes pisos como para poder ocultarse desde las alturas. Tendría que entrar por aquella puerta sí o no. Echó un vistazo alrededor y localizó que cerca de la entrada al patio trasero, los transportistas iban dejando la mercancía, esperando que les dejaran paso para poder meterla dentro. Para ser un cargamento importante, no tenía vigilancia puesta. Altaïr se sonrió. Podría utilizarlo como método de distracción.

Se alejó con disimulo y buscó paja seca o cualquier rama para poder prender. Recogió la suficiente cantidad para no llamar demasiado la atención. Luego, se metió en un callejón que daba a un patio bastante soleado. Amontonó lo que recogió y sacó de uno de sus bolsillos una lente de cristal, que siempre llevaba consigo para cuando necesitara hacer una hogera cuando andaba de viaje, pues las noches en el desierto suelen ser bastante frías.

Se lo tomó con mucha paciencia, hasta que prendió débilmente y sopló suavemente, mientras iba reuniendo paja para que pudiera alimentarse más aquella pequeña llama. Mientras se comenzaba a crecer la pequeña fogata, buscó algún palo de madera o estaca. Cuando encontró uno, ató a uno de los extremos un montón de paja, entrelazando el heno entre sí y agarró del extremo contrario para prenderlo. Cuando hubo suficiente llama, apagó el otro fuego echando tierra encima y pisándolo hasta que definitivamente se extingió.

Subió por unas escaleras cercana y procuró que la antorcha improvisada que había creado no se apagase, teniendo a la vez cuidado de no quemarse. Llegó a un edificio cercano y desde aquella distancia, lanzó la atorcha para que cayese cerca de los barriles, donde uno de los mismos tenía un pequeño escape y podía servir perfectamente de catalizador. Esperó paciente a que estallaran y los guardias, alertados, abandonaran sus puestos para ver lo que había pasado. Preparó la cuchilla oculta para que el guardia que quedase no diera problemas …