Fan Fiction

...Music ...

lunes, 9 de agosto de 2010

Fredrick el Rojo ...

En posición completamente fetal y rodeado de heno por todas partes, Altaïr se concentraba en las pisas del caballo para determinar con exactitud el momento mismo en el que se adentraban en el Castillo. El carro iba sin ninguna prisa, tan lento que Altaïr no necesitaba echar un vistazo por la ranura de madera del suelo para darse cuenta de cuantas veces habían pasado por encima de enormes piedras; lo que aún más le sorprendía era que la rueda se mantuviera en su eje. Una hora más tarde aproximadamente, el carro fue parándose lentamente hasta que ya no rodó más y pudo escuchar unas pisas secas, metálicas sobre el suelo arenoso; eran Templarios.

-Llevo este heno hacia los establos ....-dijo el transportista, con cierto deje de temor en la voz.

Los dos guardias, como pudo comprobar contando los pasos, rodearon la parte de carga donde el mismo se encontraba. Altaïr usó su vista de águila para poder con mayor claridad lo que pretendían aquellos guardias. Uno de ellos alzó su lanzá y la clavó justo en el centro, donde Altaïr se encontraba. Con un movimiento rápido, rodó a uno de los extremos opuestos, poniéndose a salvo de la cuchilla. Por un momento meditó la opción de sorprender a uno de los guardias y clavarle la cuchilla antes de que dijera nada, para después introducirlo dentro del carro, pero sería demasiado evidente ya que quedaba otro guardia y el propio transportista, que horrorizado no reaccionaría de la forma deseada y le costaría tiempo tratar de convencerle para que le ayudara a infiltrase en el Castillo. Por lo tanto, mientras durase aquel chequéo, se movería de un lado a otro esquivando las lanzas hasta que los guardias estuvieran satisfechos con su inspección matutina.

Por fin dieron el paso al carro y Altaïr se centró en recuperar fuerzas para lo que sería su misión más improvisada y alocada ... Dependería de su visión de Águila más que nunca. Como un león al acechó, se puso de cuclillas, con las rodillas bien pegadas al pecho y esperó a que parase el carro de nuevo. Analizó y memorizó con todo detalle el entorno por donde se moví, para así aprovechar mejor el tiempo en cuanto a reconocimiento del terreno, en el que iría a batallar de un momento a otro. Su cuerpo se inclinó bruscamente hacia delante y notó que ya no se balanceaba el carro. Escuchó los pasos del transportista y entonces decidió que era ahora o nunca. Salió disparado y se refugió como una criatura de la oscuridad en la zona más sombría del establo. Oía al caballo relinchar contento por el premio que su dueño le acababa de dar. Altaïr vio como el transportista dedicaba unos minutos a acariciar hocico de su animal y aprovechó para deslizarse lo más agachado que le permitían sus piernas para salir de allí sin ser visto.

Paró justo detrás del marco de la salida y observó como una tropa de seis hombres hacían ronda y alarde de soberbia, Altaïr se sonrió divertido con su característica sonrisa torcida ... Se preguntó qué pensaría Adah de todo aquello. Con el corazón acelerado de nuevo por el recuerdo de la joven, salió disparado hacia el patio exterior hasta colgarse de una escalera que servía para trepar por el establo. Desde allí tenía una panorámica perfecta. El campo de entrenamiento, justo en el punto más céntrico del recinto, era el más tranquilo, aunque había personas allí. Se imaginó que era el sitio más probable en el que se podría encontrar Fredrick, puesto que era el líder de la Guardia Templaria y tendría que encargarse del entrenamiento de la misma.

Corrió sin pensárselo dos veces hacia unas escaleras que subía al primer nivel del Castillo. Pegado contra la pared, su espalda se deslizaba sin problemas, de medio lado, ascendiendo lo más rápido posible. Antes de llegar a la primera esquina que daba acceso a ese nivel, vio dos guardias apostados, paró el ritmo y comenzó a caminar de manera normal, con las dos manos en posición de rezo, oculto tras su capucha. Pasó entre los dos guardias que le miraron con ojos inquisitorios, y, sin darles tiempo a reaccionar, clavó su cuchilla en la nuez del de la derecha, para después girar sobre si mismo y abrirle la garganta en un gesto rápido al de la izquierda.

Comenzó a esprintar, cruzando el pequeño patio, para dirigirse al siguiente, cuando otros dos guardias descendía las escalera que llevaban al siguiente nivel. Al descubrir a lo lejos los cadáveres ensangrentados de sus compañeros, se pusieron en guardia para recibir al monje que cruzaba corriendo el patio. Altaïr alargó el brazo y sacó de su espalda unos cuchillos pequeños que utilizó para lanzarlos contra las gargantas indefensas de los guardias, ya que portaban casco de metal que protegían sus cabezas y rostros. Al primero consiguió dejarle fuera de combate, pero el segundo esquivó milagrosamente el cuchillo que iba dirigido a él, protegiéndose con su espada. El joven asesino no perdió tiempo durante su carrera, cada vez más cercana a su adversario, y sin detenerse un segundo, desenvainó su espada y la alzó, lo que le daba un aspecto de soldado de la Yihad.

-Es árabe ...-musitó asustado el guardia, y se aferró con más fuerza aún a la empuñadura de su espada, la cual mantenía enfrente suya como si fuera un escudo inquebrantable.

Altaïr aferró ambas manos a la espada y se apoyó sobre un pivote que había al final de las escaleras para impulsarse y pegar un salto. El guardia observó su ascenso y descenso como si se tratara de un águila majestuosa, con las patas recogidas dispuestas para capturar a su presa en el vuelo. El asesino estiró su piernas para golpear en el pecho al Templario y desequilibrarle. Giró la espada el aire y propinó un corte entre el cuello y el trapecio. El Guardia, en su agonía, propinó un codazo en el estómago que hizo que Altaïr se estampase de espadas contra la pared. Después del impacto, se reincorporó y, sacando bruscamente el filo de la espada clavado en la carne del guardia, atravesó con la misma por el costado que le quedaba más cercano y le propinó una patada en el estómago al mismo tiempo que sacaba la espada. La guardó de nuevo y tomó aire mientras se acariciaba el vientre, protegido por su amplio cinto ... Debería tener más cuidado la próxima vez.

Siguió corriendo hasta que una tropa que hacía la ronda se topó con él y tuvo que parar en seco para no chocar. Sacó de nuevo la espada y luchó sin piedad, con la mayor eficacia posible. No quería entretenerse demasiado y seguir llamando la atención de manera cada vez más notoria. Esquivaba a sus adversarios como años atrás, la misma precisión en el combate contra varios adversarios a la misma vez, aunque hubiera pasado ya muchos años desde que el Credo le hiciera Hasssan y la acción pasara a un segundo plano ... El duro entrenamiento durante aquel tiempo de abstinencia le había ayudado más de lo que pensaba.

Se deshizo del último de sus contrincantes con determinación y volvió a guardar la espada. Corrió subiendo las escaleras hasta el siguiente nivel, donde pudo escuchar con claridad el sonido de dos espadas al chocar en plena pelea. Adoptó la posición de un monje y se camufló tras las sombras que las columnas proyectaban en el suelo, cuando el Crepúsculo estaba a punto de llegar ...

-¡Sin piedad, Caballeros! - fueron las primeras palabras que escuchó de su próximo objetivo ... Una voz seca y contundente- Esta es una tierra llena de supersticiosos paganos ... Recordad, Ellos no os quieren aquí ... No les gustáis ... No comprenden la la verdadera finalidad de vuestra Causa! Y están conspirando en cada momento para deshacerse de vosotros! Así que manteneos en guardia , y no os fiéis de nadie!

Contento con el discurso, Fredrick respiró hondo mientras vigilaba a los novatos poner en práctica las habilidades que tantas veces había tenido que enseñar a lo largo de su carrera como Líder de la Guardia. Un olor a flores del campo inundó el ambiente, ya que en ninguna otra parte del Castillo podría proceder aquel olor salvo de Ella ... Aquel olor que respiró cuando la poseyó en el suelo arenoso, a las afueras del Castillo ... Aquel olor mezclado con sudor que desprendían sus cabellos sucios por el polvo del suelo ... Sintió unas tremendas ganas de salir de allí y buscarla de nuevo para sofocar su lujuria, pero se contuvo, al observar una figura que no encajaba en aquel lugar: la presencia blanca de la túnica de un monje, que andaba por allí cuando estaba estrictamente prohibido a todo aquel que no perteneciera a la Orden.

Ambos se mantuvieron la mirada hasta que Fredrick ordenó con un grito de rabia que abordaran al intruso. Los jóvenes guardias se abalanzaron contra Altaïr, quien mantuvo la calma en todo momento. Cerró su puño izquierdo para activar el mecanismo de la cuchilla oculta y esperó la llegada de los Templarios, que alzaban sus espaldas mientras corrían hacia él. Con la propia cuchilla esquivó la espada de uno de ellos para después, rápidamente, clavársela en el estómago. Apartó al Cruzado herido, echándolo encima del compañero del mismo, al que después retiró el cadáver de encima y le cogió por la parte superior de su túnica, donde resplandecía una gran cruz templaria de rojo intenso. Desarmado, se aferró a la muñeca del asesino tratando de escapar. Altaïr, frío como el hielo, degolló al Templario, cuya sangre le salpicó para después caer a borbotones sobre la Cruz, haciéndola desaparecer tras un mar escarlata. Dejó caer al suelo el cuerpo agonizante y mostró como a modo de desafió la cuchilla ensangrentadas con sus dos pupilos a Fredrick el Rojo, quien apretaba las mandíbulas lleno de rabia.

-¡Hashashin!- gritó enrabietado- ¡Prepárate para morir!

Con un grito de guerra y empuñado la espada como una estandarte de Muerte, corrió hacia el enemigo como si fuera el único propósito en su vida en aquel instante. El asesino desempuñó su espada y se puso en guardia para recibir el primer ataque con un paz infinita que hubiera turbado a enemigos más débiles. Fredrick descargó toda su furia sin mirar donde apuntaba, por ello Altaïr pudo fácilmente detenerle y golpearle con el tacón de la bota en un rodilla, haciéndole flexionarla dolorosamente. Con el puño que tenía libre, Fredrick golpeó en la cara cubierta del asesino, haciéndole una pequeña herida en el pómulo.

Altaïr respondió al ataque con un golpe contundente sobre su muñeca, el cual hizo que el Templario aullara de dolor y se retirara unos pasos hacia atrás, agarrándose con fuerza la muñeca. Ésta sangraba considerablemente, puede se quedara inútil para el resto del combate. Altaïr esperó pacientemente que su contrincante se recuperara y acabar con aquello de la manera más noble posible: luchando, ya que el objetivo lo merecía por su fiereza y estupidez.

-¿Por que no me matas, aprovechando mi debilidad?

-El oponente no lo merece: una lucha honraría más vuestro asesinato que cualquier otra estrategia menos directa ...-contestó el asesino, que estaba quieto y expectante, sin la menor prisa o gesto para atacar.

-Creía que ése era el estilo de los asesinos: atacar por la espalda sigilosamente ... ¡Como ratas cobardes que sois, sarracenos despreciables!

Altaïr sonrió torcidamente, pero no se movió. Pretendía sacarle de sus casillas, ya que él no pensaba mover un solo dedo para reanudar la lucha ... Y lo consiguió: el Templario volvió a gritar con más fuerza, con el brazo encogido sobre el estómago mientras empuñaba con la otra la espada, que parecía hacérsele más pesada que nunca ... Ni siquiera en sus primeros días de entrenamiento durante su adolescencia.

Casi sin la suficiente fuerza para empuñar la espada, Fredrick intentó golpear al asesino, pero lo único que consiguió fue una propina de puñetazos que procedían de la empuñadura del Altaïr. Calló definitivamente de rodillas enfrente de Altaïr, exhausto, con la cara hinchada y un hilillo de sangre recorriendo su labio inferior y la barbilla por completo. Dejó caer la espada a un lado y se quitó el casco, y trató de encontrar los ojos oscuros del asesino observarle desde su altura.

-Mátame ... Acaba con esto ... No he demostrado ser un rival digno.


-Que la paz sea contigo ...-dicho esto, Altaïr terminó con su enemigo cortándole la cabeza con un golpe seco de espada ... El rostro deformado de Fredrick quedó gesticulando un gesto de horror mientras rodabas por el empedrado, dejando un reguero de sangre detrás ...

Telila produjo un grito ahogado desde una de las ventanas del interior del palacio y vio como el asesino dirigió su mirada fría hacia donde ella se encontraba .... Hasta que en ese momento una mano la tapó la boca y la apartó de la ventana, desapareciendo del campo visual del asesino. Una voz familiar le susurró:

-Llévame con Hadasa inmediatamente ...-era su hermana Adah- Necesito su ayuda ...