Fan Fiction

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jueves, 28 de enero de 2010

Castigo ...

La agarró de un brazo y la levantó con brusquedad. Cogió el pañuelo que colgaba de su hombro y se lo echó en la cabeza, cubriéndola por completo el rostro. La empujó hacia delante y casi tropezó con las escaleras que subían hacia la plataforma. Se agarró a un soldado y éste, cuando comprobó que se podía mantener en pie, la propinó otro empujón. A tropezones, escuchando los insultos de la gente y de los propios soldados que la custodiaban, llegó a la plataforma.

El pañuelo, grueso y oscuro, dificultaba su visión. Los rayos de luz penetraban mostrándola movimiento y agitación, donde figuras amorfas se amontonaban formando una masa. Parecía un mar alborotado, en plena tormenta. Furiosa, indomable: así se mostraba el pueblo ante ella.

Tenía miedo. Sus ojos pasaron tímidamente de un lado a otro, hasta que se percató de un bulto atrás de ella. De reojo, volvió rápidamente la cabeza y no pudo evitar sentir ganas de vomitar, una vez las lágrimas comenzaron a salir involuntariamente de nuevo. Aquellas lágrimas ardían sus ojos de rabia. No eran tan abundantes como las anteriores, pero aquel esfuerzo de contenerlas le daba dolor de cabeza, especialmente a nivel de las sienes.

Altaïr vio la figura cubierta, con la cabeza gacha y supo enseguida que era Adah. Observó a su alrededor y buscó una manera para llegar hasta ella de una manera rápida. También pensó en ángulo correcto en el que caer para enseguida reincorporarse, pues lo más probable es que a su aparición le siguieran al encuentro una docena de soldados. Escuchó el sonido de un latigazo acompañado de un grito de dolor.

Adah, calló de rodillas y se apoyó sobre sus brazos, que temblaban por culpa del dolor. Lord Basilisk abrió el vestido de Adah por la espalda y, alzando de nuevo el látigo. Lo soltó con fuerza sobre la espalda, que empezaba a adquirir un tono rojizo debido al golpe anterior.

-Ahora tendrás razones para llorar, puta ...-murmuró para sí mismo.

Otro chasquido. Adah se apretó los dientes con fuerza para contener el grito, que quedó en un simple gemido. Tres latigazos más seguidos. La rabia de Lord Basilisk se basaba en la excitación que le producía azotarla y humillarla públicamente. El dolor se expresa a través del llanto y el grito, pero ella se negaba a darle esa satisfacción. Sus golpes eran tan fuertes, que la delicada piel de Adah comenzó a sangrar. Los rasguños no eran superficiales, sino bastante más profundos. La piel de un hombre es más gruesa que la de una mujer.

Adah aguantaba, abrazada a si misma como una forma de consuelo y para evitar que el vestido se bajara demasiado, mostrando así su pechos. Se mordió varias veces el labio inferior, arrancando los trozos secos de labio. Podía saborear su sangre. En una ocasión de mordió la lengua por descuido. Su boca brillaba con la intensidad escarlata de la sangre, oculta a las gentes del pueblo por el velo oscuro que la cubría. La excitación del pueblo se palpaba a cada flagelación. Sus gritos, en la mayoría masculinos, pedía más y más al castigador.

-¡Ya basta!- interrumpió una voz.

Altaïr alzó la vista, justo cuando se disponía a intervenir, completamente asombrado. Uno de los Caballeros Cruzados que allí estaban presente, subió a la plataforma y arrancó de las manos el látigo a Lord Basilisk. Levemente, el cuero rozó la piel irritada de Adah y profirió un silbido de dolor, mientras balanceaba su cuerpo de atrás hacia delante para calmarse.

-Esto es un espectáculo bochornoso … ¡Ya es suficiente, Lord Basilisk!- le increpó el joven Caballero.

-¿Osas desafiarme? Estoy por encima de tí, así que no me puedes dar órdenes ...- agarró el cuero del látigo e intentó tirar de él, mientras el joven oponía resistencia- Suéltalo antes de que te azote a tí también por insubordinación.

Se quedaron desafiantes, manteniendo una batalla visual, hasta que el joven soltó el látigo. En vez de retirarse, se arrodilló junto a la joven y la tapó con su capa. Lord Basilisk, completamente indignado, alzó el látigo de nuevo y golpeó en la frente del joven, donde se abrió una pequeña brecha. Él cayó un momento al suelo, pero solo tardó segundos en recobrarse.

-No vuelvas a ponerme en evidencia de nuevo, muchacho … Recuerda que no eres nadie, solo un soldado a mis órdenes ...-masculló entre dientes Lord Basilisk, lo suficientemente bajo para que solo el joven Caballero captase el mensaje.

El joven bajó la mirada avergonzado. Adah, arrodillada aún, lloraba silenciosa, bajo su velo. No eran lágrimas de dolor ni miedo, sino de ira. Ardían de tal forma sobre sus mejillas, que el escozor era tan intenso en su rostro como en su espalda desnuda y castigada. Alzó sus ojos mientras el viento azotaba el pañuelo contra sus mejillas y vislumbró una figura blanca entre el público, vestidos con ropas oscuras y sucias.

-Altaïr ...-murmuró ella. Dos brazos la agarraron con fuerza para levantarla del suelo, mientras ella procuraba que el vestido roto no se le cayese, sujetándolo con fuerza a la altura del pecho.

-¡Apresádle!- gritó Lord Basilisk.

Los soldados saltaron de la plataforma y se mezclaron con el público, mientras la figura del asesino parecía flotar como un ángel en su huida …

Altaïr trepó a un edificio cercano, mientras los torpes y pesados soldados trataban de darle caza. Desde arriba, puedo comprobar como los soldados trataban de llevar adentro del edificio a Adah, la cual iba tropezando y cayendo, entorpeciendo la labor de los guardias. Altaïr se colgó de una cuerda que unía una ventada de un edificio con otro para ayudarse a bajar. Con un pie golpeó a uno de los soldados.

Con suma rapidez, sacó su cuchilla y golpeó con el filo de la misma en la cara de otro que venía corriendo a embestirle con la lanza. La sangre salpicó en los ropajes de Altaïr. Adah trató de deshacerse de los guardias, pero uno de ellos la agarró del velo, rodeando su cabeza por completo y tirando de ella hacia atrás, mientras la joven trataba de respirar, realizando una espantosa pantomima.

Una vez oculta tras las puertas de la fortaleza, Lord Basilisk arrancó el velo que cubría su rostro con violencia. Adah sintió un latigazo en la parte posterior del cuello. Casi se mareaba del dolor …

-Llevádla al puerto y embarcar hacia Creta, donde están nuestra base-ordenó Lord Basilisk al joven Caballero- y quiero que te encargues personalmente de protegerla en el caso de que ese asesino vaya tras vosotros … Ahora, intentaré encargarme personalmente de él …

Volvieron a cubrirla con el velo y, entre empujones y agarrones, la llevaron a donde no sabía bien dónde … Lord Basilisk, mientras tanto, se dispuso a enfrentarse a su adversario. Subió con decisión la plataforma, donde Altaïr se deshacía, uno a uno, de los cinco soldados que le rodeaban. Sacó su espada y esperó cautelosamente mientras el joven, apuñalaba en el estómago a su penúltima víctima. El brillo del filo de su espada brillaban en sus ojos verdes … Como los de una serpiente … Como un basilisco …

Altaïr le observó detenidamente antes de empuñar su espada y ponerse en guardia. La gente había salido despavorida ante la pelea, e incluso se habían cobrado bajas entre la misma debido a la violencia que empleaban los propios Cruzados en su busca y captura del joven asesino.

-¡¿Dónde está Ella?!- gritó Altaïr, pero solo obtuvo la respuesta de la espada de Lord Basilisk abalanzándose contra él.

Trató de esquivarle, pero un pequeño corte en el hombro le hizo comprender que aquella lucha no iba a ser nada fácil. Consiguió recuperar la posición y se dedicó a defenderse, mientras que analizaba y estudiaba los movimientos del Templario. Era un hombre fuerte, con mucha técnica y maestría a la hora de manejar la espada, pero en aquel momento la ira que le dominaba era claramente su punto débil. Sus golpes, lleno de rabia, no estaban dirigidos con inteligencia. Estaba subestimando a Altaïr, y aquello le gustaba, puesto que no podía perder demasiado tiempo en aquel combate, por muy alto que fuera el rango de aquel Caballero.

Se echó hacia atrás y aprovechando el impulso, saltó al mastil, donde aún estaba amarrado el cadáver de Nofek, con los pies por delante del cuerpo, golpeó a Lord Basilisk por la espalda, haciéndole caer. Al intentar reincorporarse, Altaïr sacó la cuchilla y le agarró de la capa para levantar el torso. Con un rodilla sobre sus riñones y la cuchilla muy cerca de la yugular, comenzó el interrogatorio.

-¿Dónde está? ¡Dilo!- le gritó Altaïr al oído, sin quitar un ojo de su alrededor por si venían más guardias.

Lord Basilisk soltó una carcajada llena de maldad, como si estuviera pensando en algo terriblemente divertido. Altaïr, que no podía perder más tiempo en jueguecitos como aquel, y menos, que le tomaran el pelo, tiró hacia atrás, haciendo crujir la espalda y clavó la cuchilla lo suficiente, como para soltar un pequeño hilo de sangre, que resbaló hasta que, transformada en un diminuta gota, se estampó contra el suelo de madera de plataforma.

-Es inútil … Aunque te diga dónde está, nunca sabrás hacia donde se dirige, porque no solo le incumbe a ella, sino a Nosotros …

-Aún tengo tiempo; vamos, dí.

-Te sobrestimas … Si fueras más inteligente lo deducirás tú solito … Sin tener que ir sacando información … Pero bueno, solo eres un simple mercenario ...- Altaïr estiró más hacia atrás hasta oír de nuevo otro crujido y Lord Basilisk no pudo contener más los gritos de dolor.

-Cómo no se me había ...-Altaïr abrió poco a poco los ojos, sorprendido por lo simple que era- ¡El puerto!

Soltó de golpe a Lord Basilisk. Al ponerse en pie, miró de reojo el cadáver de Nofek. Su cabeza ladeada … Alzó la cuchilla y atravesó el cuello del Templario de hito a hito, desde la nuca. Un grito ahogado y la sangre comenzó a salir sangre, tanto de la herida como por la boca y nariz del Caballero. Sus brillantes ojos verdes ahora se iban apagando poco a poco, cubiertos por el fino velo de la negra Muerte …

Adah, sin poder ver absolutamente nada y casi semidesnuda, fue conducida hasta un barco, que estaba a punto de zarpar. Con cierto temor e inseguridad, subió las escalinatas, mientras detrás de ella iba el joven Caballero, amenazándola con la punta de su espada. Perdió un momento el equilibrio y casi cae atravesada por la espada, de no ser porque el joven retiró su empuñadura a tiempo. Su espalda chocó contra la fría armadura. Él ofreció sus antebrazos para que se agarrase e reincorporarse de nuevo.

Altaïr corría por las calles, poniendo al límite su forma física: la vida de Adah dependía de ello. Saltaba por los tejados como alma llevada por el Diablo. Y solo se repetía a si mismo un nombre: el de Ella. Ya no le importaba fingir. Ya no le importaba siquiera lo que pensara Al Mualim … Solo quería estar con Ella … Escapar lejos si era necesario … Algo había cambiado en él. Le asustaba pero, al mismo tiempo, le hacía sentirse más humano. Se sonrió a si mismo …