Fan Fiction

...Music ...

viernes, 24 de diciembre de 2010

Moloch el Toro ...

Antes de partir, María visitó a Altaïr mientras éste preparaba las armas que pretendía usar en el combate. Ella se le quedó mirando desde la puerta, cautelosa y con la esperanza de que él se diera cuenta de su presencia sin tener que llamarle la atención para ello. Guardó las cuchillas al cinto que llevaba a la altura del pecho y se lo colocó atrás de la espalda.

-¿Qué quieres ...?- preguntó Altaïr con voz seca, mientras continuaba seleccionando sus armas y limipiándolas bien antes de guardárselas.

-Solo quería decirte que no es buena idea que te enfrentes a Moloch ... Le conozco personalmente y no creo conveniente que pongas en peligro tu vida habiendo otras maneras de conseguir tu objetivo- le contestó ella, con los brazos cruzados, esperando a que el asesino se dignara a mirarla.

-¿Y qué otras opciones hay, eh?- le contestó todavía más secamente Altaïr, volviéndose hacia ella- ¿De dónde sacamos todo el tiempo he perdido estos años para poder encontrarla? ¿Acaso crees que no evitaría este tipo de enfrentamientos sino tuviera otras opciones?

-Pones en peligro tu propia vida y las de resto de tu Credo; ¿acaso crees que no te lo digo porque no sé qué consecuencias puede tener una misión de ese calibre? El Toro es una de las piezas claves en la organización de Armand y si cae, te pondrás en su punto de mira, ya que hasta ahora no habías tocado ninguna pieza clave ... ¿O acaso no tienes tiempo suficiente para sopesar eso?

La mirada gélida y transparente de la joven le incomodaba en cierta manera, pero no de la misma manera en que lo hacía Adah. Aquella mujer era diferente; se hacía respetar tanto por su dureza como su astucia, pero de una manera soberbia que a veces le irritaba por ser una característica demasiado común entre los Europeos, según su parecer.

-Esto es un asunto mío que viene desde atrás ... Un error que cometí en el pasado que debo remendar ahora o nunca más tendré la oportunidad de hacerlo ... No puedo dejarle espacio a los Templarios o se me escaparán de nuevo, avanzando hacia Europa y allí, estaría más perdido de lo que estoy ahora ... No puedo perder el tiempo en pensar, sino en actuar ya que mi objetivo está muy claro ... Ahora, si me permites, debo luchar: hasta que no termine con esto no puedo asegurar tu libertad; así que colabora de manera más discreta, que es la que le corresponde a tu sexo y a un buen cómplice.

María suspiró con la cabeza en alto y acto seguido, dejó paso a Altaïr, no sin antes echar un vistazo sobre la mesa donde reposaban las armas que el asesino había dejado de reserva ...

A pesar de las palabras de María, nada le impidió a Altaïr a cumplir su objetivo. Al llegar a las afueras del Castillo de Buffavento, contempló la estructura del mismo y meditó con rapidez sus posibilidades. Según las indicaciones que le dio María, Moloch debería estar en el interior de uno de los torreones, por lo tanto consideró que la mejor manera sería llegar hasta arriba, a parte que así evitaría enfrentamientos directos con los guardias que custodiaban las posibles entradas directas y dieran tiempo de alertarle para poder bien escapar o reunir una tropa con la que poder hacerle frente.

El Castillo estaba situado sobre una colina, aunque había un camino bien definido que conducía hasta la entrada principal, el cual rechazó de inmediato. En vez de tomar la vía más fácil, se decidió a escalar hasta llegar a los muros del Castillo, y una vez allí, trepar hasta alcanzar uno de lo torreones y poder orientarse desde esa posición. Tardó unas tres horas en alcanzar su objetivo, no sin tomarse algún descanso para recobrar el aliento y poder continuar con las fuerzas renovadas. Al llegar a los muros, se deshizo sin el menor miramiento de una guardia y el lanzó el cadáver cuesta abajo para así no dejar ninguna pista evidente de su infiltración en el Castillo, tal como tenía previsto. Al subir una de las torres, percibió olor a quemado, por lo que empleó su vista de águila para averiguar lo que estaba ocurriendo: un foco de calor subía desde una gran profundidad, al inclinarse y mirar hacia abajo, se encontró con una cortina de humo que le impedía ver con mayor claridad. Entonces, resbaló al desprenderse unas pequeñas piedras donde se apoyaba con su peso.

Se golpeó con tremendo impacto sobre sus espaldas. Al incorporarse de nuevo, pudo ver como un hombre enorme, pasado de kilos, vestido únicamente con unos bombachos, unas muñequeras de cuero para proteger los antebrazos y unas toscas botas, estaba arrodillado ante lo que parecía un altar de fuego, donde tras las grandes llamas que desprendían las ascuas parecía formarse la figura imponente, en piedra y con un trazado bastante primitivo, una figura humanoide con la cabeza de un toro. Cuando ver mejor, llegó a escuchar los llantos de un niño, de bastante corta edad a su parecer. El hombre, que le daba la espalda al asesino, elevó en su brazos a la pequeña criatura indefensa y le colocó una mano sobre la boca y la nariz mientras ésta se revolvía sobre los gruesos y musculosos antebrazos de aquella bestia a la que Altaïr no podría calificar como humana, capaz de aquella primitiva atrocidad.

Cuando la criatura dejó de moverse, el hombre se levantó dispuesto a entregar el pequeño cuerpo muerto a las llamas infernales que ante él se elevaban, ansiosas por el sacrificio que ante ellas se presentaba. Altaïr se puso definitivamente en pie y corrió tan rápido como le permitía su cuerpo en aquella situación de recuperación tras la grave caída. Pero el hombre pareció escuchar sus pasos y lanzó rápidamente a las llamas su ofrenda humana, lo que provocó una llamarada en el mismo instante en que Altaïr se preparaba para abalanzarse sobre su objetivo. La intensidad de la luz le llegó directamente a los ojos, provocando que cayese al suelo cegado por el calor de las llamas. Este contratiempo le dio cierta ventaja en un principio al Toro, quien le dio tiempo a coger su arma y ponerse en posición de ataque. Elevó las pesadas cadenas con una facilidad que asombró al propio Altaïr, el cual sacó su espada y mantuvo cierta distancia, esperando a estudiar los movimientos de su contrincante y encontrar un punto flaco.

Con la mano libre, trató de darle primero con unos cuchillos para lanzar, pero no le hacían el mínimo efecto debido a la gruesa piel de su contrincante; a penas unos cortes sin importancia. El Toro comenzó a girar la maza con puás, sujetando por uno de los extremos de la cadena que lo amarraba en actitud amenazadora. Pero en contra, tenía que al portar armas pesadas y tener un sobrepeso que anulaban por completo cualquier agilidad y velocidad por su parte, Altaïr aprovechó la ventaja de sus mejores condiciones físicas para esquivarlo y así irle cansando hasta que cayera definitivamente. El Toro, en vez de usar la astucia, empleó toda su fuerza bruta, la cual creía inagotable ... Pero olvidaba de que su adversario no un cualquiera: era un Hashashin.


Altaïr era ágil, pero sabía perfectamente que si fallaba, un golpe del Toro le podría dejar fuera de combate. Los dos se envolvieron en una danza de guerra, donde cada uno desempeñaba el papel que le correspondía: David contra Goliath. Cerca del fuego, notó una caricia cálida detrás de su nuca, y de reojo, vió la silueta de una mujer que le reclamaba , dibujándose con hilos de fuego sobre las brasas de carbón de la pila. Aquellos ojos, amarillentos y tristes le penetraron a pesar de que nos lo veía con claridad y creyó escuchar un susurro lejano pero que nítidamente oía en el interior de su cabeza, como un eco que rebotaba dentro de su cráneo. Las cadenas le golpearon contra uno de sus tobillos, y con gran dolor cayó al suelo, con lágrimas que le abrasaban las mejillas. Al caer al suelo, se acordó de las montañas nevadas, donde entre ellas se erigía el Monte Hermón. Levemente se acordó del relato que le contó Adah sobre los gigantes de Tula ... Y entonces pudo ver claramente su rostro dibujarse ante aquel atardecer, sonriendo con timidez detrás del velo que cubría su cabeza, mientras unos mechones negros jugueteaban con la suave brisa ...

Un golpe brusco le hizo volver a la realidad. El Toro había estampado su mangual muy cerca de donde él mismo yacía inconsciente, pero el ruido metálico romper contra el suelo de piedra, consiguió despertarlo por completo. Alcanzó a agarrar la cadena, y se reincorporó tirando de ella, haciendo que el Toro, que no esperaba aquella maniobra, perdiera levemente el equilibrio. Altaïr alzó la mazo, haciéndola girar sobre su cabeza y la lanzó contra el cuello del Toro. Ésta se enredó y golpeó con violencia sobre el rostro. El Toro profirió una alarido que hizo temblar las columnas y rebotó más allá de la habitación. Un gran charco de sangre se formó a sus pies, agachado y tapándose el rostro con amabas manos, mientras entre sus dedos se escurría más sangre y teñía de rojo sus manos. Altaïr saltó sobre el lomo del aquel hombre gigante y con gran destreza, agarró la cadena y tiró de ella hacia atrás, mientras se apoyaba de cuclillas en la espalda de su contrincante. El hombre soltaba gritos ahogados por la sangre y la falta de aire, mientras intentaba agarrarse inútilmente a las cadenas para evitar la asfixia. Pero era inútil: la pérdida de sangre también conllevo a una pérdida considerable de fuerza vital. Cayó sobre sus rodillas agotado y Altaïr, ante aquella orgía de sangre, cogió la cabeza del Toro y le rompió el cuello para asegurarse de que no volvería al contraataque.

Al bajar al suelo, cayó el mismo también derrotado sobre sus rodillas ante el cadáver de su victima. Respiraba con dificultad y elevó la mirada hacia lo que quedaba del Toro, bañado en su propia sangre y con la cadena fundida sobre la carne del cuello. Sus gemidos exhaustos dejaron pasos a leve gimoteo, para después derrumbarse completamente y llorar como un niño desconsolado ... ¿Todo esto merecía la pena? ¿Solo por una mujer? ¿Acaso tendría razón Malik ...? ¿Podría seguir aguantando aquello sin sentirse cada vez más inhumano y miserable? ¿Podría servir todo aquello para algo si al final Adah estuviera muerta ...? Lentamente, mientras continuaba llorando, se levantó y se dirigió hacia la salida, antes de que los guardias vinieran a comprobar lo que acaba de acontecer en aquel cuarto de rituales ...


Los días pasaron, y la situación empeoraba. Las hierbas abortivas suministradas por Hadasa no daban efecto. Adah sufría constantes mareos y dolores en el vientre, cosa que preocupaba a la Nana. Telilah, mientras tanto, callaba mientras su mirada asustadiza y preocupada podría llegar a delatar lo que realmente le estaba pasando a su hermana. Por ello, Hadasa tuvo que recurrir algo que había esperado poder evitar. Se sentó al lado de su amiga, y la agarró una mano con fuerza, que la colocó cerca de su propio corazón y la otra sobre la frente pálida y sudorosa. Acercó lentamente sus labios a su oreja, temiendo que la propia voz le temblara al hablar con un tono normal.

-Adah ... No nos queda más remedio que ...

-Haz lo que tengas que hacer, Hadasa ... -contestó con frialdad Adah, con los ojos cerrados- Arráncame esta cosa de dentro ... ¡Quitáme lo último que queda de él! ¡Quitámelo ya!

La mano de Adah apretó con la uñas sobre la piel suave de Hadasa, con una rabia que jamás se podría haber esperado de ella. Hadasa se levantó a buscar una palangana con agua y el instrumental necesario, mientras Telilah abrazaba fervorosamente a su hermana mayor. Adah acarició el espeso pelo de su hermana con ternura, mientras sonreía levemente. Hadasa colocó la palangana y se secó las manos que previamente se había lavado. Levantó la sábana que tapaba a Adah y el faldón de su túnica. Entreabrió sus piernas y se situó delante de las mismas. Miró a Telilah y Adah al mismo tiempo antes de proceder.

-Adah, relaja el abdomen y respira hondo ... Telilah, agarrarla la mano con fuerza, esto no será agradable ...

Poco a poco, Hadasa fue introduciendo su mano dentro de la vagina de Adah, con una mano apoyada sobre el vientre. Adah, apretaba los ojos con fuerza mientras Telilah la abrazaba para evitar que se moviera y pudiera hacerse mayor daño. Hadasa presionó con fuerza sobre el vientre y Adah profirió un grito de dolor, arqueando la espalda hacia atrás, como si la hubiera partido de nuevo por la mitad. Hadasa removía los dedos dentro mientras continuaba presionando con la otra mano. Telilah sujetaba con fuerza a su hermana, al mismo tiempo que intentaba controlar sus propias lágrimas.

-¡Tápala la boca!- le ordenó Hadasa, que estaba concentrada en aquella operación difícil.

Telilah obedeció, y mientras su hermana sufría, ella la acompañó con el llanto que produce ver a un ser querido sufrir físicamente. Las manos de Hadasa comenzaron a mancharse de sangre, y sacó con su mano, al tiempo que se secaba el sudor de la frente con la muñeca. Las piernas de Adah temblaban, mientras sus muslos también quedaban tintados de sangre que procedía de su vientre herido. Mientras lloraba exhausta, se amarraba a los brazos de su hermana, que aún la sostenía sin ocultar su pena y dolor ...

martes, 21 de septiembre de 2010

Moviendo Ficha ...

Armand levantó el rostro de la palangana, con los cabellos cayéndole por el rostro empapados en agua helada y miró a su otro yo que le miraba con la misma furia desde el otro lado del espejo ... La traición de Fredrick no sabía como digerirla ... Había dañado la cosa que más amaba en este mundo, algo más preciado que cualquier otro fragmento del Edén: Adah ... Ella era algo más que un simple artefacto más para culminar los planes de la Temple ... Desde el primer momento que la vio, supo que podría esperarse cualquier cosa de Ella ... Pero jamás algo tan fuerte como el amor que le profesaba en aquellos momentos ... Un amor tan puro que le paralizaba el corazón y hacía que le entraran ganas de llorar como un niño desconsolado ... Un niño enfermo de alegría .... Y amor; lo único que lamentaba es que no hubiera culminado con sus propios medios la venganza por tal deshonra.

Tomó un cuchillo de mano y se agarró un mechón, tirando de su cabeza con fuerza hasta tensarlo lo suficiente para poder cortarlo al ras de la raíz. Siguió cortándose el cabello hasta que quedó rapado, pero no estaba aún satisfecho, y restregó jabón por toda la cabeza, hasta que hubo la suficiente espuma como para poder pasar una cuchilla sin cortarse. No dejó un solo pelo y se pasó la mano varias veces, mirándose al mismo tiempo en el espejo. Después, cogió una toalla para secarse, cuando llamaron a la puerta; era Hadasa. Se sentó en la cama, mientras se miraba una nueva úlcera que le había salido en el costado. La joven se acercó con la palangana llena de agua limpia y paño para ayudarle con aquella tarea que solía corresponderle a Adah.

-¿Qué te has hecho en la cabeza?-preguntó ella, mientras empapaba el paño con ambas manos.

-¿Acaso no evidente?

-Claro que lo es; me refería al motivo ... Una curiosa forma de pagar penitencia ...

-Hadasa, tú no lo entenderías ... En cierta parte tengo la culpa ... Debí haber vigilado mejor a Fredrick ... Aunque ya nada se puede hacer ...

-¿Qué quieres decir?- le preguntó enfadada Hadasa, levantando sus ojos almendrados de manera brusca y buscándole con la mirada a modo de interrogatorio.

-Fredrick ha sido asesinado esta mañana; un Hashashin se infiltró en el Castillo, Dios sabe como .. Y le mató a él y otros dos soldados principiantes que estaban entrenando. También hubo otros tres muertos y heridos durante su incursión ...

-¡Así que ese bastardo quedó sin su merecido!- gritó ella, lanzando con rabia el paño contra la palangana. Se levantó y comenzó a dar vueltas por la habitación hasta que se detuvo enfrente de la ventana y dio un puñetazo contra el marco de madera.

-¿Acaso su muerte no te parece suficiente? Yo mismo le hubiera ejecutado si hubiera podido ...- contestó Armand, mientras recogía el paño y lo escurría para limpiarse el pus que suturaba de la úlcera.

-¡No! ¡No es suficiente, Armand! No ha sufrido lo que debió de sufrir en vida antes de enfrentarse a los tormentos del Infierno, que es donde debe estar y espero que allí le castiguen mejor de lo que han hecho en la Tierra ...

Armand la miró mientras se limpiaba cuidadosamente la úlcera. Hadasa se dio la vuelta lentamente y le miró con ojos tristes antes de empezar a acercarse a él, tomarle el paño y ponerse a curarle. Se mantuvieron en silencio un largo rato. Ese silencio se interrumpió súbitamente por la aparición de un emisario que necesitaba transmitir un mensaje muy importante desde Kyrenia a Armand. Tras ponerse la camisa y Hadasa recoger la palangana y el paño, se celebró una breve reunión, totalmente improvisada entre el Líder Templario y los demás miembros de altos cargos.

-¿Qué novedades traéis?-preguntó Armand, al sentarse en su silla, tomando una copa de vino entre su mano.

-Sabemos que el Hashashin está en Kyrenia ... Un grupo de mercenarios fue atacado en el puerto y el capitán del propio barco en el que embarcó, según él en compañía femenina, nos lo contó todo ... Por las descripciones realizadas, es muy peligroso; se ensañó de manera innecesaria con los cuerpos cuando ya los había dejado fuera de combate de sobra- contestó uno de ellos, de aspecto bastante juvenil y algo inmaduro.

-¿Quién vigila el Castillo de Kyrenia?-preguntó Armand, enfocando la conversación en lo que realmente le importaba.

-Moloch y su guardia, señor ... No debe preocuparse- volvió a contestar.

-¿Y qué más?

-En Buffavento ha habido varias revueltas de herejes, señor ... Al parecer una de las muchachas que tuvo contacto con el Grial tuvo experiencias "del otro mundo" y consiguió arreglárselas para escapar ... Los culpables de la huída, unos cuantos soldados encandilados por sus sucias armas de mujer han sido recluidos, a espera de la orden que déis, mi Maestre- contestó otra más maduro y adulto.

-Trabajos forzosos en el campo con vigilancia ...-sentenció Armand sin darle mayor importancia al asunto y bebió tranquilamente de su copa antes de continuar- Continuad con lo de la joven hereje.

-Al parecer va por ahí diciendo que ella es el Oráculo de Dios y que solo ella poseé la verdad.

-¿Podéis confirmar que eso es falso?

-Totalmente; la líder de las jóvenes, es decir, la Nana, dice que está loca y no dice más que tonterías, porque es esa muchacha, Adah, quien es realmente especial.

-¿Cómo se encuentra la joven?¿Os ha contado Ella algo también?

-De momento no quiere hablar señor ... Parece reacia a cualquier contacto humano fuera de su círculo más cercano, incluso la Nana dice que a ella tampoco le cuenta nada sobre aquella joven.

-Entonces tendré que hablar con ella personalmente ... Hadasa-llamó a la joven con un chasquido de dedos, y ésta le atendió con rapidez- Dile a la Nana que quiero hablar con ella antes de interrogar a Adah sobre la joven que escapó hace unos días a Buffavento.

Hadasa simplemente asintió con la cabeza, y antes de salir de la habitación, hizo una reverencia a los demás altos cargos de la Temple.

-Escuchad: quiero que detengáis a esa joven, pero no la traigáis de momento aquí ... Quiero que la mantengáis retenida allí hasta que podamos averiguar como sacarla partido ... Ese Hashashin va detrás nuestras y tengo la sospecha casi certera de lo que busca ... Pero vamos a jugar un poco más con él antes de darle la oportunidad de llegar hasta donde quiere ...- antes de saborear el último trago de su copa, esbozó una sonrisa divertida que aturdió a sus compañeros- Marchaos ...


Una vez en el puerto, Altaïr y María encontraron a un hombre que les esperaba llamado Barnabas, que a pesar de la revuelta formada por el propio asesino, decidió permanecer hasta que ambos apareciesen, tal y como le había prometido a Osman. En silencio, le siguieron hasta la Casa de Asesinos de Kyrenia y, una vez allí, Altaïr ató a María y la dejó un rincón donde no tenía posibilidad de buscar escapatoria, mientras hablaba como su homólogo chipriota.

-¿Quién es ella?-preguntó primero Barnabas, señalando a la joven.

-Es una Templaria cautiva, la tengo secuestrada a cambio de que me ofrezca información ... Pero la verdad es que poco se ofrece a colaborar ...

-Pero en cambio yo si que puedo ayudarte ...

-¿Qué tienes?

-Verás ...-dijo el hombre, poniéndose detrás del mostrador y rebuscando entre unos estantes que había bajo el mismo- Bouchart tiene unos cuantos presos en Buffavento, es posible que allí tenga algo que nos interese ...

-Allí se encuentra el Toro ...-murmuró como para si misma María.

-¿Qué has dicho?- le preguntó Altaïr, dándose la vuelta para mirarla.

-Moloch, apodado el Toro por los Templarios, no es más que matón sin cerebro que Armand suele usar para proteger cosas que el considera muy importantes ... Es increíble que pueda confiar algo tan preciado a un cabeza de chorlito como él ... Pero he de reconocer que hace bien su trabajo, no requiere demasiado esfuerzo mental ...

-¿Insinuas que hay algo en el Castillo de Buffavento que guardan los Templarios como si fuera una reliquia?-sugirió Altaïr, mientras en su mente pasaba la imagen del Fruto del Edén, para después retener la imagen de los ojos de Adah brillar como oro puro a través de la oscuridad de una celda ...

-He oído rumores de que allí apresaron a una joven a la que llamaron la "Bruja" ... Aunque mucha gente de por acá la llamaba el "Oráculo". Es posible que Armand intente protegerla antes de ejecutarla para sacarle algún tipo de información ... Parece ser que aún andan a la caza de las "Reliquias Sagradas" ...

-¿Estás al día no?

-Todo el mundo, dentro de la Hermandad por supuesto, conoce tu historia Altaïr ... Y no es ningún secreto que la Temple continúe en su empeño de cazar esos tesoros o "Frutos del Edén" ... Y tampoco que tu piensas arrebatarles uno de ellos, que según dicen, tiene forma humana ... Más concretamente femenina ...

-Entonces no debemos perder más tiempo; puede que Adah esté en peligro más que nunca ... Mi presencia debe de haberles alertado ...

-¿Quién es Adah?-preguntó sorprendida María.

-Así que ese es su nombre ...-dijo pensativo Barnabas- Curioso nombre ... En hebreo tiene un significado peculiar: algo así como ornamento; Joya o adorno ...

-Es mucho más que eso Barnabas ... Será mejor que me ayudes a averiguar como infiltrarme en el Castillo de Buffavento ...-contestó Altaïr impaciente, comenzando a ponerse nervioso.

-En eso estaba, hermano ... Aquí tienes los planos del Castillo. Será mejor que pases la noche aquí y los estudies; así a parte dará tiempo a que el revuelo que has montado a tu llegada se calme y no tengas más problemas de los que ya tienes ... Descansa-le comentó Barnabas, poniéndole una mano sobre el hombre y dirigiéndole a un cuarto lleno de cojines mullidos y telas, diseñado especialmente para recrear ese lugar de descanso, que tan bien reconocía Altaïr de los Jardínes Secretos de Masyaf ...- Yo me ocuparé de ella ...

viernes, 17 de septiembre de 2010

Traiciones ...

Adah reposaba sobre la cama después de beber el brebaje abortivo que le había preparado Hadasa. Telila permanecía al lado de su hermana, con una de las manos de ésta entre las suyas, hasta que Hadasa la echó del cuarto alegando:

-Si la Nana nos ve con las demás pensará que algo malo ha pasado; así que mejor reúnete con el resto y si te pregunta por Adah, dila que está conmigo en mi cuarto ... No creo que venga aquí, pensará que le pegaré mi inmoralidad ...

Telila se marchó de la habitación cuando justo en la puerta, tropezó con Armand de Bouchard. La joven, aturdida por el encuentro, agachó la cabeza y perdió su mirada por el suelo en señal de disculpa para después salir corriendo sin aparentar demasiado su temor. Armand ignoró a la joven en cuanto salió de su campo visual y se centró en Hadasa, a quien no parecía hacerle ni pizca de gracia la presencia del Templario. Con rapidez, se interpuso entre él y Adah, que continuaba con fiebre en la cama, a penas consciente de lo que estaba ocurriendo a su alrededor.

-¿Qué haces aquí?-preguntó Hadasa muy seria.

-¿Qué le pasa a Adah?

-Yo primero te hice la pregunta, así que contéstame-poniéndose en jarras.

Ambos se quedaron mirándose a modo de desafío y Armand intentó apartar suavemente a Hadasa de su camino, pero la joven era más tozuda y no se dejó apartar tan fácilmente.

-Déjame ver a Adah- ordenó Armand cuando comenzó a impacientarse y no quería perder del todo el control.

-No tienes ningún derecho a entrar en mi habitación así como así: ese era el trato; este es mi espacio y debes respetarlo a no ser que tengas una urgencia importante.

-¡Yo te he dado todo esto!

-Exacto, y puesto que me lo diste, ahora me pertenece y lo administro como quiero ... Déjanos en paz.

-Maldita sea ...- cogió a Hadasa y la empujó hacia un lado, haciendo que la joven cayese sobre la mesilla. El vaso y algunas hierbas cayeron esparcidas por el suelo; se oyó un golpe seco de cristales al romperse.

Hadasa maldijo en arameo y comenzó a recoger furiosa las cosas que se había caído. Aprovechando aquello, Armand se acercó a la cama y estupefacto, contempló a Adah, pálida como un muerto, tendida sobre la cama, el cejo fruncido en una expresión de dolor interno mientras las gotas de sudor caían sobre su rostro sin ninguna pauta marcada. Despacio, se acercó a ella con el brazo extendido, sin entender nada de lo que le estaba pasando, tratando de acariciarla, cuando las rodillas le fallaron y cayó al suelo, a tiempo justo de poder agarrarse a las sábanas del borde de la cama.

-¿Qué te ha ocurrido ...?-susurró con nudo en la garganta mientras tanteaba sobre la cama para tomarla por la mano.

Hadasa levantó la mirada y contempló a un Armand más débil de lo que jamás ella imaginó capaz de presenciar. Su cabeza gacha se perdía tras las espaldas anchas mientras Adah, lentamente, le miraba con absoluta indiferencia. Los hombros del Templario comenzaron a temblar y se perdió en el llanto del niño grande que en realidad era, mientras besaba la mano inerte de la que se dio cuenta, que amaba más de lo que había hecho con ninguna otra mujer a la que hubiera tocado.

-Díme quién te ha hecho ésto .... Qué te han hecho, mi amor ...-lloriqueó aquel gigantón, como si lo que estuviera ocurriendo no fuera cierto, como si acabara de perder la noción de la realidad y todo fuera una mal sueño ...

Adah respondió con una mueca de asco dibujada en sus labios, y volvió a girar al otro lado la cabeza. Hadasa suspiró mientras miraba con lástima los trozos rotos entre sus manos, como si fuera una precioso tesoro arrasado. Los dejó encima de la mesilla antes de incorporarse apoyándose sobre una de sus rodillas y se dirigió hacia Armand, tomándole por los hombros para consolarle sutilmente. Armand apartó su rostro húmedo de entre la mano muerta de Adah y la besó compulsivamente. Pero la joven pegó una sacudida contundente de brazo para que se apartara. Secamente se volvió hacia el lado donde reposaba su cabeza sobre la almohada, dando completamente la espalda a un Armand atónito. Hadasa apretó su mano para llamar su atención y le ayudó a levantarse. Le acompañó hasta la puerta y allí, susurrando, fue más amable y comprensiva con él.

-Escucha, Armand ...-le acarició el rostro empapado en lágrimas con la dulzura de una madre- Adah ha pasado por algo terrible, en lo que no entraré detalles ahora mismo ... Solo te diré que más vale que amarres bien a ese desgraciado de Fredrick ... He pasado alguna que otra noche con él para acalmar su fuego, pero fue imposible dominar a aquella bestia ...

-¿Qué le hizo ese desgraciado de Fredrick?-gritó entre dientes, adelantándose sobre Hadasa y apoyando agresivamente su frente sobre la joven.

-Te he dicho todo lo que debes saber de él por el momento ... Parece que hay un buen revuelo ...-comentó distraídamente mirando de un lado a otro el corredor antes de desaparecer tras el corredor.

Armand salió de su burbuja emocional y se dio cuenta de los gritos en el patio de entrenamiento y los pasos acelerados de la guardia correr por todas partes. Con paso firme, y apretando hasta clavarse las uñas sobre la palma de la mano, el Templario se dispuso a salir de las estancias residenciales con el propósito de averiguar que estaba ocurriendo. A la salida al patio exterior, anterior al patio de entrenamiento, se encontró con un joven guarda que parecía apresurado y que por casualidad le buscaba para ponerle al corriente de la situación.

-¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué tanto alboroto?-preguntó furioso y molesto a la vez.

-Señor ... Hashashins-musitó intimidado el joven guardia y enseguida se dispuso alerta para conducirle hasta el lugar del suceso.

Al llegar al patio de entrenamiento, un par de soldados se dedicaba a portar los cadáveres de sus compañeros fallecidos. Con el simple gesto de alzar la mano, Armand les ordenó detenerse y ambos se sincronizaron para dejar con cuidado los cadáveres que portaban. Armand les echó un vistazo por encima hasta que se topó con un cuerpo sin cabeza. Miró a su alrededor, escrutando los rostros de los soldados allí presentes antes de realizar su pregunta ...

-¿De quién es este cuerpo?

-De Fredrick el Rojo, señor. El Hashashin le cortó la cabeza antes de huir ...

-¿Dónde está su cabeza?

-La llevamos en este saco, señor ... Es demasiado desagradable de ver ... Algunos soldados se marearon y decidimos meterla aquí hasta que llegáramos a la sala donde guardamos algunos cadáveres antes de transportarlos en sus ataúdes hacia el cementerio ...

-A los dos aspirantes enterrarles ... Y encended una pira para quemar el cadáver de Fredrick junto a su cabeza ....

-¡Pero señor! Un buen cristiano no se le puede incinerar ...

-Fredrick no era buen cristiano; doy fe ante Dios de ello ... Detened la búsqueda del Hashashin por el momento pero permanecer alerta; aunque nos haya hecho un favor sin saberlo, no podemos consentir un ataque más y menos que vuelva a infiltrarse en Limassol ... No podemos dejar que un Hashashin se burle de nosotros ...

Dicho esto, se retiró con la cabeza bien alta, mientras los soldados y guardas acataban las órdenes sin terminar de comprender del todo lo que quería decir con aquello su Maestre ...


Cuando llegaron al puerto, el capitán en persona bajó hasta la bodega para avisarles. De manera brusca, en cuanto Altaïr visualizó la sombra del capitán deslizarse por las escaleras, lanzó el chador sobre el rostro de María para que ésta se lo pusiera. Altaïr fingió ayudarla a subir la escalera para que fuera más realista, pero al llegar arriba, un grupo de hombres armados, aunque no Templarios, les esperaban con sus armas en guardia. Altaïr echó una mirada de desdén al capitán, quien se encogió de hombros y musitó a penas:

-¿Qué podía hacer yo? Amenazaron con quitarme a mí la vida .... Mejor la de otro que la propia.

Altaïr situó a María detrás suya mientras sacaba su cuchilla oculta, ya que podría perder tiempo deshaciéndose del disfraz para alzar su espada u otra arma más contundente. Pero justo en el momento que se concentraba en sus dos oponentes más directos, María le propinó una patada baja a nivel de tobilla, tan fuerte, que le hizo caer. La joven aprovechó también para empujarle en el vuelo de la caída, asegurándose más exitosa así su escapada. Altaïr pegó un puñetazo contra el suelo y se incorporó rápidamente, son la cuchilla dispuesta aunque ensangrentada ligeramente por el corte en la palma de la mano le había provocado la cuchilla durante la caída.

La rabia no la pudo contener, ya que su cabeza estaba totalmente puesta en volver a capturar a María antes de que pudiera delatarla a los Templarios de la ciudad. Se dejó llevar por esa tendencia sádica que durante todos los años de entrenamiento, desde que solo era un niño de camino a la adolescencia, había intentado controlar a la hora de luchar ... A la hora de cebarse con sus contrincantes ... De disfrutar matando ... De sentir placer al causar un daño físico ... De salivar al ver resbalar la sangre de la garganta sobre su propia sangre ... La falta de concentración provocaba que sus golpes fueran menos efectivos a nivel de dejar KO al contrincante lo antes posible, para dejar paso a sus fantasías más oscuras y crueles que jamás una mente humana pudiera ser capaz de plasmar en la anatomía humana ...

Rajó desde la pelvis, de abajo arriba al primer mercenario que se le puso por delante; la sangre dejó paso a un espectáculo espantoso de tripas y vísceras estampándose contra el suelo mientras la propia víctima contemplaba sin dar crédito como todo lo que había estado dentro de su cuerpo ahora podía tocarlo si el horror no se lo impedía .... Abrió la garganta del siguiente girando sobre si mismo y, con el impulso dejó que su cuchilla cortara profundamente la parte inferior de nuca, dejándole solo colgar la cabeza sobre la tráquea y los tendones más gruesos que sostienen la cabeza. Los demás mercenarios salieron corriendo horrorizados por el macabro espectáculo que acababa de acontecer ... Pero aún así Altaïr los siguió hasta saciar su sed de sangre ... Canalizando así las ganas de descuartizar con sus propios dedos y uñas a aquella desgraciada Templaria ...

Rasgó la carne ante la atemorizada gente, que huía despavorida en cuanto se daban cuenta de lo que estaba pasando ... Con gotas recorriendo su rostro y el pecho empapado en sangre caliente, Altaïr volvió en sí, sofocado por la orgía de sangre en la que se había envuelto ... Corrió por las calles sin ninguna dirección premeditada, hasta que se relajó mientras corría y la adrenalina recorría con menos intensidad por sus venas. Buscó a la joven a través de su vista de águila, mientras reducía paulatinamente la velocidad de sus pasos y se mezclaba con la gente, apartándola suavemente con la mano ensangrentada sin que se diera cuenta de ello ...

María se tapaba el rostro, temiendo ser descubierta, al mismo tiempo que buscaba alguna patrulla o una pareja de guardias para preguntar donde estaba la base de los Templarios en aquella ciudad, pensando en mostrarles su anillo como modo de identificación más fidedigna. Notó una mano suavemente posarse sobre su hombro ... Podía notar la sangre tibia calarse en su chadar y después sobre la túnica ... Volvió lentamente el rostro y allí se encontró sin esperárselo, el rostro de su captor árabe. Tensó el cuerpo y notó como el asesino la arrastraba, ya con las dos manos posadas sobre los hombros, apretando los dedos en el hueco de su clavícula, hacia un callejón cercano ... Se metieron hasta que las sombras los cubrieron por completo y, entonces, sin avisarlo, Altaïr sació su necesidad de venganza .... Golpeándola con el puño sobre el pómulo de manera contundente, que hizo que se desestabilizara y cayera al suelo. María se tocó el rostro y comprobó que le había hecho un pequeño corte que sangraba levemente.

-Si se te ocurre volver a escapar, no será lo único que te haga ...-dijo entre dientes el Hashashin.

-Eso será si vuelves a cogerme ... Aún no entiendo como me has reconocido tras haberme perdido la vista durante media hora ...

-Tú no me conoces ... No sabes de mí, por tanto debes esperarte cualquier cosa ... Nunca estarás a salvo mientras yo siga con vida ...

-Qué arrogante ...-se dijo ella en voz alta.

Altaïr la tomó por el pecho de la túnica y la subió, mientras el chador cayó al suelo con suave susurro. El rostro de la joven quedó descubierto al completo y pudo contemplar aquellos ojos cristalinos de nuevo, ahora grisáceos debido a la sombra. Sus rostros estaban muy cercanos, con las puntas de sus narices ronzando levemente. En un arrebato, Altaïr la besó con violencia, apretándola contra la pared. María abrió los ojos sorprendida, pero poco a poco se fueron cerrando, hasta que cuando los apretó por completo, Altaïr se retiró del beso con la misma violencia y brusquedad con que lo había iniciado.

María intentó buscarle con la mirada, obligándole a mirarla a los ojos pero no consiguió nada. Sin embargo, solo dijo las siguientes palabras, mientras la agarraba por la muñeca y tiraba de ella fuera del callejón:

-Volvamos al puerto; hay alguien que nos debe estar esperando y ya vamos tarde ...

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Templaria Cautiva ...

Hadasa se encontraba en su lujoso cuarto, sentada sobre la cama, bordando un traje con lentejuelas que le acababan de traer del mercado, cuando Adah y Telila irrumpieron sin siquiera llamar a la puerta. Hadasa se levantó arqueando una ceja cuando al darse cuenta del estado de Adah, salió corriendo a ayudar a Telila a sostenerla. La tumbaron sobre la cama; su cara estaba amoratada, con pequeños rasguños y un corte bastante profundo en el labio inferior.

-Telila, ve a por una cuenco con agua y trae varios paños ...- dijo Hadasa, mientras Telila miraba a su hermana con ensimismamiento y los ojos inundados en lágrimas gruesas- Agua tibia, vamos, corre ...

Telila salió corriendo a por lo que la había pedido, mientras Hadasa miraba con tristeza a su amiga, acariciando su frente para apartar los cabellos que caían sin fuerza sobre el rostro y así poder poder examinar mejor las heridas. Adah agarró su mano con fuerza y abrió los labios, pero enseguida los cerró, apretando fuertemente los ojos y encogiéndose sobre su vientre.

-Dios, Adah ... ¿quién te ha hecho esto?

Adah abrió sus ojos y la miró con frialdad. Hadasa se asustó y se mordió el labio inferior, sin saber qué hacer. Entonces, Adah bajo la mano con la que tenía agarrada la de Hadasa hacia su vientre y la apretó allí con fuerza, como antes había hecho con aquel hombre en la playa de Limassol. Hadasa la miró aún más extrañada si cabe y, por pura intuición, se deshizo sin ningún problema de la mano de Adah para poder subirle los bajos de la túnica. Tras conseguirlo, se llevó la mano a la boca en señal de horror. Después añadió, cuando las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos oscurecidos por un halo de rabia ...

-Adah, no puede enterarse de esto la Nana ... No puede ...- se repitió mordiéndose el puño.

Telila volvió con lo que le había pedido y lo puso todo en el suelo, al lado de la cama. Se puso de rodillas junto a Hadasa y la miró expectante. Hadasa se dirigió a ella:

-¿Te ha visto alguien? ¿Te ha visto la Nana?

-No ... Aún están en el campo ... Hasta el atardecer no vuelven al Castillo ...

-Bien, mejor ... Telila, lo que pase a partir de ahora no puedes contárselo a nadie, ¿entendido? No quiero ningún pero, esto es muy serio y no debe saberlo nadie, ni siquiera la Nana ... Es por el bien de Adah, te lo prometo.

Telila asintió con la cabeza y Hadasa dudó un momento de ella. Pero miró a Adah, y esta asintió también. Respiró hondo y cogió uno de los trapos, lo empapó bien en el pañuelo, escurrió el exceso y comenzó, con leves toquecitos a limpiar la entrepierna de Adah, mientras mandó a Telila hacer lo mismo pero en la cara. Después la lavaron el resto del cuerpo, quitándole el salitre y el polvo de tierra. Después, Telila se marchó a buscar un cubo de agua para poder lavarla el cabello y Hadasa se levantó para dirigirse a un cómoda que tenía en el otro extremo de la habitación. Rebuscó en un cajón y sacó un pequeño saco, volviéndose de nuevo hacia Adah. La agarró fuertemente de la mano y Adah se volvió para mirarla fríamente.

-Me tienes que contar lo que te pasó, Adah ... Solo así puedo ayudarte ...

Adah volvió el rostro en dirección contraria y notó como las mejillas se humedecían; eran las primeras lágrimas desde que ocurrió todo ... Hadasa le acarició las mejillas mojadas y Adah dejó escapar un leve gemido de llanto, casi ronco.

-Quiero agua ...-dijo Adah.

Hadasa cogió una jarra que tenía sobre una mesita auxiliar y un vaso para ofrecérselo a Adah. La ayudó a reincorporarse en la cama y la joven bebió a pequeños sorbos, para después caer desganada sobre la almohada. Tras unos minutos de silencio, que parecieron eternos, Adah se decidió por fin a contar lo ocurrido, pero omitió su Odisea hacia el Puerto de Limassol y el suceso con el hombre árabe, del que estaba segura que no era Altaïr ...

-Sabía que ese cerdo ...-dijo Hadasa completamente rabiosa, apretándo las muelas inferiores con las superiores a modo de contener la rabia- Te dije que tuvieras cuidado ...

-No me sermonees, Hadasa ... Yo tuve la culpa, nunca creí que fuera capaz de hacerme daño ... Estaba completamente sola, ¿qué podía hacer?

-Adah ... Ahora debes olvidar lo que pasó ... Lo importante son las consecuencias ... Si no arreglamos esto inmediatamente, la Nana se enterará de un modo u otro ...

Adah la miró con ojos tristes pero brillantes, donde se asomaba un destello de firmeza. Hadasa y Telila se miraron; mientras ésta última se mordía el labio inferior temiéndose lo peor. Hadasa posó su mano en el hombro de la muchacha para darla fuerzas.

-No te preocupes, querida ... Tu hermana saldrá de ésta .... Nadie se enterará qué ha pasado ... Solo nosotras tres ...


Altaïr llegó a la Casa de Asesinos y los demás se encargaron de cerrar todas las entradas y salidas de manera provisional. Dentro, Osman y Ahmed le esperaban con cara de preocupación. Osman se acercó al asesino mientras su otro compañero que se quedaba contemplando la escena con una frialdad pasmante debido a la situación en la que se encontraba el Credo, con los brazos cruzados por delante del pecho y ligeramente apoyado sobre la mesa, donde trabajaban para las próximas misiones.

-Altaïr, hermano, tienen que partir inmediatamente ...-susurró Osman, como si temiera que alguien les pudiera escuchar- Los Guardias no tardaran en llegar aquí, como en otros muchos sitios, dispuestos a encontrarte ... No podemos arriesgarnos a que nuestro punto de encuentro secreto sea descubierto por nimiedades como éstas ....

-A diferencia de otros enclaves ...-musitó Ahmed con pasmosa tranquilidad- Esta ciudad es muy pequeña comparada con otras, y viendo la situación actual de los Templarios y habiendo llegado tan lejos en nuestras misiones ... Para ellos tan cerca de su líder ... No me extrañaría para nada que pudieran poner la ciudad entera patas arriba con tal de encontrar a uno de nosotros.

-Por ello, hemos pensado que la solución sería mandarte a Kyrenia junto a la muchacha para que, una vez las cosas se hayan calmado aquí, puedas regresar y reanudar la misión.

-¿En quién debo confiar allí?

-Pasha ha recibido órdenes de esperarte cerca del puerto; en él puedes confiar, es de los nuestros.

-Esta bien ... ¿Ninguna novedad con ella?

-Para nada ... Es más tozuda que una mula- comentó Ahmed con una sonrisa torcida- La traeré ahora mismo ...

Una vez que Ahmed bajó por unas escaleras que bajaban al sótano, Osman le entregó los mapas y notas que había estado recopilando últimamente con toda la información sobre la Misión.

-No deben encontrarlas aquí o todos correremos peligro ... -le entregó una especia de saca con asas y le ayudó a ponérsela tras la espalda- Estos documentos estará a salvo si los llevas contigo.

-Lo entiendo ...-se quedaron en silencio, pero la tensión era palpable en el ambiente.

Ahmed subió con la joven Templaria completamente cubierta de pies a cabeza con ropas árabes: la túnica, un pañuelo que la tapaba el pelo y un chador por encima de todo aquello, para poder cubrir aún el rostro en caso de que captaran la atención de los guardias. Los ojos celestes de la joven destacaban entre todas aquellas prendas grises y neutras, con un cierto gesto de desdén; se sentía plenamente humillada.


-Aquí la tienes: como una mujer musulmana decente- comentó irónicamente Ahmed, mientras la daba un leve toque en la espalda para empujarla hacia adelante. María se giró para echarle una mirada de odio que podría haber matado a cualquiera de haber sido posible.

-Algún día me vengaré ...-masculló entre dientes.

-¡Vamos!-urgió Osman, dirigiéndoles hacia la puerta trasera, que conducía a un callejón bastante estrecho, mientras Altaïr se ponía una túnica encima de su traje para disimular las armas de su cinto y se ataviaba con un turbante en la cabeza.

-Gracias por todo, hermano ...-se despidió Altaïr, con una mano en el hombro de Osman, la cual apretó levemente. Se sentía culpable por aquella situación y de lo que podía derivar de ella- Cuídate, Ahmed.

Ambos les miraron marchar con un gesto de preocupación dibujado en el rostro, mientras María encabezaba la marcha, seguida de Altaïr, que tenía su cuchilla pegada a la espalda de la joven por si intentaba hacer alguna estupidez. Se unieron al resto de la gente, que caminaba de un lado a otro, sin aparente rumbo fijo, o que se paraban delante de los mostradores de los mercaderes que estaban repartidos a lo largo de la calles, bien de forma dispersa o en conjunto formando grandes mercados de puestos. Obligó a la joven a cubrirse la boca con el chadar en las zonas donde había menos gente por si se encontraban con alguna tropa de vigilancia o soldados apostados en las callejuelas menos transitadas.

En alguna ocasión, Altaïr tuvo que parar los pies a María cuando ésta, con la excusa de comprar algo de comida para el viaje, intentó comunicarse con los comerciantes para que la ayudasen y llamaran a la guardia. Intentando aparentar las formas, Altaïr solo la tomó de la muñeca y la propinó una bofetada mientras la maldecía en áraba; mientras, las gentes que sentía curiosidad y se quedaban contemplando la escena, no se sentían amenazados y pensaban que aquella mujer era una mala esposa que no obedecía a su marido musulmán y que por ello recibía su merecido, o quedaban aquellas manifestaciones de violencia conyugal como simples anécdotas sobre lo agresivos que eran los árabes con sus mujeres.

Al llegar al puerto, Altaïr convenció a un capitán de un barco comercial que se dirigía a Kyrenia que le dejasen viajar en la bodega a cambio de una cuantiosa suma de dinero. Aceptó de buen grado, aunque miró con cierta curiosidad a María, quien apartaba su mirada delatora con tal de no sentirse humillada una vez más en público.

-¿Por qué va tan tapada?-preguntó curioso, sin dejar de buscar el encuentro con la mirada de la joven, la cuál empezaba a sentirse molesta.

-Una buena musulmana debe evitar atraer la mirada de los hombres sobre ella-contestó Altaïr contundentemente, ya que le estaba empezando a impacientar la curiosidad del capitán.

Éste asintió y les dejó pasar, mientras disimuladamente mordía las monedas que le acababa de entregar el asesino; para él los gitanos y los árabes no distaban mucho en cuanto a confianza. Una vez en las bodegas, Altaïr permitió que María pudiera quitarse los velos que cubrían su cabeza y rostro. La joven respiró aliviada, secando el sudor que tenía en el nacimiento del cabello de la frente. La mayor parte de la trayectoria la pasaron en silencio, casi en estado de ensimismamiento, hasta que Altaïr atrajo su mirada sobre un anillo que tenía la joven en un dedo de la mano derecha, con el cual jugaba distraídamente jugaba mientras su mirada se perdía sobre las tablas del suelo de la bodega.

-Es un bonito anillo ...-comentó Altaïr, dando pie a una conversación sin quererlo.

-Fue un regalo de Roberto de Sable ...-se quedó un momento pensativa mirándolo- Cuando me tomó bajo su protección ... -suspiró, como si le costara hablar del pasado- Es lo único que me queda de mi relación con los Templarios en estos momentos ....

Se quedaron otro rato bastante largo más callados, sumidos en sus propias cavilaciones, cuando de repente Altaïr, como si hablara en voz alta sobre sus pensamientos, volvió a hacerla otra pregunta, que poco tenía que ver con el tema de conversación anterior.

-¿Estudiaste algo de filosofía ...? Esto ...

-María.

-Sí, María ...

-Solo pequeños trozos de documentos ... Pero nada más.

-El filósofo Empédocles predicaba que toda la vida en la Tierra comenzó de manera simple, en formas rudimentarias: manos sin brazos, cabezas sin cuerpos, ojos sin rostros ...-paró y sonrió sin saber muy bien por qué- Creía que todas estas formas tempranas se combinaron entre si, de manera gradual en el tiempo, creando toda la variedad de vida que vemos ante nosotros. Interesante, ¿cierto?

Ella se echó a reír de manera burlona antes de contestarle.

-No entiendo el sentido de esas divagaciones ..

-Solo una mente libre de impedimento es capaz de aprovecharse de la caótica belleza del mundo ... Esta es nuestra gran baza ...

Ella le miró con el cejo fruncido.

-¿Pero es el caos algo que se debe celebrar?¿Es el desorden una virtud?

-Si se presenta como ventajas, sí ... Pero la libertad produce mejores recompensas que la alternativa ...

Le miró como si estuviera loco y sonrió de nuevo. Altaïr continuó su discurso.

-El orden y la paz que los Templarios buscan requieren servicialidad y reclusión.

-Conozco esa sensación ...-contestó María, volviendo el rostro hacia el fondo de la bodega.

lunes, 9 de agosto de 2010

Fredrick el Rojo ...

En posición completamente fetal y rodeado de heno por todas partes, Altaïr se concentraba en las pisas del caballo para determinar con exactitud el momento mismo en el que se adentraban en el Castillo. El carro iba sin ninguna prisa, tan lento que Altaïr no necesitaba echar un vistazo por la ranura de madera del suelo para darse cuenta de cuantas veces habían pasado por encima de enormes piedras; lo que aún más le sorprendía era que la rueda se mantuviera en su eje. Una hora más tarde aproximadamente, el carro fue parándose lentamente hasta que ya no rodó más y pudo escuchar unas pisas secas, metálicas sobre el suelo arenoso; eran Templarios.

-Llevo este heno hacia los establos ....-dijo el transportista, con cierto deje de temor en la voz.

Los dos guardias, como pudo comprobar contando los pasos, rodearon la parte de carga donde el mismo se encontraba. Altaïr usó su vista de águila para poder con mayor claridad lo que pretendían aquellos guardias. Uno de ellos alzó su lanzá y la clavó justo en el centro, donde Altaïr se encontraba. Con un movimiento rápido, rodó a uno de los extremos opuestos, poniéndose a salvo de la cuchilla. Por un momento meditó la opción de sorprender a uno de los guardias y clavarle la cuchilla antes de que dijera nada, para después introducirlo dentro del carro, pero sería demasiado evidente ya que quedaba otro guardia y el propio transportista, que horrorizado no reaccionaría de la forma deseada y le costaría tiempo tratar de convencerle para que le ayudara a infiltrase en el Castillo. Por lo tanto, mientras durase aquel chequéo, se movería de un lado a otro esquivando las lanzas hasta que los guardias estuvieran satisfechos con su inspección matutina.

Por fin dieron el paso al carro y Altaïr se centró en recuperar fuerzas para lo que sería su misión más improvisada y alocada ... Dependería de su visión de Águila más que nunca. Como un león al acechó, se puso de cuclillas, con las rodillas bien pegadas al pecho y esperó a que parase el carro de nuevo. Analizó y memorizó con todo detalle el entorno por donde se moví, para así aprovechar mejor el tiempo en cuanto a reconocimiento del terreno, en el que iría a batallar de un momento a otro. Su cuerpo se inclinó bruscamente hacia delante y notó que ya no se balanceaba el carro. Escuchó los pasos del transportista y entonces decidió que era ahora o nunca. Salió disparado y se refugió como una criatura de la oscuridad en la zona más sombría del establo. Oía al caballo relinchar contento por el premio que su dueño le acababa de dar. Altaïr vio como el transportista dedicaba unos minutos a acariciar hocico de su animal y aprovechó para deslizarse lo más agachado que le permitían sus piernas para salir de allí sin ser visto.

Paró justo detrás del marco de la salida y observó como una tropa de seis hombres hacían ronda y alarde de soberbia, Altaïr se sonrió divertido con su característica sonrisa torcida ... Se preguntó qué pensaría Adah de todo aquello. Con el corazón acelerado de nuevo por el recuerdo de la joven, salió disparado hacia el patio exterior hasta colgarse de una escalera que servía para trepar por el establo. Desde allí tenía una panorámica perfecta. El campo de entrenamiento, justo en el punto más céntrico del recinto, era el más tranquilo, aunque había personas allí. Se imaginó que era el sitio más probable en el que se podría encontrar Fredrick, puesto que era el líder de la Guardia Templaria y tendría que encargarse del entrenamiento de la misma.

Corrió sin pensárselo dos veces hacia unas escaleras que subía al primer nivel del Castillo. Pegado contra la pared, su espalda se deslizaba sin problemas, de medio lado, ascendiendo lo más rápido posible. Antes de llegar a la primera esquina que daba acceso a ese nivel, vio dos guardias apostados, paró el ritmo y comenzó a caminar de manera normal, con las dos manos en posición de rezo, oculto tras su capucha. Pasó entre los dos guardias que le miraron con ojos inquisitorios, y, sin darles tiempo a reaccionar, clavó su cuchilla en la nuez del de la derecha, para después girar sobre si mismo y abrirle la garganta en un gesto rápido al de la izquierda.

Comenzó a esprintar, cruzando el pequeño patio, para dirigirse al siguiente, cuando otros dos guardias descendía las escalera que llevaban al siguiente nivel. Al descubrir a lo lejos los cadáveres ensangrentados de sus compañeros, se pusieron en guardia para recibir al monje que cruzaba corriendo el patio. Altaïr alargó el brazo y sacó de su espalda unos cuchillos pequeños que utilizó para lanzarlos contra las gargantas indefensas de los guardias, ya que portaban casco de metal que protegían sus cabezas y rostros. Al primero consiguió dejarle fuera de combate, pero el segundo esquivó milagrosamente el cuchillo que iba dirigido a él, protegiéndose con su espada. El joven asesino no perdió tiempo durante su carrera, cada vez más cercana a su adversario, y sin detenerse un segundo, desenvainó su espada y la alzó, lo que le daba un aspecto de soldado de la Yihad.

-Es árabe ...-musitó asustado el guardia, y se aferró con más fuerza aún a la empuñadura de su espada, la cual mantenía enfrente suya como si fuera un escudo inquebrantable.

Altaïr aferró ambas manos a la espada y se apoyó sobre un pivote que había al final de las escaleras para impulsarse y pegar un salto. El guardia observó su ascenso y descenso como si se tratara de un águila majestuosa, con las patas recogidas dispuestas para capturar a su presa en el vuelo. El asesino estiró su piernas para golpear en el pecho al Templario y desequilibrarle. Giró la espada el aire y propinó un corte entre el cuello y el trapecio. El Guardia, en su agonía, propinó un codazo en el estómago que hizo que Altaïr se estampase de espadas contra la pared. Después del impacto, se reincorporó y, sacando bruscamente el filo de la espada clavado en la carne del guardia, atravesó con la misma por el costado que le quedaba más cercano y le propinó una patada en el estómago al mismo tiempo que sacaba la espada. La guardó de nuevo y tomó aire mientras se acariciaba el vientre, protegido por su amplio cinto ... Debería tener más cuidado la próxima vez.

Siguió corriendo hasta que una tropa que hacía la ronda se topó con él y tuvo que parar en seco para no chocar. Sacó de nuevo la espada y luchó sin piedad, con la mayor eficacia posible. No quería entretenerse demasiado y seguir llamando la atención de manera cada vez más notoria. Esquivaba a sus adversarios como años atrás, la misma precisión en el combate contra varios adversarios a la misma vez, aunque hubiera pasado ya muchos años desde que el Credo le hiciera Hasssan y la acción pasara a un segundo plano ... El duro entrenamiento durante aquel tiempo de abstinencia le había ayudado más de lo que pensaba.

Se deshizo del último de sus contrincantes con determinación y volvió a guardar la espada. Corrió subiendo las escaleras hasta el siguiente nivel, donde pudo escuchar con claridad el sonido de dos espadas al chocar en plena pelea. Adoptó la posición de un monje y se camufló tras las sombras que las columnas proyectaban en el suelo, cuando el Crepúsculo estaba a punto de llegar ...

-¡Sin piedad, Caballeros! - fueron las primeras palabras que escuchó de su próximo objetivo ... Una voz seca y contundente- Esta es una tierra llena de supersticiosos paganos ... Recordad, Ellos no os quieren aquí ... No les gustáis ... No comprenden la la verdadera finalidad de vuestra Causa! Y están conspirando en cada momento para deshacerse de vosotros! Así que manteneos en guardia , y no os fiéis de nadie!

Contento con el discurso, Fredrick respiró hondo mientras vigilaba a los novatos poner en práctica las habilidades que tantas veces había tenido que enseñar a lo largo de su carrera como Líder de la Guardia. Un olor a flores del campo inundó el ambiente, ya que en ninguna otra parte del Castillo podría proceder aquel olor salvo de Ella ... Aquel olor que respiró cuando la poseyó en el suelo arenoso, a las afueras del Castillo ... Aquel olor mezclado con sudor que desprendían sus cabellos sucios por el polvo del suelo ... Sintió unas tremendas ganas de salir de allí y buscarla de nuevo para sofocar su lujuria, pero se contuvo, al observar una figura que no encajaba en aquel lugar: la presencia blanca de la túnica de un monje, que andaba por allí cuando estaba estrictamente prohibido a todo aquel que no perteneciera a la Orden.

Ambos se mantuvieron la mirada hasta que Fredrick ordenó con un grito de rabia que abordaran al intruso. Los jóvenes guardias se abalanzaron contra Altaïr, quien mantuvo la calma en todo momento. Cerró su puño izquierdo para activar el mecanismo de la cuchilla oculta y esperó la llegada de los Templarios, que alzaban sus espaldas mientras corrían hacia él. Con la propia cuchilla esquivó la espada de uno de ellos para después, rápidamente, clavársela en el estómago. Apartó al Cruzado herido, echándolo encima del compañero del mismo, al que después retiró el cadáver de encima y le cogió por la parte superior de su túnica, donde resplandecía una gran cruz templaria de rojo intenso. Desarmado, se aferró a la muñeca del asesino tratando de escapar. Altaïr, frío como el hielo, degolló al Templario, cuya sangre le salpicó para después caer a borbotones sobre la Cruz, haciéndola desaparecer tras un mar escarlata. Dejó caer al suelo el cuerpo agonizante y mostró como a modo de desafió la cuchilla ensangrentadas con sus dos pupilos a Fredrick el Rojo, quien apretaba las mandíbulas lleno de rabia.

-¡Hashashin!- gritó enrabietado- ¡Prepárate para morir!

Con un grito de guerra y empuñado la espada como una estandarte de Muerte, corrió hacia el enemigo como si fuera el único propósito en su vida en aquel instante. El asesino desempuñó su espada y se puso en guardia para recibir el primer ataque con un paz infinita que hubiera turbado a enemigos más débiles. Fredrick descargó toda su furia sin mirar donde apuntaba, por ello Altaïr pudo fácilmente detenerle y golpearle con el tacón de la bota en un rodilla, haciéndole flexionarla dolorosamente. Con el puño que tenía libre, Fredrick golpeó en la cara cubierta del asesino, haciéndole una pequeña herida en el pómulo.

Altaïr respondió al ataque con un golpe contundente sobre su muñeca, el cual hizo que el Templario aullara de dolor y se retirara unos pasos hacia atrás, agarrándose con fuerza la muñeca. Ésta sangraba considerablemente, puede se quedara inútil para el resto del combate. Altaïr esperó pacientemente que su contrincante se recuperara y acabar con aquello de la manera más noble posible: luchando, ya que el objetivo lo merecía por su fiereza y estupidez.

-¿Por que no me matas, aprovechando mi debilidad?

-El oponente no lo merece: una lucha honraría más vuestro asesinato que cualquier otra estrategia menos directa ...-contestó el asesino, que estaba quieto y expectante, sin la menor prisa o gesto para atacar.

-Creía que ése era el estilo de los asesinos: atacar por la espalda sigilosamente ... ¡Como ratas cobardes que sois, sarracenos despreciables!

Altaïr sonrió torcidamente, pero no se movió. Pretendía sacarle de sus casillas, ya que él no pensaba mover un solo dedo para reanudar la lucha ... Y lo consiguió: el Templario volvió a gritar con más fuerza, con el brazo encogido sobre el estómago mientras empuñaba con la otra la espada, que parecía hacérsele más pesada que nunca ... Ni siquiera en sus primeros días de entrenamiento durante su adolescencia.

Casi sin la suficiente fuerza para empuñar la espada, Fredrick intentó golpear al asesino, pero lo único que consiguió fue una propina de puñetazos que procedían de la empuñadura del Altaïr. Calló definitivamente de rodillas enfrente de Altaïr, exhausto, con la cara hinchada y un hilillo de sangre recorriendo su labio inferior y la barbilla por completo. Dejó caer la espada a un lado y se quitó el casco, y trató de encontrar los ojos oscuros del asesino observarle desde su altura.

-Mátame ... Acaba con esto ... No he demostrado ser un rival digno.


-Que la paz sea contigo ...-dicho esto, Altaïr terminó con su enemigo cortándole la cabeza con un golpe seco de espada ... El rostro deformado de Fredrick quedó gesticulando un gesto de horror mientras rodabas por el empedrado, dejando un reguero de sangre detrás ...

Telila produjo un grito ahogado desde una de las ventanas del interior del palacio y vio como el asesino dirigió su mirada fría hacia donde ella se encontraba .... Hasta que en ese momento una mano la tapó la boca y la apartó de la ventana, desapareciendo del campo visual del asesino. Una voz familiar le susurró:

-Llévame con Hadasa inmediatamente ...-era su hermana Adah- Necesito su ayuda ...

domingo, 8 de agosto de 2010

Mártir ...

Aún tendida bocarriba, escuchó los pasos del Caballero alejarse con paso ligero, mientras las suelas de cuero de sus botas chirriaban con las pequeñas piedras del camino. Con una mano pesada, que se negaba a incorporarse, bajó perezosa por su cuerpo hasta llegar a tocar su pubis frondoso y, continuando hacia más abajo, rozar con la yema de sus dedos los labios que ardían de dolor, casi adormecidos por las embestidas del Templario. Los notó húmedos, como nunca antes habían estado. La textura era viscosa y gruesa, parecida a la menstruación. Acercó los dedos manchada a su nariz, para comprobar que el olor no era exactamente el mismo y testar con su lengua lo que parecía fluido de sus partes intimas mezclados con sangre, pues tenía el mismo sabor que el de una herida, aunque el color era más rosado, más claro que la sangre pura que brota de una herida a borbotones.

Lentamente, sin muchas ganas, se levantó. El cuerpo se sentía pesado, como al despertar de una mala noche. Con algunos malabarismos, pudo por fin ponerse en pie. Los bajos de su túnica bajaron solos, y mientras caminaba, fueron colocándose como era debido. Se acercó al pozo, donde el cubo de agua había rodado por el suelo sin darse cuenta. Se agachó, con grand dolor, para recogerlo. Aún había un poco de agua. La bebió toda y dejó caer al suelo el cubo de nuevo. No lo hizo de manera consciente, ya que se quedó prendada, con los ojos entrecerrados a punto de llorar, de las vistas que se presentaban justo en dirección contraria al Castillo: el mar se expandía hasta donde podía alzar su mirada, tímido tras los terrazas de las casas más cercanas al puerto.

El poder de atracción que sintió en aquel momento no podría describirlo con palabras o siquiera gestos, aunque aquello se podía resumir es que sus pies, sin obedecer orden o voluntad suya alguna, comenzaron a caminar en dirección a la costa. Descalza, las piedras del camino árido se clavaban en su peregrinación hacia el mar como si aquello fuera una señal de penitencia. Sus cabellos volaban libremente alrededor de su cabeza descubierta, mientras el pañuelo colgaba de su cuello con peligro de desprenderse, debido a la intensidad del viento. La mente la tenía en blanco, como si el trauma no la hubiese abandonado del todo aún. Buscó a Dios y no le encontró: ya no le quedaba nada en qué creer.

Al llegar cerca del puerto, tenía los pies amoratados, sangrando e hinchados. Entre el bullicio del puerto, con los pescadores que acababan de faenar, los que transportaban cargas de buques comerciales y la mercancía que se dirigía a la Lonja, nadie parecía fijarse en Ella. Aquel mundo masculino no se sentía rara: le gustaría poder pertenecer a él. Libertad. Tener la posibilidad de perderse en el Mar y robar sus tesoros a cambio de dinero, no tener contacto con la humanidad hasta no haber cumplido con lo previsto en un terreno no hecho para la raza humana.

El cambio de piedra dura y lisa que cubría todo el suelo del puerto, junto con las tablas de madera sucia de las zonas de embarque, resultaba aliviantes para sus pies destrozados. Podía escuchar las olas romper suavemente en alguna parte, entre todo el bullicio. Quería meterse en el Mar, así caminó hacia donde su sentido auditivo la conducía. Esquivaba porteadores que andaban escondidos tras lo que transportaban y parecían no muy saber por dónde caminaban.



Sus pasos la condujeron hasta una plataforma alargada, que cerraba sobre uno de los extremos del puerto. Estaba formada por grandes piedras, montadas las unas sobre las otras de forma completamente natural. Su pañuelo se deslizó con arrebato violento de la brisa azotaba su rostro. Un porteador, que andaba observándola de reojo, se dio cuenta, y dejando a un lado la carga, corrió a hacerse con el pañuelo, que quedó pillado en un hueco entre dos rocas, mientras el extremo que quedaba libre ondeaba con la fuerza de una pequeña bandera.

El hombre la gritó al mismo tiempo que alzaba su pañuelo para intentar llamar su atención, pero Adah pareció no querer oírle, de manera completamente consciente. Ella continuaba caminado hasta el final de la plataforma, dispuesta a encontrarse con el Mar de manera irremediable. El hombre corrió tras Ella, mientras que Adah aceleraba también su paso, aunque con más complicaciones. Cuando llegó al borde, escuchó un grito de advertencia y giró lentamente la cabeza para ver a quién la perseguía. Vio al hombre quito a unos tres metros detrás de ella, con el pañuelo colgando de su puño cerrado y con un gesto de preocupación dibujado en el rostro. Ella simplemente se mostró indiferente. Se sentó lentamente, sintiendo cada rincón de su vientre acuchillado por un dolor intenso. La punta de los dedos de sus pies rozaron la gélida superficie del agua y el resto de su cuerpo se inclinó hacia atrás, mientras los dedos se fueron introduciendo, después el pie entero, y poco a poco, el agua iba subiendo sobre su pierna ...

El hombre solo veía como lentamente el cuerpo de la joven iba desapareciendo tras el extremo final de la plataforma rocosa hasta que su mente reaccionó y echó a correr. Al llegar solo vio la espesa mata de pelo negra arremolinarse sobre un punto concreto del Mar. Sin pensárselo dos veces se lanzó lo más lejos que pudo al mar y, abriendo los ojos dolorosamente, pudo dar con el resto de la cabello flotar sobre la cabeza de la joven. Su rostro blanquecino, de un tono azulado muy suave, contrastaba con la ropa oscura y el cabello azabache. Buceó un poco más y tomó por la cintura a la joven, impulsándose hacia arriba con fuerza ya que el aire se le estaba acabando. Al llegar a la superficie, colocó a la joven bocarriba y la arrastró hasta una zona de playa, donde trató de reanimarla dándola golpecitos en la cara. A los pocos minutos, Adah abrió los ojos nada sorprendida y apartó rápidamente su mirada del hombre que acababa de rescatarla. Él se sentó a su lado mientras escurría el exceso de agua de sus ropas.

-Al menos podría darme las gracias, ¿no?

Adah volvió lentamente su rostro, sorprendida a la vez que indiferente. Aquellas fueron las primeras palabras que aquel hombre le dirigió ... Y también las últimas. En cambio, Ella se quedó callada un rato hasta que su mano buscó la del hombre, que todavía continuaba ocupado quitándose el exceso de agua de las ropas andrajosas que portaba. Sabía que no tenía mucho tiempo, así que se decidió en el momento justo que el hombre se apoyaba en una de sus manos para incorporarse y volver al Puerto. El rostro del hombre se volvió para mirarla: era un rostro ovalado, de mentón masculino pero no excesivamente marcado; una pequeña nariz arábiga, perfectamente perfilada y con marcados orificios ovalados; unos ojos grandes y rasgados deliciosamente desde el lagrimal hasta el extremo exterior del mismo, de marcadas ojeras que delataban su ascendencia árabe, de un color marrón que desprendían destellos de color miel y enmarcados por unas bien definidas y no demasiado espesas cejas negras; su frente era ancha y despejada, que terminaba en unas ya marcadas entradas que se perdían entre la espesura de los pequeños rizos negros que coronaban toda su cabeza. Una barba espesa contoneaban aquel rostro, que se debatía entre la dulzura de las facciones rasgadas con brutalidad masculina que despedían sus ojos fieros.

Condujo su mano hasta el vientre herido y allí apretó su mano contra la del hombre fuertemente hasta que le pareció que Él pudo sentir su dolor, como una quemadura en la palma de la mano. El hombre la miraba a sus ojos, aquellos ojos que sabía de sobra, y sin darle demasiada importancia, que hipnotizaban a cualquiera que los contemplase; no sabía bien si por el extraño color que poseían o por la propia rareza de su espíritu, que quedaban reflejados en los mismos como si de unos espejos de oro se tratasen. Las lágrimas de rabia comenzaron a asomarse en los ojos del hombre, que presionó la mano atrapada con más fuerza y, en un movimiento brusco, la retiró como si aquello fuera insoportable. Adah continuaba con un gesto neutral dibujado en el rostro, como si aquella situación fuese normal. El hombre se levantó, sin volver el rostro hacia la joven extraña a la que acababa bien de salvar la vida o arrebatársela por siempre jamás, mientras Ella miraba y al mismo tiempo suspiraba, como su espigada silueta se desdibujaba entre los bultos que continuaban en el Puerto con sus labores diarias ...


A la vuelta de su escapada por la ciudad, Altaïr se encontró con Osman, que parecía ensimismado enfrente de su pipa de fumar.

-¿Alguna noticia?- preguntó éste, sin siquiera dirigirle la mirada. Volvió a chupar de su pipa, contemplando con admiración las burbujas que brotaban en la base de cristal.

-Nada fuera de lo común, solo estuve explorando los alrededores del Castillo ... Es más céntrico de lo que pensaba, pero con limitados accesos exteriores no cubiertos por soldados.

-Yo sí tengo noticias: un informador llamado Alexander acaba de confirmar nuestros peores temores.

-¿Cuál de todos ellos?

-Que los Templarios están utilizando Chipre como una especie de base de información y recopilación de instrumentos, de todas las clases posibles existentes habidas y por haber.

-Eso quiere decir que están tramando algo.

-Exacto, y si eso implica a tu querida Adah ... Si es cierto eso que dices de Ella, no dudarán en mantenerla a buen recaudo para poder utilizarla cuando les sea más conveniente.

Altaïr se temió lo peor y su mente empezó a funcionar: si Adah resultaba ser el Grial y descendía del profeta Yeshu, ese profeta que tanto admiraban los Cristianos, intentarían usar a Adah no como arma, sino como una manera de crear un nuevo linaje a partir de su sangre "real" y la de algún alto cargo de la Orden Templaria para poder hacerse con algún otro fragmento del Edén, alguno que hubiera estado relacionado con el propio profeta y así tener a su favor ambas armas: el linaje sagrado y recuperar un fragmento del Edén ... Podrían pretender crear un heredero, adiestrarlo como Templario y acceder a los más altos estamentos de poder demostrando la importancia de su ascendencia, pero ... ¿Cómo se podía estar de que aquello fuera cierto? ¿Cómo se podría demostrar que Adah fuera una descendiente directa de Yeshu, después un milenio y dos siglos después? Parecía una locura, pero todo lo que estaba relacionado con Adah no lo suficientemente claro como para poder descartar cualquiera de las opciones que conocía ...

-¿Cuál es el objetivo?- susurró Altaïr, mientras sus ojos se ensombrecían tras el capuchón, que acababa en forma de pico de águila.

-Fredrick el Rojo ... No creo que te cueste identificarle ... Su mote le delata ...

De repente, sin siquiera controlarlo, sus puños se cerraron como una hoja de mimosa en defensa propia, pero con más contundencia y fuerza. Tuvo la sensación de que su pubis ardía levemente y de inmediato, la imagen del rostro de Adah le vino a la mente.

-No puedes perder más tiempo buscando estrategias y formas de entrar al Castillo, pues debes hacerlo inmediatamente ... Recuerda lo que has memorizado en los últimos días y pon tu mente a trabajar en un plan mientras te diriges hacía allí ... Hazlo rápido.

Altaïr se dio la vuelta y desapareció trepando el muro del patio interior, como era típico en todas las Casas de Asesinos. Desde lo alto del edificio, divisó el Catillo de Limassol: compacto y tosco, sin ninguna otra utilidad que la estratégica, parecía un gran cubo implantado en la zona más cercana al Puerto, pero aún así, lo suficientemente lejos como para poder tener su propio vasto terreno. Su pie izquierdo dio el primer impulso de un salto que le llevó al siguiente edificio. Sus rodillas se flexionaron en aire, pegándose ligeramente a la altura del pecho, mientras por el peso de su cuerpo iba formando un arco en descenso; gracias a esto amortiguó el impacto de la caída y rodó levemente por el suelo para no perder el impulso y continuar la carrera con menos esfuerzo.

Continuó su carrera a través de los edificios, haciendo equilibrios entre tablas que conectaban una terraza con otra; trepando por las paredes cubiertas de cal, las cuales era más difícil encontrar un hueco donde agarrarse y apoyarse a la vez; aferrándose a las grúas de madera donde las casas estaban siendo reparadas … Hasta que frenó en seco al borde del último edificio más cercano al Castillo. De repente, su corazón comenzó a palpitar con fuerza sin que pudiera evitarlo y apretó los labios para contener una sonrisa de ilusión, pues le pareció también aspirar el perfume de los cabellos de Adah en el aire, como si fueran traídos por la brisa desde algún rincón del Castillo … Puso los brazos en cruz y se dejó caer a un carro lleno de heno que había cerca de allí mientras un Cruzado discutía con el dueño de la carga ...

sábado, 17 de julio de 2010

Cazada ...

Cada noche, antes de acostarse, todas las Hermanas se reunían a la oscuridad de su cuarto, dejando que la sola luz procedente de la Luna y las estrellas iluminases la estancia, y evitar al mismo tiempo ser descubiertas. Las Niñas especiales vestían sus trajes de capuchas rojas para ser distinguidas de las demás, mientras estrujaban con sus manitas hojas secas de olivo. Todas se agarraban la una con la otra las manos, mientras entre sus palmas reposaban el polvo de la hoja de olivo. Formaban hileras irregulares a lo largo y ancho de la habitación, pero ninguna rompía la cadena, como si hacerlo fuera algo terrible ... Y rezaban en susurros ... Susurros que se confundían con la brisa nocturna que invadía la instancia en ráfagas refrescantes ... Todas portaban un pañuelo rojo cubriendo sus cabezas y semiocultando sus ojos, como si fueran sacerdotisas griegas, sumidas en una vigilia de camino entre el sueño y el trance, concentradas en sus oraciones como si fueran capaces de traspasar la fina barrera que nos separa del Otro lado ...

Sus corazones palpitaban con fuerza sobre sus pechos estáticos y decaídos sobre el vientre, a veces lisos, otras abultado por otra vida que venía en camino, traspasando esa energía como si fuera el aliento que diera la misma Vida ... La cabezas caían ladeadas y se movían con lentitud de un lado a otro, poseídas por un suave ritmo que hacía que bailaran a un ritmo frenético, mientras la concentración quedaba completamente centrada en aquellos susurros ... Aquellas oraciones silbeantes y lentas, casi como si fuera los últimos suspiros de un cuerpo moribundo, dejado a la mano del Éxtasis que comenzaba a recorrer a través de los dedos de sus pies, que se contraían a cada sonido que formaba la palabra "Yahveh" ... Sus rodillas aleteaban nerviosas como grandes mariposas en la primavera, chocando las unas con las otras, y excitando a las otras con su tembloroso movimiento ...

Muchas acababan tiradas en el suelo de la fuerte energía que las irradiaban y, después de abrir los ojos sin poder ver nada más que un absoluto e inmaculado Blanco que lo llenaba todo, juran haber oído a la Paloma y sentir el tacto de Yahveh en sus gargantas ... Juraban que el cautiverio iba a terminar pronto: por ello rezaban con tanto entusiasmo, más que nunca ahora que lo necesitaban. Pero la respuesta física parecía tardar en llegar y Adah comenzaba a impacientarse ... Incluso le constaba concentrarse. Las palabras de Hadasa las tenía en mente constantemente como si fueran su propia alarma de seguridad.

Las Niñas de las capuchas rojas le recordaban a Nofek ... A veces, cuando la nostalgia la invadía, dejaba la cama que compartía con su hermana y se colaba en la de una de las niñas, a las que a penas dirigía la palabra porque aquello le producía un nudo en la garganta. Al contrario que con Nofek, eran Ellas la que le daban la espalda y era Ella la que se acercaba a sus pequeños cuerpos y las abrazaba mientras dormían plácidamente ... A veces, cuando un escalofría recorría su espalda, con el dedo índice apartaba un poco la tela del traje que recubría la nuca y dibujaba el contorno de los huesecillos que formaban la columna vertebral suavemente ... De arriba a bajo ... Hasta que el sueño la vencía y volvía a resguardan su mano sobre las caderas no desarrolladas de las niñas ... Entre sueños podían ver con claridad el rostro ovalado ... Los grandes ojos castaños, con sus marcadas ojeras arábigas ... La boca fina y amplia ... Sus cejas redondas e inexpresivas ... Su nariz chata y redondeada ... Y entonces sentía una punzada en el estómago y se despertaba, apartándose torpemente de vuelta a su cama, como si aquella forma de deseo no estuviera bien, pero ... ¿Qué era Nofek? ... Aquella pequeña llama que confundió con el amor que ésta le profesaba con absoluta devoción Ella misma creyó sentir hacia Nofek ... Pero de una manera pura e inocente ... Y al mismo tiempo, algo macabra ...


Aquella mañana, parecía que la rutina se iba a volver a cumplir sin ningún contratiempo ... Adah bajaba hasta el pozo sola, con el cubo de madera portado sobre su cabeza, con una mano sujetándolo para que no cayese y la otra arremangando el pliegue inferior de la túnica para facilitarla el movimiento. El camino era empinado y lleno de rocas, de distintos tamaños, dispersos a lo largo de todo el paisaje que conformaba Chipre. Algunos olivos y matojos crecían irregularmente por las laderas y a lo lejos se podía ver Limassol, que se encontraba al borde de la costa. Adah aún intentaba encontrar diferencias con el pueblecito en el que vivió cuando era pequeña, a las afueras de Acre, y le costaba admitir que no estaban en Palestina. Los Cruzados constituían una parte más del marco de similitudes entre ambos paisajes.

Al llegar al pozo, cogió por el asa el cubo y lo dejó en el borde del mismo. Con agotamiento, posó ambas manos sobre los riñones y arqueó la espalda hacia atrás. Aquello le aliviaba levemente el dolor de espalda. Creyó oír algo rondando cerca, como el ruido metálico de una espada o incluso una armadura, pero lo ignoró por completo, concentrándose de nuevo en colgar el cubo en la cuerda del pozo para introducirlo y coger el agua que necesitaba. Alguien se acercó por detrás suyo y lentamente, sin soltar la cuerda, comprobó que se trataba de un Templario. Aquel Templario que no paraba de molestarla en cuanto tenía la mínima oportunidad. Apartó la mirada bruscamente, sin llegar a cruzarse con la de él, y malhumorada, comenzó a subir con prisa el cubo lleno de agua.

-¿Qué quiere?- preguntó Ella, esperando así evitar algún inoportuno contacto.

-Solo quería un poco de agua.- le contestó él, esbozando una amplia sonrisa que Ella se negó a mirar, y menos aún a corresponder.

Tomó el cubo y lo posó sobre el borde de nuevo mientras deshacía el nudo. Al terminar, le indicó, sin mirarle, que tomara un poco del agua que acababa de coger, esperando en jarras. El Caballero se acercó y trató de de tomarla el rostro, cosa que Ella inmediatamente rechazó, esquivando su mano con desgana. Pero el Caballero insistió, con más agresividad, y la agarró el rostro con fuerza. Sus ojos por fin se cruzaron y Adah comprobó con horror la fiereza que desprendía aquellos ojos azules. Le recordaban a los de Lord Baisisk ...

Tenía la cara redonda y plana, con la barbilla especialmente marcada y varonil.La nariz era muy chata y demasiado pequeña en proporción con el rostro, dándole a un toque infantil su gesto rudo. Sus ojos eran pequeños y rasgados, pero que expresaban mucho más que las contracciones de los rasgos del rostro. Era casi tan blanco como Ella, pero a diferencia más pecoso y con tendencias a las rojeces. Era ancho de espaldas, pero no demasiado alto, en comparación con Armand.

Los labios de Adah formaban una "o" que le incomodaba, incluso podía masticar el interior de sus mejillas si intentaba forcejear para desprenderse de las manos de Fredrick. Cuando la boca de él se fue acercando con parsimonia a la suya, Adah le escupió en toda la cara. No fue un escupitajo preciso y contundente, sino más bien una lluvia fina de saliva. Con los labios húmedos y los ojos cerrados por la rabia, Fredrick tiró hacia abajo con fuerza el rostro de Adah, que cayó al suelo con un grito de alivio por una parte, por otra de susto.

Indignado, la agarró de los cabellos sin perder el control, aunque cerca de poder perderlos si se repetía una situación parecida. Adah gritó de dolor, agarrándose a las sienes de sus cabellos, que tiraban hacía arriba de manera dolorosa, a punto de desprenderse de la misma piel. Con la espalda arqueada, su cabeza chocó contra el robusto pecho del Caballero, quien al mismo tiempo la aprisionaba poniendo su antebrazo contra el cuello. Dando grandes bocanadas, Adah se aferró al ancho antebrazo para intentar al menos que hubiese un mínimo espacio entre la delicada nuez de su cuello y el mismo, poniendo como intermediarios a sus pequeños y finos dedos por medio. Podía escucharle la alterada respiración que desprendía tanto de sus pequeño orificios nasales como el que salía a través del hueco que separaba los dientes inferiores de los superiores.

Sin aviso de ningún tipo, la mano libre de Fredrick salió disparada contra los escasos pechos de Adah, apretándolos, estrujándolos como si sobre ellos reinara el deseo que le había invadido durante largo tiempo. Adah, rígida como una tabla, se dejaba hacer sin saber como mínimo reaccionar. Había temido aquel momento ... Que se repitiera otra vez ... Pero lo peor de todo es que temía que Altaïr no estuviera allí, como en la otra ocasión, para ayudarla ... Las lágrimas comenzaron a desprenderse antes de tiempo, antes de que el dolor se hiciera físicamente latente y se abandonó, como sin las fuerzas para luchar hubiesen resbalado desde su vientre hacia sus piernas, quedando impregnadas sobre la tierra en forma de humedad.

Lloraba en silencio, con infinita dignidad, pero sin gimotear, sin darle ese gusto a su agresor. Su cuello fue abordado por la boca del Caballero, como si fuera un lobo hambriento. Notó cada filo de sus dientes ... La longitud y sus formas iban fundiéndose sobre su piel, empapándola con su saliva, espesa y repugnante ... Adah solo sentía asco. Ya ni siquiera compasión por Ella misma, solo nauseas, deseando que aquello terminara lo más rápido posible ... No pensó en las posibles consecuencias, las consecuentes reacciones posteriores: la indignación de la Nana, el miedo de Telila, la rabia de Armand, o la tristeza de Hadasa ... Altaïr le había fallado. Debió de ser más rápido. Debió de ser más astuto ... Debió de llegar mucho antes para evitar aquello ... Que no hubieran pasado aquellos largos cinco años ... O quizás que ni siquiera se hubieran conocido ... Pero aún así, ¿hubiera sido la solución? De todas las maneras posibles, hubiera continuado cautiva desde mucho tiempo antes ... "Dios, ¡ayúdame!", se repetía continuamente. Pero Dios no contestó, como muchas otras veces hacía ...

Sus cuerpos fueron resbalando lentamente, mientras Fredrick la sujetaba como si fuera un muerto pero sin dejar de lado su pasión incontenible ... Sus se perdían despreciado por las pocas partes aún visible del cuerpo de la joven como si le fuera la vida en ello ... No eran besos de amor, sino de lujuria. Adah se prometió a no mirarle: sus brillantes ojos verdosos estaban distraídos sobre el cegador Sol que les observaban igual que un Dios, pero sin poner de su parte un poco de acción, ya a penas llamado por Adah ... Sus labios secos se conformaban con respirar. Fredrick los besó sin ser correspondidos y eso le llevó a pegarla un manotazo a la joven para que reaccionara. Ni siquiera se cerró su boca; seguían estáticos, entreabiertos en una leve respiración que la hacía parecer más muerta que viva ...

Las manos de Fredrick rompieron con violencia y torpeza la túnica a nivel de sus pechos y se abalanzó sobre ellos con un hambre voraz. Los mordía con la intención de hacer reaccionar a la joven, pero solo conseguía una leve contradicción de sus cejas a modo de molestia. Los succionaba como un bebé hambriento a la espera de provocar algo de placer, pero solo percibía una infinita indiferencia por parte de Ella. Solo los golpes que propinaba contra el rostro inmutable de la joven hacían disminuir su rabia. Con la sangre concentrada en una sola parte, no podía pensar ... Más que en culminar aquello que había esperada desde el primer instante en que sus miradas se cruzaron en su llegada al Castillo de Limassol ...