Fan Fiction

...Music ...

miércoles, 21 de abril de 2010

Concentración Templaria ...


Los Caballeros Templarios habían llegado desde Tierra Santa. Adah, agachada y ocupada con una hoz para recoger el trigo, alzó la mirada con los ojos semicerrados. Varias muchachas señalaban al horizonte, protegiendo sus ojos del intenso Sol, incluso algunas señalaban. Una tropa de Caballeros Cruzados se acercaba ruidosamente, con sus banderas blancas, de cruces rojas estampadas en el centro, ondeaban al viento mientras los cascos de los caballos y las armaduras de los soldados sonaban con ruido sordo.

-Ya están aquí ...-murmuró la Nana, detrás de ella.

-¿Más Templarios?

-Eso me temo ...

-¿Por qué últimamente ahí tanto movimiento?- preguntó Telila, reincorporándose.

-No lo sé, hermana ... - contestó Adah acercándose a ella y tomándola por los hombros- Pero no me gusta ...

Telila era la hermana menor de Adah: poseía un hermoso rostro alargado, de facciones perfectas, forma ovalada. La nariz era recto y pequeña, bastante pegada al rostro. Sus grandes ojos cafés desprendían una dulzura y una inocencia a veces no acorde con su edad, de largas pestañas negras, coronadas por dos gruesas y rectas cejas oscuras. Su boca era pequeña y de labios gruesos, y el color de su piel era bastante más oscura comparada con la de Adah. Su velo siempre quedaba abombado debido a cantidad de rizos que bajo el mismo se escondían. A penas se parecían, pues eran medio hermanas.

Los Caballeros pasaron a paso lento por la carretera de arena malamente acondicionada, mientras en ambos extremos, las mujeres miraban con resignación su paso tranquilo y arrogante, muchas a sabiendas de que aquella noche, serían servidas de carnaza para los lascivos soldados que en varias semanas a penas habían visto a mujer alguna.

Adah atrajo la mirada de uno de los Caballeros más destacados, situado casi al frente de la tropa. Agarrada a su hermana, observaba como cada soldado pasaba sin a penas desviar la mirada del frente. El Caballero, que estaba montado sobre un caballo, levantó descaradamente la visera de su yelmo para poder contemplar mejor a la joven, que a penas había notado que estaba siendo observada. Maravillado, esbozó sin querer una sonrisa al ver una campesina tan hermosamente extraña.

Unos mechones negros como el tizón asomaban a través del pañuelo que llevaba cubriendo la cabeza, que hacían resaltar aún más la blancura extraordinaria de su piel y las pecas anaranjadas que adornaban su nariz aguileña. Pero lo más hermoso de todo eran sus ojos: grandes, intensos como el color del oro más puro, que aún más se intensificaban por los rayos del Sol.

La cruz, roja como la sangre que adornaba la túnica de su pecho, pareció intensificarse aún más, tanto como una especie de calor le recorrió las venas, haciéndole inspirar e hinchar su pecho orgulloso, con la barbilla altiva, observando de reojo a la pobre muchacha, inconsciente de las perversiones que el Templario tenía pensadas para su próxima víctima ...


Ya en el barco, Altaïr, junto con Ahmed, ambos vestidos como Templarios, embarcaron junto con María en uno de los barcos que estaban destinados a otros Cruzados. La usaron como rehén para disponer del barco plenamente y dirigirse sin más demora hacia la misteriosa isla de Chipre, que en aquellos momentos era el nuevo centro de acción Templaria.

-No sabía que robar un barco Templario fuera tan fácil: gracias a que no nos deshicimos de ella- señaló hacia la joven Altaïr, mientras ambos asesinos estaban asomado a la borda, viendo como cada vez más se iban alejando de Acre. La joven le dirigió una mirada de rabia, mientras intentaba deshacerse del nudo que le habían hecho para atarla las muñecas.

-Aún no cantes victoria, Hermano, todavía nos quedan una semana por delante hasta alcanzar Limassol ... Me preocupa encontrar allí alguien de confianza.

-Malik dijo que podíamos confiar en un tal Alexander.

-Sí, aún así no debemos confiarnos, pues esa isla escapa a nuestro control ... Tú encárgate de la acción .. Yo velaré por tu trasero cuando te metas en líos ...

-En eso confío plenamente ... Admiro tu capacidad de persuasión ... Espero que consigas algo con ésta ...- haciendo un amago de echar un vistazo, Ahmed se dio la vuelta y se dirigió a la joven, sentada delante del mástil.

La joven le dirigió una mirada furiosa, antes de que éste la tomara por un brazo y la levantara bruscamente y la empujara hacia delante, haciendo que ésta perdiera el equilibrio y cayera de rodillas.

-Di, ¿cuál es tu rango dentro de la Orden?- preguntó bruscamente Ahmed, empezando a perder la paciencia, cosa que ocurría en contadas ocasiones.

-Nunca revelaré nada de los míos ...

-¿De los tuyos? -saltó Altaïr de manera irónica- ¿Aquellos mismos que reniegan de ti? ¿Aquellos que te discriminan por tu condición de mujer? ¡¿Cómo puedes seguir defendiéndolos?!

-Calma, Hermano ...- pidió ahora calma Ahmed, con un gesto de su mano para detener el paso determinado de Altaïr hacia la joven indefensa- Tenemos por delante varios días de viaje ... Cuando las tripas te rujan de hambre ... Suplicaras por contarnos cualquier cosa. Llevémosla a las bodegas.

De un brazo y del otro, levantaron a la joven y la obligaron a caminar hasta las escaleras que llevaban a la zona inferior del barco, donde se encontraban las provisiones necesarias para la travesía y donde también encontraría consuelo o no en la compañía de las ratas ...


El recién llegado Caballero se dirigió hacia la Sala de Recepciones del castillo fortificado de Limassol. Allí, Armand Bouchard discutía con otros Templarios, que ejercían como consejeros de la orden. Parecían preocupados, y a medida que el Templario se iba acercando hacia sus camaradas, la conversación parecía subir de tono considerablemente. Se paró en seco esperando que el nuevo Maestre le diera paso para presentarse.

-Fredrick el Rojo ...-comenzó Bouchard, tras parar la conversación que mantenía con otro miembro de la Temple. Se volteo y recibió con un fuerte abrazo a un compañero de sus inicios en la Orden, al que hacía tiempo que no coincidía con él.- Me alegro de verte ... Afortunadamente sigues vivo: las últimas noticias que recibí de ti fueron que habías participado en el asedio de Acre, hace ya bastante años.

-No tanto tiempo, mi querido Hermano: solo unos insignificantes tres años. Fuímos afortunados: gracias a Dios que aún sigo aquí, y esa victoria se la merecía en toda su gloria. Pero parecía que ti te han ido las cosas mucho mejor que a mí: has llegado a lo más alto de la Orden. Me alegro por ti, confío en que saques adelante el Temple.

-No son tiempos fáciles: Saladino está a punto de declarar la guerra al regente de Jerusalén, y la Orden va perdiendo dominio territorial en Tierra Santa ... Todo por culpa de esos asesinos ... Tengo fe en salir adelante, pero considero de máxima importancia que nos retiremos aquí, lejos de la influencia de Saladino, para volver a recobrar fuerzas y volver a atacar de manera más contundente: no podemos arriesgarnos a perder de nuevo a nuestra Reliquia.

-¿Dónde se encuentra la Reliquia?

-Está aquí, bien protegida e inteligentemente camuflada: nadie pensaría que se tratara de algo tan importante.

-¿Qué es?- preguntó Fredrerik con curiosidad.

-No me creerías hermano ... Pero confiaba en mi Maestro, Lord Basilisk, y su intuición: creo que esta vez no son leyendas.

-Vamos, dímelo: sabes que puedes confiar en mí, Hermano.

En tono confidente, ambos Templarios se dieron la vuelta y se alejaron a un lugar más discreto: los aposentos del Maestre. Al mismo tiempo que llenaba dos copas doradas de vino griego, Bouchard se tomó su tiempo para coger fuerzas y revelar aquel secreto que desde hacía tanto tiempo, Los Templarios andaban buscando, pero que pocos sabían la realidad de todo aquello que ansiaban. Le tendió la copa a su compañero, y respiró hondo antes de revelarle la Verdad.

-Hermano, todas las sospechas de la Orden se hicieron realidad: tenemos en nuestro poder al heredero de Cristo.

-No puede ser ... ¿Quién es?- preguntó sorprendido Fredrick, agarrando con fuerza su copa para evitar que cayera de sus manos.

-Mañana se celebrará una fiesta como recepción de la llegada de los últimos Templarios que quedaron en Tierra Santa: allí revelaré la identidad y mis planes de futuro.

-Pero, ¿por qué tanto secretismo? Díme, ¿es peligroso?

-No, todo lo contrario ... Pero es más bien por la seguridad del individuo en sí.

-Entiendo ...-afirmó Fredrick, dándole poca importancia y centrándose en temas que más le inquietaban en aquellos momentos- Cuando venía de camino, vi a un grupo bastante numeroso de mujeres trabajando en los alrededores del castillo: campesinas.

-Sí, claro ...-comentó Bouchard, temeroso de lo que intuía que iba a escuchar a continuación.

-¿Cómo es que hay tantas mujeres?- preguntó pícaro el Templario, esbozando una media sonrisa torcida- Imagino que se podrá disponer de ellas libremente ...

-¡No!- respondió Bouchard contundente, tornándose su amable rostro en uno más serio-Mañana dispondréis de otras damas, pero dejad en paz a las campesinas esta noche.

-¡Hermano! ¿Qué importa? Son solo mujeres.

-Te lo advierto: controla a tus hombres, sino más a ti mismo. Si me entero que alguna de ellas ha sido agredida por tu tropas, atente a las consecuencias: no pienso ser indulgente. - puso la mano en el pecho de su subordinado- Mañana dispondrás de las mujeres más elegantes, sensuales y hermosas de la isla: pero dejadlas a Ellas en paz.

-De acuerdo ...-respondió, aún con tono irónica y extendiendo sus brazos, reclamando su sumisión e inocencia- Solo una noche más ... Pero no hace falta amenazar a nadie: eres el Maestre. Todo lo que digas, va a Misa.

Sin apartar sus ojos, casi desafiando a su Maestro, bebió de su copa. Bouchard imitó el gesto de compañero, y se dio media vuelta para cerrar fuerte mente los ojos y calmarse, mientras daba vueltas por la habitación para intentar romper la tensión que invadía su cuerpo hasta el punto de ponerlo rígido completamente ... No podía dejar que tocaran a Adah ... Tenía otros planes para Ella ...

La Mujer Templaria ...

Semi escondido tras los volúmenes de libros, Altaïr estaba inmerso en sus planes. Un mapa del Mediterráneo estaba desplegado sobre la mesa, lleno de líneas que cruzaban una orilla a la otra, en un entramado parecido al de una tela de araña. Ojeroso y cansado, Altaïr descansaba su barbilla sobre sus puños, mientras observaba atentamente y con el ceño fruncido, el mapa que ante él tenía.

Una figura oscura, pero esbelta, se acercó saliendo de entre las estanterías de la biblioteca. Lentamente, se bajó el capuchón que le ocultaba. Un hermoso rostro, de mandíbulas marcadas, boca grande, nariz arábiga y ojos café almendrados, la piel muy oscura y los cabellos negros como el carbón y enrizados: era Ahmed, el hijo de Al Mualim. Altaïr le observó fríamente y se incorporó sobre su silla, sin perder el rictus de seriedad que reinaba sereno en su rostro.

-Buenas noticias, Maestro ...-dijo Ahmed, ofreciendo una elegante inclinación en señal de respeto- Hemos descubierto los planes de los Templarios.

-¿Qué noticias traes?-preguntó bruscamente, tamborileando impacientemente sus dedos sobre la mesa.

-Los Templarios tienen planeado embarcar de nuevo desde Acre.

-¿Cuándo?

-Dentro de una semana.

-Así que de nuevo andan moviéndose hacia el Mediterráneo ... ¿Sabemos algo del enclave que tienen los Templarios fuera de Palestina?

-Aún no, pero sabemos que un alto dirigente tiene pensado partir ... Y si puedo atreverme a mencionar, estoy convencido por las circunstancias de que planeara ir al actual enclave Templario.

-¿Qué pruebas tienes de ello?

-Actualmente, Armand Bouchard es el nuevo Gran Maestro Templario y está reclutando a todos los Caballeros en un enclave concreto para dar su próximo golpe. Las tropas de Saladino se han hecho más fuertes y están arrasando bastantes territorios; ya van de camino hacia Egipto: solo es cuestión de meses que tomen de nuevo Jerusalén.

-Se están retirando antes de tiempo ... Porque no es la guerra que buscaban. Saben que no les conviene una guerra abierta con Saladino, aunque ello les cueste Tierra Santa ... Y traicionar al rey y a su títere, Guido de Lusignan.

-Precisamente están intentando convencer a Lusignan de que renuncie a la corona de Jerusalén y huyan con ellos al enclave que tienen en el Mediterráneo.

-Hay muchas islas ...-comentó Altaïr dubitativo, mientras observaba de nuevo su mapa.

-De todas formas, tenemos localizados los barcos que partirán con los Templarios dentro de una semana .... Si me permite sugerirle ...- Ahmed posó ambas manos sobre la mesa y se inclinó en tono confidente- Sugeriría que reuniéremos a un grupo de asesinos y partiéramos cuanto antes: no tenemos demasiado tiempo.

-Tienes razón ... Encarga te de reclutar a un grupo de expertos y llama a Malik para que se reuna conmigo inmediatemente.

-Enseguida Maestro ...-y con otra elegante inclinación, desapareció de nuevo entre las estanterías, llenas de libros y pergaminos.

Altaïr se levantó firmemente y dejó a un lado el mapa que tantos quebraderos de cabeza le había traído en las últimas semanas ... En su ático, sacó la túnica blanca que hacía tanto tiempo que no se ponía y se quitó la negra que llevaba puesta, con un gran gesto de alivio. Cuando sintió la tela almidonada sobre su piel, el cinto apretar su vientre y contempló el brillo de su cuchilla oculta resplandecer a la luz del sol, sintió como si le trasladaran de nuevo a los Viejos Tiempos ...


Al llegar al puerto, Altaïr ordenó dispersar a sus hermanos, pero mantuvo a su lado a Ahmed, para que le cubriera las espaldas. Éste no parecía demasiado animado de unirse a la acción, ya que normalmente su sitio era el estudio de los textos del Corán en la biblioteca o recopilar la información de los informantes; pero Altaïr no confiaba en él lo suficiente como para dejarle la supervisión del Credo durante su ausencia, por lo que escogió a Malik para ocupar ese lugar.

Mientras los otros asesinos distraían a los guardias que protegía el recinto más próximo al puerto, Altaïr y Ahmed se deslizaron como dos sombras en el interior. La noche les era favorable, pues la Luna estaba en su máximo apogeo y, tanto en las zonas de luz como de penumbra, podían aprovechar el brillo de sus túnicas para camuflarse con la brillante piedra caliza de la que estaba hecha los muros y murallas de la ciudad de Acre.

-¿Dónde dices que se encuentra la base de los Templarios?-preguntó en un susurro débil que a penas podía escucharse.

-En ese torreón de la esquina ... -señaló, empleando el mismo tono, sin mayor entusiasmo. El torreón señalado era redondo, y estaba situado casi en medio del puerto, fuera de las inmediaciones de la ciudad. Una larga pasarela de madera conducía hasta ella, custodiada por varios palos de madera que sobresalían del agua, que evitaban que grandes barcos pudiera acercarse y asediar el torreón. Era lo suficientemente grande como para poder tener unos 5 pisos, con una habitación o dos en cada planta.

Desde la oscuridad que les protegía de los vigías que aún rondaban por las murallas que separaban el puerto del resto de la ciudad, esperaron silenciosos y cautelosos hasta que sus compañeros se hacían cargo de los últimos obstáculos posibles: el resto era cuenta de ellos.

El ruido de la espada atravesar la carne, tan familiar para el oído de cualquier asesino, rompió varias veces el silencio de la noche, acompañado de algún quejido de agonía que era rápidamente silenciado por otro rápido movimiento de cuchilla. Poco a poco, pudieron ver como sus compañeros emitían la señal pertinente gracias al reflejo de sus cuchillas. Cuando el número oportuno de vigías que tenía contado de antemano fue reducido a cero, ambos asesinos salieron de su escondite y se adentraron en lo más profundo del puerto para llegar hasta la pasarela.

Agachados hasta lo que sus cuerpos les permitía caminar, corrieron con los brazos extendidos y las cuchillas descubiertas. Sus sombras parecía sobre volar por donde ellos ya habían pasado, como dos águilas vigilando el puerto. Las antorchas encendidas, cuya luz salía por los ventanucos, indicaba la presencia de alguien en su interior, por lo que debían ser cuidadosos y estar alerta para que en cualquier momento, atacar sin levantar la sospecha de los demás guardias.

Parecieron oír unas voces, y se detuvieron, detrás de un cargamento que había a un lado de la pasarela, a unos cinco metros de la entrada del torreón. Altaïr, cerró los ojos fuertemente para después abrirlos en un instante: usó la visión de águila para localizar a posibles guardias.

-Hay tres personas en lo alto del torreón- dijo Ahmed, alentándose a Altaïr; éste último se quedó sorprendido, tardó unos segundos en reaccionar.

-¿Cómo lo sabes?

-Porque les he visto- contestó con indiferencia Ahmed- Vamos, tenemos poco tiempo antes de que se marchen.

Altaïr observó como su compañero tomaba la iniciativa y salía de su escondrijo. Altaïr, con el ceño fruncido, salió detrás de él, comprobando que llevaba razón. El interior del corredor era incluso más oscuro que le propio exterior, con varias antorchas distribuidas caprichosamente a lo largo de la escalera de caracol que por dentro la recorría.

Al subir hacia arriba, no encontraron resistencia alguna, cosa que a Altaïr le pareció extraña. Subieron tan aprisa como pudieron y, cada escalón que subían, las voces, más bien los susurros de los Templarios parecía estar cada vez más cercanos. Altaïr enganchó de la manga de la túnica a su compañero pidiéndole calma y que redujera el paso. Ahmed, resignado, escuchó a su Maestro y le cedió el paso. Pegados contra la pared, escucharon a los Templarios.

-Señora, me temo que no podrá viajar, ya sabe ... Cosas de Monsieur Bouchard- comentó uno.

-¿Pero por qué? Quiero una razón ... Al menos una explicación- contestó una voz femenina, pero a la vez firme y violenta.

-El nuevo Maestre no quiere mujeres en sus filas: son las nuevas reglas.

-¿Acaso sabe con quién está hablando?-irrumpió de nuevo la mujer.

-Señora, Bouchard fue discípulo de Lord Basilisk: no es cualquiera. Además, no cree oportuno que una ex-amante de un antiguo miembro ...

-¿Cómo? ¿Cómo osáis siquiera a insinuar que fue la puta de un Templario? ¡De Roberto de Sable!

-Lo siento, pero usted misma era la que quería saber el por qué de no poder unirse con los demás miembros en Chipre. Siento que pueda haber herido su sensibilidad, pero así son las cosas. Espero que sea lo suficientemente madura para afrontar con resignación la posición a la que se la ha relegado- los hombres hicieron amago de irse, cuando la mujer tomó de nuevo la palabra.

-¿Y cuál es ahora mi nuevo puesto?

-Lo sabrá enseguida, Señora ... No se apure con esas vanalidades.

Ambos hombres giraron y se encontraron con Altaïr y Ahmed cara a cara. Con un leve movimiento de brazo, ambos cayeron fulminantes bajo los pies de los asesinos. La mujer, al borde de la almenas del torreón, se sintió acorralada, al mismo tiempo que, sin dudar un instante, desenfundó su espada.

-Señora, debería estar más agradecida ...-murmuró Altaïr con sarcasmo.

-¿Agradecida de qué? !No te debo nada!- y al mismo tiempo que pronunciaba aquellas palabras, apretando los dientes con rabia, se abalanzó sobre el asesino.

Ahmed salió en defensa de su Maestro y, con un giró de cuerpo completo, golpeó con el pomo de la empuñadura en una de las rodillas de la joven, haciéndola caer de bruces. La espada salió disparada de entre sus manos para caer a algún lugar entre las sombras. Altaïr, sin importarle lo más mínimo, agarró a la muchacha de su capa y la elevó, hasta que ésta casi estaba ergida, a penas sostenida por la puntas de sus pies. Ahmed se colocó detrás de ella para registrarla.

Los ojos de Altaïr y la muchacha se cruzaron. Altaïr recordaba aquellos ojos perfectamente: tan perfectamente como los de Adah. Era de un azul tan cristalino que parecían transparentes a la luz blanquecina de la Luna. Era ella: la joven que se hizo pasar por Roberto de Sable en Jerusalén. La soltó suavemente, y, enseguida, Ahmed la agarró de los brazos para inmobilizarla.



-¿Cuál es tu nombre?- preguntó fríamente.

-¿Te acuerdas de mí no?-respondió la joven de manera burlona, mientras intentaba forcejear por escapar.

-Solo contesta a su pregunta, mujer- ordenó Ahmed con firmeza.

-Maria Thorpe.

domingo, 18 de abril de 2010

La Misión ...

Al llegar a la cocina, ambos se sentaron en una mesa, apartada de los fogones, que aún estaba siendo preparada. La joven sirvienta, que antes había ido a atenderle a su habitación, vió como entraron los dos hombres y se apresuró por terminar su tarea, y, así, poder retirarse cuanto antes. El respeto de los Hermanos le inspiraban era proporcional a su extrema timidez y continencia; como cualquier mujer musulmana se esperaba que fuera.

Altaïr ignoró el comportamiento, tan habitual que no le llamaba siquiera la atención, y se sentó con parsimonia a la mesa. Malik, echó una discreta mirada a la joven e imitó a su compañero. Altaïr tomó una hogaza de khubz y comenzó a untarse labneh en aceite de oliva, mientras otra sirvienta, más mayor que la anterior mencionada, le servía un té. En cambio, su compañero cogió un racimo de uvas, que colocó sin mucho interés sobre su plato y comenzó a comer, mientras interrogaba con su verdosa mirada a su amigo.

-Dime, ¿qué es lo que te inquieta?

-Ella ... ha vuelto a mis pensamientos. Lo peor de todo, es que creía haberla olvidado para siempre ... Como si la hubiera dado por perdida; ahora sé que debo encontrarla.

-¿Y cómo fue eso? ¿Apareció como fantasma en tu habitación y vino a revivir tus pasadas preocupaciones?- y se llevó a la boca otra uva, distraídamente.

-No, no está muerta afortunadamente ...-contestó Altaïr, sin haber comprendido la broma de su compañero.

-¿Y eso como puedes saberlo? Ha pasado mucho tiempo y con los Templarios, nunca se sabe ...

-No les convenía que estuviera mucha, y mucho menos ahora ... Recuerda que Ella es una pieza más, sino la más importante, de sus planes.

-¿Y ahora a qué viene eso? No querrás decir que ...

-¿Qué?

-Siento algo por Ella, más haya de los propios intereses del Credo.

-Malik, eres un fiel compañero, quizás el que más me ha apoyado y perdonado, por ello, creo que es conveniente que al menos te sea sincero en algo: sí, la amo como cualquier otro hombre haría con cualquier otra mujer. Pero no confundas; no es una mujer como las demás ...

-Ni tú tampoco eres un hombre como los demás, Altaïr ... Quizás Alá apruebe una unión en dos seres tan excepcionales.

-No estoy seguro ...- su comentario dejaba entre ver su profundo escepticismo religioso- Pero sé que no descansaré en paz hasta estar seguro que sigue viva y que estará a salvo.

-¿Estás insinuando iniciar una búsqueda? Los Templarios son más escurridizos que un maldito pez: tú mismo me dijiste que viste cómo partía en un barco hacia el Mediterráneo; no tienes la más remota idea de donde se puede haber dirigido ese barco.

-Puede que hayan regresado a Europa ...-contestó a si mismo, meditativo el asesino, con la mirada perdida en el oscuro té que tenía enfrente suya. Agarró el vaso y tomó un breve trago.

-¡Eso está fuera de nuestro dominio político ... Y no te cuento del territorial! Deja esa locura hermano, solo va a llevarte por el camino del delirio ... Hermano, busca una mujer, de algún pueblo o ciudad cercana, que no sea tan complicada y peligrosa ...-le dirigió una pícara sonrisa, mientras mordía por la mitad otra uva.

-Es mucho más que una mujer, ¡no la subestimes! Es complicado de explicar ... No quiero caer en los mismo errores de Al- Mualim. Pero mi misión aún no terminado, a pesar de los años que aún han pasado, y tengo aún esa cuenta pendiente con los Templarios: aún pueden presentar un peligro para todos nosotros.

-¿Más aún que el régimen de Saladino? No puedes enviar a hombres a la búsqueda de una sola mujer por toda Europa: es impensable y peligroso, pues no conocemos el territorio.

-Iré yo mismo; no necesito a nadie más. Es mi misión, y decido llevarla a cabo asumiendo los riesgos posibles.

-¿Nuestro Maestro arriesgando su propia vida? Altaïr, eres nuestro líder ....¡Eres el cerebro de este Credo! No puedes aventurarte, te necesitamos aquí- el tranquilo rostro de Malik se tornó en enfado, dando un golpe de autoridad sobre la mesa, que sobresaltó a las mujeres que allí trabajaban en las cocinas- El ego vuelve de nuevo a dominarte ... No caigas en ese error del pasado ... - una sombra cubrió los ojos de Malik, tapando su brillo; se acordó de su hermano.

-Tranquilo hermano ... Esta vez no comprometeré a nadie ... Solo necesito recopilar la información necesaria para averiguar donde puede encontrarse. Tendremos que mandar a varios espías a las principales ciudades para que busquen información, así no cometeremos el error de aventurarnos a la nada: ya no soy el de antes- sentenció Altaïr, tomando un trago de su té y mirando fijamente a su compañero, esperando una respuesta de aprobación.

Malik se recostó sobre su silla, y tras meditarlo unos segundos, moviendo sus ojos desde un lado de la mesa a la otra, suspiró y afirmó con su cabeza . Altaïr esbozó su típica sonrisa torcida, expresando así su felicidad; si acoso él era capaz de sentir algo parecido ...



La noche estaba cayendo y, tras una larga jornada en el campo, Adah volvía al castillo junto a sus Hermanas. Antes de entrar hacia el patio interior, Adah se detuvo y contempló un instante como el crepúsculo se estaba apoderando del horizonte. Nana que iba más retrasada, junto a las otras Hermanas más ancianas, se paró detrás de ella y también dirigió su mirada hacia donde la de la joven se perdía.

-¿Qué te inquieta, niña?- Adah se volteó para mirarla y bajó los ojos tímidamente para no contestar. Nana era una mujer hermosa, a pesar de tener poco más de cincuenta años: su rostro anguloso estaba especialmente marcado por unos pómulos redondos y una mandíbula suave y curva como casi una media luna. Sus ojos eran oscuros y rasgados, sus labios finos y delicados, la nariz pequeña y delicadamente curvada. Así era su abuela- Vamos ...- la urgió llevándola cogida por los hombres.

Desde la ventana de su cuarto, que compartía con su hermana pequeña y otras Hermanas, observó inquieta la noche despejada y sin Luna: no podía dormir. Algo la inquietaba. Cansada de no poder dormir de seguido, se levantó y, con las rodillas pegadas al pecho, se quedó contemplando las estrellas, cuyas parpadeantes luces rompían en medio de la oscuridad.

Pensó en él: como tantas otras veces lo había hecho en los últimos años ... Ya había perdido la cuenta. Su rostro ya no lo recordaba tan nítido como el primer año de su cautiverio: cada vez se iba desfigurando más por culpa del paso del tiempo en su memoria. Tan pocas veces podía haber observado su rostro sin sentirse demasiado impertinente o curiosa, quizás, descarada. Siempre cubierto por aquel capuchón blanco que brillaba al sol, como si fuera un ángel ... De la Muerte.

Hacía solo unas noches que soñó con él: parecía tan real. Le recordaba a aquellos momentos que pasaron viajando y paraban junto a la orilla del río ... Fueron de las pocas veces que pudo sentirle tan de cerca ... A veces se ruborizaba al recordar aquello ... Seguro que había algo de pecaminoso en ello. Se levantó de la cama silenciosamente, cuidando de no despertar a sus compañeras y, a hurtadillas, salio del cuarto para subir al torreón, envuelta en una sábana para no coger frío.

Desde el torreón casi se podía divisar a lo lejos el mar, envuelto en la nublina. Era verano, pero aún así la brisa hacía que se le erizara el bello del cuerpo, y, especialmente, en la nuca. Cuántas veces había soñado con correr a través de los campos sembrados ... Llegar al mar y saltar desde un acantilado, para adentrarse en el mar ... Ser abatida, y mil veces golpeada por las olas del mar ... Sus pulmones llenarse de agua ... Su garganta hinchada por el salitre ... Sus cabellos confundirse con las algas en el fondo del mar ... Mientras sus ojos brillaban bajo las aguas turquesas, como tesoros perdidos de un barco naufrago ...

Alguien más la acompañaba ... Armand estaba detrás de ella. Sin siquiera inmutarse, Adah le observó de reojo y volvió su mirada con gesto soñador hacia el horizonte, ahora oscuro y cubierto de millones de estrellas. El Joven Caballero se situó al lado suya y, tras contemplar el perfil aguileño de la joven sin obtener otro tipo de respuesta que la indiferencia, también perdió su mirada hacia el horizonte marino ...

-¿Has pensado en lo que te dije?- preguntó tímidamente Armand.

Ella simplemente volvió su cara lentamente y le miró con sus hermosos ojos dorados, que se tornaban caprichosamente a oliva debido a la luz de la noche ... Brillaban de manera especial, como si en ella anidara un halo de esperanza ...

-Él vendrá ... Esta vez es seguro ... -volvió su rostro de nuevo al horizonte, llevándose una mano al pecho: un fuerte latido chocó contra sus costillas haciendo que su respiración se entrecortara levemente – Puedo sentirle ...

Sin comprender, Armand la miró confuso y a la vez dolido, por ser nuevamente ignorado por la joven. Resignado, miró a su alrededor y propuso a la joven entrar al castillo, de manera educada, a pesar de que por dentro la rabia corría por sus venas como un veneno ...

-No te preocupes por mí ... Aquí estaré bien de momento ... -contestó la joven, sin apartar la mirada del horizonte, con una sonrisa misteriosa esbozada en su boca y las dos manos apretadas fuertemente contra el pecho. En aquel momento, cubierta por aquella sábana, parecía una Virgen penitente ...