Fan Fiction

...Music ...

jueves, 28 de enero de 2010

Muerte al Traidor ...

Paró justo a tiempo al borde del último edificio que daba al puerto. Se sentía como si acabase de despertar de un sueño profundo. De vuelta a la realidad, dio media vuelta y buscó un callejón, por el que bajaría del edificio. Así, no llamaría tanto la atención … Pegada la espalda contra la pared, se asomó discretamente por la pared para comprobar que el lugar estaba custodiado por un centenar de hombres. Tras ver pasar un joven portando una caja, salió detrás de él para disimilar, con paso tranquilo, pero al mismo tiempo con mil ojos pendientes de localizar a Adah.

Con el cuello aún dolorido del tirón que Lord Basilisk le había dado para quitarla el velo, caminaba escoltada por los Cruzados, maniatada con una triste cuerda alrededor de las huesudas muñecas. El joven Caballero iba detrás de ella, velando porque no se cayese. A penas tenía ganas de caminar, pero con tono dulce, su guardián la animaba a seguir hacia delante …

Un guardia le agarró fuertemente del antebrazo, parándole en seco. Altaïr estiró los dedos, preparado para en cualquier momento defenderse.

-¿A dónde vas, monje?-le preguntó con fuerte acento francés.

-¿Acaso tengo la entrada prohibida?

-Me resultas sospechoso ...- le miró de arriba abajo, mientras Altaïr le miraba fijamente, oculto por la sombra de su capucha- ¿Para qué necesita un monje armas …?

Los ojos del guarda se abrieron de par en par, pero no le dio tiempo a pronunciar sus últimas palabras, que habrían sido una sentencia de muerte para Altaïr. Agarrándole de la nuca y atrayéndole contra su pecho, como si le sostuviera de un desmayo, la cuchilla atravesó la garganta de par en par, con un corte limpio y preciso. La boca del guarida se tornó roja en pocos segundos y Altaïr lo dejó cuidadosamente sentado en el suelo, contra el muro del edificio donde se hallaban, antes de que se le manchara de sangre el traje ...

Adah tropezó, esta vez sin darse cuenta, justo cuando subía la pasarela que conducía a la borda del barco. Estuvo a punto de caer al agua, pero de nuevo allí estaba la mano salvadora de su guardián para evitarlo. Al ayudarla a levantarla, ella divisó una figura blanquecina a lo lejos, como el fantasma que había vislumbrado hará poco menos de una hora en la plaza. Un grito lleno como un impulso incontrolable hasta su garganta, y atraído como un polilla, intentó avanzar hacía quién creía que era …

-¡Altaïr!

Él levantó la cabeza asombrado y giró sobre si mismo, mientras buscaba con la mirada la procedencia de aquel sonido. A lo lejos, consiguió ver un grupo de soldados y lo que parecía ser una mujer … Ésta gritó lo suficiente como para darse cuenta de quién era … Antes de que el joven Caballero la atrajera contra si, y la tapara la boca de manera violenta con su mano enguantada. No lo dudó un momento más y comenzó a correr con la cuchilla sacada, mientras arrastraban a Adah hacia el interior del barco.

-¡Entretenerle!-ordenó el Templario, mientras llevaba a la pequeña muchacha cuesta arriba de la pasarela.

Los guardias que antes les rodeaban desenvainaron sus espadas sin pensárselo dos veces y salieron a la carrera del asesino. Con más rabia que atino, lanzaron sus primeras estocadas para pararle, cosa que al menos en un principio consiguieron, ya que Altaïr frenó en seco para parar un golpe dirigido al hombre con la cuchilla. Tomando impulso, empujó a su contrincante para voltear sobre si mismo y agredir con la hoja de la cuchilla en el pómulo de otro guardia que venía por la retaguardia …

Adah, con su manos amarradas, se agarró con fuerza del antebrazo de su captor, tratando de librarse de él … Aún así trataba de gritar con todas sus fuerzas. Cuando la presión era tan fuerte que podía tocar con su dientes el interior de la mano, trató de abarcar lo máximo posible para llegar a morder algo de la carne del interior. Solo consiguió un leve quejido por parte del Caballero que la soltó la boca, para seguidamente darla la vuelta y pegarla un bofetón, que de no ser porque la tuviera sujetada, podría haberse caído de la fuerza con que fue golpeada.

Altaïr alzó su mirada atraído de nuevo por un grito de Adah: al alzar la vista de nuevo comprobó que el Caballero Templario la había hecho algo. Este despiste provocó que el joven recibiera un golpe en el brazo, que comenzó a sangrar compulsivamente cuando su mano palpó la herida. Lleno de rabia y dolor, pues la herida escocía horriblemente y se podría infectar fácilmente, propinó con su brazo sano un codazo en un ojo de uno de los guardias. Agarró su espada y, cegado de ira, fue deshaciéndose de cada uno de sus contrincantes …

Cada golpe era un esfuerzo extra para él, pues con cada movimiento el brazo le dolía aún más y dificultaba sus movimientos tanto como su agilidad. Era consciente de que estaba perdiendo un tiempo precioso en aquellas luchas, pero no podía ir más deprisa … Se ponía cada vez más nervioso y sus golpes erraban de una manera no propia de él …

Cayó de rodillas cuando uno de los guardias le sorprendió usando su puño en vez de la espada para golpearle. No le dio tiempo a girar ... Su cabeza golpeó violentamente contra el suelo y antes de cerrar los ojos para caer inconsciente, pudo ver como otra figura blanca se abalanzaba a su ayuda sin éxito … O al menos, eso pensó entonces …

Adah quiso gritar entonces, pero aún más fuerte de lo que había hecho … Sus lágrimas resbalaban por su mejilla ligeramente magullada, como si fuera lava que abrasaba su piel … Sin fuerzas para oponerse, y a punto de caer ella también de rodillas, se dejó llevar por el Caballero, que la llevó finalmente hasta el interior del barco. Allí, se dejó caer al suelo, apoyando su frente contra las tablas del suelo. Comenzó a llorar desconsoladamente, mientras los metálicos pasos de la guardia pasaban por su lado sin prestarla la menor atención.

Se notaba un leve balanceo que, poco a poco, la fue calmando como si se encontrara en los mismísimos brazos de la Nana … Se incorporó y se santiguó, tras haber rezado por el alma de Altaïr y de la pequeña Nofek. Lentamente, mientras el ocaso comenzaba a asomarse en el horizonte, volvió la cabeza para darse cuenta de que, por primera vez, estaba abandonando la Tierra en la que nació, totalmente en contra de su voluntad …

Pensó en sus Hermanas … No sabía dónde la llevarían ni que harían con ella … Una última lágrima resbaló por su rostro. Con las pocas fuerzas que la quedaban, y sucia por el polvo, se levantó y cruzó los brazos, tratando de consolarse, ya que allí nadie había que la quisiese. El pelo se enredaba a causa de la suave brisa, que trajo el olor salado de la Mar. Aspiró profundamente como si ese aire la alimentase … Caminó unos pasos hasta toparse con el mástil y allí se apoyó, para caer sentada … Sumida en sus reflexiones vacías que la extasiaban … Que la transportaban a otra realidad donde los ojos del joven Caballero no la produjeran la más mínima sensación ...

La luminosidad del exterior ya no era tan impactante como la que percibió Altaïr nada más abrir sus ojos. Harash le observaba con rostro preocupado y pareció tardar unos segundos en darse cuenta de que su Hermano, por fin, había despertado.

-¡Altaïr!¿ Te encuentras bien?- exclamó sin ocultar su alegría y agarrándole de los hombros. Altaïr produjo un sonido de dolor, pues le había rozado el vendaje con su entusiasmo- ¡Perdona! Oh Dios mio... Gracias a Dios que puede sacarte de allí …

-¿Dónde está Ella?- preguntó el joven confuso, intentando acomodar sus ojos a aquella luz que se colaba por las rejillas de la ventana …

-¿Quién es Ella?

-Lo sabes de sobra … Ella … La joven que traje aquí hace un día …

-¿Y qué hay de la otra chica? ¿Acaso ella no te interesa?

-Si siguiera viva tal vez ...-contestó molesto Altaïr, mientras trataba de incorporarse en la cama.

-¡No te muevas! … Perdona Hermano mi comentario … Dios mio … ¿Qué ha ocurrido? ¿Acaso andabas buscándola en el puerto cuando te encontré luchando con un grupo de Templarios?

-¿Y qué iba a estar haciendo si no? ¿Buscar bulla para demostrar mi hombría?-contestó irónico, mientras se volvía a acostar.

-No lo sé … Pero precisamente nunca has destacado por tu contención: tú ambición y orgullo a veces te ciega, amigo.

-No hablemos más de mí y díme: ¿qué pasó justamente después de que yo cayera?

-Simplemente te saqué de allí como pude; precisamente no tenía ni idea de la chica y solo me preocupaba llevarte vivo de allá.

-¿Y cómo conseguiste reducir a los guardias tú solo?

-¿Te estás burlando de mí? Soy un Hashshashin … No sé por qué me molesto.- exclamó levantando los brazos al cielo y levantándose- Estás acostumbrado a ser tú el héroe y te molesta que te tenga que rescatar unos de tus compañeros porque los ves inferiores a ti- su mirada y su dedo índice se clavaron con odio en Altaïr, quién le observaba perplejo, con los ojos aún a medio abrir.

-¿De qué estás hablando? Sacar a un herido de en medio de un batalla es algo peligroso y difícil, y más teniendo que cargar conmigo todo el trayecto sin que otro grupo de guardias se abalanzaran contra ti: incluso yo he tenido que necesitar ayuda en momentos como esos- repentinamente, cayó, pues en ese momento de acordó cuando Adah le salvó la vida tras la huida de Jerusalén y no pudo evitar sentir nostalgia …

-¿Dudas de mi valía?

-Nunca he dicho eso: limitate a contestar mis preguntas sin pensar en su posible significado oculto.

-¡Y me tratas como si estuviera por debajo de tí dándome órdenes!

-Mira, Harash, no tengo ahora la paciencia suficiente como para aguantar tus frustraciones. Te agradezco que me salvaras la vida, pero recuerda que esa era también tu obligación como Hermano y no por ello pretendas que me arrodille ante ti: sabes perfectamente que yo hubiera hecho lo mismo en tu lugar. Díme: qué pasó con ella.

-Te repito que no sé nada de esa maldita puta … Te dije que nos traería problemas, Altaïr, y ¡míra!, estás son las consecuencias- exclamó señalando su brazo vendado.

-¿Cómo la has llamado?- el rostro del joven asesino se tornó en un gesto serio y frío.

-Por Alá, Altaïr … ¡Es solo una mujer! ¡Una maldita mujer! ¿Por qué tanta preocupación por una sola mujer cuando hay miles allí fuera?

-Esa mujer es más importante que cualquier hombre existente ahora mismo; no te atrevas si quiera compararla con una puta porque no tienes ni la menor idea …

-Entonces, explícame el por qué. Espera, no hace falta que comiences, ya me sé toda la historia …

-¿Qué quieres decir?¿Que todo este tiempo fingías que no sabías nada?

-Al Mualim me contó todo: por algo soy su mano derecha. Pero escúchame, ¿acaso te crees todas esas tonterías?

-¿Estás cuestionando la palabra del Maestro?

-Ningún hombre está por encima de la palabra de Alá: por mucho que nuestro Líder sea un sabio, no deja de ser humano … ¿Cómo osa otorgar a una mujer tal importancia?

-¿Qué estás diciendo?

-¿Te has olvidado de todo lo que hemos aprendido durante este tiempo? Desde hace tiempo, la locura de nuestro Maestro nos está llevando por caminos incorrectos: nuestro deber no es buscar y apoderarnos de supuestas reliquias sagradas, nuestra misión es acabar con todos aquellos que atenten contra lo más sagrado que creo Alá: la humanidad.

-¿Y a dónde pretendes llegar con ese sermón?

-¡Qué esa maldita mujer no es más que un farsa, jamás Alá, en el caso de que nos concediera generosamente tal poder, recaería sobre una mujer!

-Esa mujer vale más que muchos hombres … Incluido tú mismo, por mucho que te pese.

-¿Tú también has caído en su embrujo? Aunque sea asesino, también soy hombre y me he dado cuenta de la increíble belleza de esa joven … Por ello, y con más razón, te ha engatusado, te ha engañado con sus palabra de furcia barata y analfabeta …

-¡Ella no me ha engañado! Es más, ahora pienso, con más razón, ¡que no eres más que un traidor!

-¿Qué argumentos tienes para ello?

-Ninguno que sea válido, pero con tus acciones y palabras no has hecho más que demostrarme que nos has traicionado; no solo a esa muchacha, sino al Credo y a mí. Has caído muy bajo Harash, tu fanatismo y odio a esa “campesina” te han puesto en evidencia.
-Tiene razón ...-su rostro se volvió sombrío tras el capuchón de su túnica negra, y una leve sonrisa se dibujó en su rostro- Tal vez me puse en evidencia rescatándote … Debí dejarte morir.

-¿Cómo pudiste?

-¿Todavía no te has enterado? Este Credo está denigrándose por culpa de Al Mualim y su obsesión con lo esotérico … No hacemos más que alejarnos del camino establecido, coqueteando con cosas que no están permitidas; ¿artefactos poderosos?¿mujeres sagradas?¿magia?¡No es más que brujería! ¡Solo Alá es todo poderoso y nosotros no podemos aspirar a eso porque somos sus simples siervos!

-No te comportas diferente a como lo hacen esos fanáticos Cristianos …

-Al fin y al cabo, compartimos un mismo Dios y lo denominamos de la misma manera.

-Pero no cuando impones tu propia ideología a todo y lo juzgas en base a lo que crees; Al Mualim nos enseñó que nada es verdad y …

-Ya, y todo está permitido … Pero debes reconocer que hay ciertos límites, límites que son superiores a nosotros mismos. Esa mujer se merecía lo que le ha pasado, así Alá lo deseaba.

-¿Y cómo lo sabes?- preguntó Altaïr irónico otra vez.

-¡Maldita seas! -gritó abalanzándose contra su compañero, tratando de clavarle su propia cuchilla en la garganta- ¡Debí dejarte morir! ¡Debía dejarte morir, bastardo!

Altaïr contuvo como pudo a su Hermano, a pesar del dolor del brazo. No tenía más opción. Sin saber muy bien como pasó, el asesino consiguió clavar la cuchilla cerca de la nuez de Harash. Los ojos de sorpresa y odio de éste fueron lo último que vio de su antiguo Hermano. Unos últimos aullidos ahogados, mientras escupía sangre atragantada en la garganta, fueron su despedida ...

Altaïr relajó los brazos después de quitarla cuchilla y Harash cayó muerto sobre su torso desnudo, mientras la sangre brotaba en abundancia, tanto en la herida como por la boca del cadáver. Altaïr, tras recuperar el aliento, pues el forcejeo le había consumido las pocas energías recobradas, empujó el cuerpo hacia un lado, que cayó produciendo un sonido sordo contra el suelo.

Tumbado aún, cubierto de sangre y mirando al techo blanco, Altaïr se quedó unos minutos pensativo, tratando de asimilar los sucesos acontecidos recientemente. Tras levantarse con dificultad y sentarse al borde de la cama, se prometió una cosa así mismo: encontrar a Adah costase lo que costase ...
Fin de la Primera Parte

Castigo ...

La agarró de un brazo y la levantó con brusquedad. Cogió el pañuelo que colgaba de su hombro y se lo echó en la cabeza, cubriéndola por completo el rostro. La empujó hacia delante y casi tropezó con las escaleras que subían hacia la plataforma. Se agarró a un soldado y éste, cuando comprobó que se podía mantener en pie, la propinó otro empujón. A tropezones, escuchando los insultos de la gente y de los propios soldados que la custodiaban, llegó a la plataforma.

El pañuelo, grueso y oscuro, dificultaba su visión. Los rayos de luz penetraban mostrándola movimiento y agitación, donde figuras amorfas se amontonaban formando una masa. Parecía un mar alborotado, en plena tormenta. Furiosa, indomable: así se mostraba el pueblo ante ella.

Tenía miedo. Sus ojos pasaron tímidamente de un lado a otro, hasta que se percató de un bulto atrás de ella. De reojo, volvió rápidamente la cabeza y no pudo evitar sentir ganas de vomitar, una vez las lágrimas comenzaron a salir involuntariamente de nuevo. Aquellas lágrimas ardían sus ojos de rabia. No eran tan abundantes como las anteriores, pero aquel esfuerzo de contenerlas le daba dolor de cabeza, especialmente a nivel de las sienes.

Altaïr vio la figura cubierta, con la cabeza gacha y supo enseguida que era Adah. Observó a su alrededor y buscó una manera para llegar hasta ella de una manera rápida. También pensó en ángulo correcto en el que caer para enseguida reincorporarse, pues lo más probable es que a su aparición le siguieran al encuentro una docena de soldados. Escuchó el sonido de un latigazo acompañado de un grito de dolor.

Adah, calló de rodillas y se apoyó sobre sus brazos, que temblaban por culpa del dolor. Lord Basilisk abrió el vestido de Adah por la espalda y, alzando de nuevo el látigo. Lo soltó con fuerza sobre la espalda, que empezaba a adquirir un tono rojizo debido al golpe anterior.

-Ahora tendrás razones para llorar, puta ...-murmuró para sí mismo.

Otro chasquido. Adah se apretó los dientes con fuerza para contener el grito, que quedó en un simple gemido. Tres latigazos más seguidos. La rabia de Lord Basilisk se basaba en la excitación que le producía azotarla y humillarla públicamente. El dolor se expresa a través del llanto y el grito, pero ella se negaba a darle esa satisfacción. Sus golpes eran tan fuertes, que la delicada piel de Adah comenzó a sangrar. Los rasguños no eran superficiales, sino bastante más profundos. La piel de un hombre es más gruesa que la de una mujer.

Adah aguantaba, abrazada a si misma como una forma de consuelo y para evitar que el vestido se bajara demasiado, mostrando así su pechos. Se mordió varias veces el labio inferior, arrancando los trozos secos de labio. Podía saborear su sangre. En una ocasión de mordió la lengua por descuido. Su boca brillaba con la intensidad escarlata de la sangre, oculta a las gentes del pueblo por el velo oscuro que la cubría. La excitación del pueblo se palpaba a cada flagelación. Sus gritos, en la mayoría masculinos, pedía más y más al castigador.

-¡Ya basta!- interrumpió una voz.

Altaïr alzó la vista, justo cuando se disponía a intervenir, completamente asombrado. Uno de los Caballeros Cruzados que allí estaban presente, subió a la plataforma y arrancó de las manos el látigo a Lord Basilisk. Levemente, el cuero rozó la piel irritada de Adah y profirió un silbido de dolor, mientras balanceaba su cuerpo de atrás hacia delante para calmarse.

-Esto es un espectáculo bochornoso … ¡Ya es suficiente, Lord Basilisk!- le increpó el joven Caballero.

-¿Osas desafiarme? Estoy por encima de tí, así que no me puedes dar órdenes ...- agarró el cuero del látigo e intentó tirar de él, mientras el joven oponía resistencia- Suéltalo antes de que te azote a tí también por insubordinación.

Se quedaron desafiantes, manteniendo una batalla visual, hasta que el joven soltó el látigo. En vez de retirarse, se arrodilló junto a la joven y la tapó con su capa. Lord Basilisk, completamente indignado, alzó el látigo de nuevo y golpeó en la frente del joven, donde se abrió una pequeña brecha. Él cayó un momento al suelo, pero solo tardó segundos en recobrarse.

-No vuelvas a ponerme en evidencia de nuevo, muchacho … Recuerda que no eres nadie, solo un soldado a mis órdenes ...-masculló entre dientes Lord Basilisk, lo suficientemente bajo para que solo el joven Caballero captase el mensaje.

El joven bajó la mirada avergonzado. Adah, arrodillada aún, lloraba silenciosa, bajo su velo. No eran lágrimas de dolor ni miedo, sino de ira. Ardían de tal forma sobre sus mejillas, que el escozor era tan intenso en su rostro como en su espalda desnuda y castigada. Alzó sus ojos mientras el viento azotaba el pañuelo contra sus mejillas y vislumbró una figura blanca entre el público, vestidos con ropas oscuras y sucias.

-Altaïr ...-murmuró ella. Dos brazos la agarraron con fuerza para levantarla del suelo, mientras ella procuraba que el vestido roto no se le cayese, sujetándolo con fuerza a la altura del pecho.

-¡Apresádle!- gritó Lord Basilisk.

Los soldados saltaron de la plataforma y se mezclaron con el público, mientras la figura del asesino parecía flotar como un ángel en su huida …

Altaïr trepó a un edificio cercano, mientras los torpes y pesados soldados trataban de darle caza. Desde arriba, puedo comprobar como los soldados trataban de llevar adentro del edificio a Adah, la cual iba tropezando y cayendo, entorpeciendo la labor de los guardias. Altaïr se colgó de una cuerda que unía una ventada de un edificio con otro para ayudarse a bajar. Con un pie golpeó a uno de los soldados.

Con suma rapidez, sacó su cuchilla y golpeó con el filo de la misma en la cara de otro que venía corriendo a embestirle con la lanza. La sangre salpicó en los ropajes de Altaïr. Adah trató de deshacerse de los guardias, pero uno de ellos la agarró del velo, rodeando su cabeza por completo y tirando de ella hacia atrás, mientras la joven trataba de respirar, realizando una espantosa pantomima.

Una vez oculta tras las puertas de la fortaleza, Lord Basilisk arrancó el velo que cubría su rostro con violencia. Adah sintió un latigazo en la parte posterior del cuello. Casi se mareaba del dolor …

-Llevádla al puerto y embarcar hacia Creta, donde están nuestra base-ordenó Lord Basilisk al joven Caballero- y quiero que te encargues personalmente de protegerla en el caso de que ese asesino vaya tras vosotros … Ahora, intentaré encargarme personalmente de él …

Volvieron a cubrirla con el velo y, entre empujones y agarrones, la llevaron a donde no sabía bien dónde … Lord Basilisk, mientras tanto, se dispuso a enfrentarse a su adversario. Subió con decisión la plataforma, donde Altaïr se deshacía, uno a uno, de los cinco soldados que le rodeaban. Sacó su espada y esperó cautelosamente mientras el joven, apuñalaba en el estómago a su penúltima víctima. El brillo del filo de su espada brillaban en sus ojos verdes … Como los de una serpiente … Como un basilisco …

Altaïr le observó detenidamente antes de empuñar su espada y ponerse en guardia. La gente había salido despavorida ante la pelea, e incluso se habían cobrado bajas entre la misma debido a la violencia que empleaban los propios Cruzados en su busca y captura del joven asesino.

-¡¿Dónde está Ella?!- gritó Altaïr, pero solo obtuvo la respuesta de la espada de Lord Basilisk abalanzándose contra él.

Trató de esquivarle, pero un pequeño corte en el hombro le hizo comprender que aquella lucha no iba a ser nada fácil. Consiguió recuperar la posición y se dedicó a defenderse, mientras que analizaba y estudiaba los movimientos del Templario. Era un hombre fuerte, con mucha técnica y maestría a la hora de manejar la espada, pero en aquel momento la ira que le dominaba era claramente su punto débil. Sus golpes, lleno de rabia, no estaban dirigidos con inteligencia. Estaba subestimando a Altaïr, y aquello le gustaba, puesto que no podía perder demasiado tiempo en aquel combate, por muy alto que fuera el rango de aquel Caballero.

Se echó hacia atrás y aprovechando el impulso, saltó al mastil, donde aún estaba amarrado el cadáver de Nofek, con los pies por delante del cuerpo, golpeó a Lord Basilisk por la espalda, haciéndole caer. Al intentar reincorporarse, Altaïr sacó la cuchilla y le agarró de la capa para levantar el torso. Con un rodilla sobre sus riñones y la cuchilla muy cerca de la yugular, comenzó el interrogatorio.

-¿Dónde está? ¡Dilo!- le gritó Altaïr al oído, sin quitar un ojo de su alrededor por si venían más guardias.

Lord Basilisk soltó una carcajada llena de maldad, como si estuviera pensando en algo terriblemente divertido. Altaïr, que no podía perder más tiempo en jueguecitos como aquel, y menos, que le tomaran el pelo, tiró hacia atrás, haciendo crujir la espalda y clavó la cuchilla lo suficiente, como para soltar un pequeño hilo de sangre, que resbaló hasta que, transformada en un diminuta gota, se estampó contra el suelo de madera de plataforma.

-Es inútil … Aunque te diga dónde está, nunca sabrás hacia donde se dirige, porque no solo le incumbe a ella, sino a Nosotros …

-Aún tengo tiempo; vamos, dí.

-Te sobrestimas … Si fueras más inteligente lo deducirás tú solito … Sin tener que ir sacando información … Pero bueno, solo eres un simple mercenario ...- Altaïr estiró más hacia atrás hasta oír de nuevo otro crujido y Lord Basilisk no pudo contener más los gritos de dolor.

-Cómo no se me había ...-Altaïr abrió poco a poco los ojos, sorprendido por lo simple que era- ¡El puerto!

Soltó de golpe a Lord Basilisk. Al ponerse en pie, miró de reojo el cadáver de Nofek. Su cabeza ladeada … Alzó la cuchilla y atravesó el cuello del Templario de hito a hito, desde la nuca. Un grito ahogado y la sangre comenzó a salir sangre, tanto de la herida como por la boca y nariz del Caballero. Sus brillantes ojos verdes ahora se iban apagando poco a poco, cubiertos por el fino velo de la negra Muerte …

Adah, sin poder ver absolutamente nada y casi semidesnuda, fue conducida hasta un barco, que estaba a punto de zarpar. Con cierto temor e inseguridad, subió las escalinatas, mientras detrás de ella iba el joven Caballero, amenazándola con la punta de su espada. Perdió un momento el equilibrio y casi cae atravesada por la espada, de no ser porque el joven retiró su empuñadura a tiempo. Su espalda chocó contra la fría armadura. Él ofreció sus antebrazos para que se agarrase e reincorporarse de nuevo.

Altaïr corría por las calles, poniendo al límite su forma física: la vida de Adah dependía de ello. Saltaba por los tejados como alma llevada por el Diablo. Y solo se repetía a si mismo un nombre: el de Ella. Ya no le importaba fingir. Ya no le importaba siquiera lo que pensara Al Mualim … Solo quería estar con Ella … Escapar lejos si era necesario … Algo había cambiado en él. Le asustaba pero, al mismo tiempo, le hacía sentirse más humano. Se sonrió a si mismo …

El Juicio del Pueblo ...

Cuando Adah abrió los ojos, se encontraba sola, en una celda oscura … Otra vez de nuevo aquella sensación … La luz a penas pasaba por un ventana pequeña y bastante alta. Al incorporarse, puso una mano sobre los muros de piedra y pudo comprobar como desprendían un calor insoportable. Al escrutar en la semioscuridad, buscando a algún compañero o compañera de celda, se encontró con dos ojos enormes y oscuros que la vigilaban desde las sombras de una esquina. Era Nofek.

Llena de alegría, corrió hacia ella para abrazarla. Estaba ardiendo. La tocó la frente y comprobó que se encontraba muy pálida, casi temblando. Sus labios tenían un tono violenta. Adah, asustada, tomó entre sus manos el rostro redondo de la niña.

-¿Te encuentras bien?- la preguntó.

-Adah … Van a ejecutarme.

Adah creyó que iban a fallarle las piernas. Se arrodilló ante ella, sin dar crédito a las palabras de la niña. La agarró fuerte de los hombros para comprobar que aquello no era un sueño. Se sentía a punto de caer en medio de un pozo profundo, donde la oscuridad la consumiría, a medida que fuera cayendo …

-¡No puede ser! ¡No hemos hecho nada malo!-la zarandeó, también temiendo por su propia vida.

-Ellos dicen que soy un monstruo.

-¿Un monstruo? Mi pequeña …-temblorosa y con las lágrimas a punto de caer, la acarició el suave y sucio rostro de la muchacha- Tú eres un regalo de Dios … Un ángel … ¿Cómo …?

Nofek se levantó poco a poco su túnica y le mostró su zona genital. Una línea carnosa, cerrada, recorría desde casi el inicio del pubis de vello escaso hasta poco más abajo de la entrepierna. Adah se tapó la boca con ambas manos horrorizada. El rostro de Nofek permanecía mientras tanto inexpresivo, pero con un aspecto enfermizo preocupante.

-Soy Eunuco: ellos me llamaron así.

-¡Dios mío! ¡Tú solo eres una niña!- gritó Adah sin estar demasiado convencida de sus palabras.

Su grupo estaba formado por sus Hermanas. Todos eran mujeres porque así Dios lo había deseado: el linaje femenino de Yeshu. El hombre siempre había representado un peligro para ellas, pues podrían someterlas bajo el miedo de la violencia, a través de violaciones y agresiones físicas. Por ello, siempre se habían mantenido alejadas de los hombres, escondidas entre los montes de Galilea. Fueran judíos, cristianos o musulmanes, no las entenderían; solo sería mujeres que servían para satisfacer sus necesidades sexuales y aumentar la prole.

La Nanna se negaba a ello con fuerza y determinación. Desde que ella recordaba, todas sus antepasadas habían renegado de su condición de simples mujeres y se habían mantenido alejadas de la civilización, centrándose en la crianza de sus hijas, el trabajo de la tierra, el cuidado del ganado y las enseñanzas de Yeshu. Los cristianos no habían hecho más que malinterpretar las palabras del Sabio.

A la edad de 16 años, normalmente las jóvenes Hermanas viajaban en busca de un hombre que las dejara encintas para poder continuar con la existencia y supervivencia del grupo. Muchas mujeres de otras ciudades las consideraban vulgares rameras que venían a quitarles los maridos. Pero ellas no sabían que lo que buscaban de ellos no era el placer y el dinero, sino simplemente su Semilla. Todas menos ella, pues la Nanna consideraba que ella aún no estaba preparada. Tenía otros planes para ella, porque era diferente a las demás.

Ahora no comprendía … Nofek no podía ser un hombre … Todas eran mujeres … Nunca … La duda comenzaba a rondar por su mente como un terremoto que arrasa con todo lo establecido.

De repente, las jóvenes alzaron la vista en dirección hacia la puerta y vieron unas figuras oscuras erigirse detrás de la misma. Instintivamente, Adah atrajo hacia su pecho a Nofek, que seguía con la mirada perdida en el vacío, para protegerla. Un caballero embutido en su brillante armadura, con toda seguridad de ser un Cruzado, se acercó e intentó llevarse a Nofek con amables palabras.

-No permitiré que os la llevéis ...¡Ella es inocente!- gritó Adah, a punto de echarse a llorar de rabia e impotencia.

-No te interpongas en esto o tú también irás detrás de ella- amenazó tranquilamente el soldado.

Adah, interpuso su cuerpo entre el soldado y Nofek, extendiendo los brazos para arrinconarla en la esquina. El Caballero rió y con una sola mano, apartó a Adah, empujándola al centro de la celda. Nofek fue arrastrada hasta la puerta, hacia donde Adah se levantó rápidamente para detenerles. Fue inútil, pues inmediatamente le cerraron la puerta en las narices. Golpeó la puerta de hierro incansablemente durante un largo rato, hasta que sus propias fuerzas la fallaron y se dejó caer al suelo, desesperada y no pudiendo ponerse a llorar, con débiles sollozos que escapaban de su seca garganta.

Se tumbó lentamente en el suelo, justo al lado de la puerta. Al rato, escuchó unos pasos que se acercaban y se reincorporó un poco aturdida y con el cuerpo dolorido. Una mano la agarró violentamente de la muñeca y tiró de ella afuera de la celda. Caminaron por corredores y pasillos que ella no supo identificar con claridad, debido a que aún estaba adormecida por el incómodo cansancio que amuermaba todos sus músculos, incluidos los de sus párpados. Antes de salir al exterior, la taparon la cabeza con una tela oscura que solo dejaba al descubierto los ojos.

Un hombre la tomó con suavidad del brazo. Cuando ella alzó sus ojos para observarle, se encontró con otros que la miraban dulcemente. El resto del rostro quedaba eclipsado por la intensidad de la luz del sol. Ambos salieron al exterior, donde la multitud de gente les esperaban entre gritos y gestos violentos de sus rostros y brazos. Adah contuvo la respiración un momento antes de atreverse a dar un paso y seguir al hombre que la tenía cogida por el brazo.

Subieron a una plataforma de madera, situada en el medio de la plaza, donde Nofek estaba expuesta al griterío y furia del pueblo. Un orador, esta vez diferente al árabe con el que ella tuvo la discusión, encendía al pueblo con sus palabras como quien prende fuego a una mecha. Aquel odio iba dirigido a la pobre criatura de Nofek. La respiración de Adah se volvió más agitada debido a la ansiedad y estrés que le provocaba aquella situación.

-¡Porque ella es un monstruo!- gritaba el orador, aparentemente cristiano- Así lo demuestra la ausencia de genitales, no es ni hombre ni mujer … ¡Solo puede ser una criatura del Diablo!

Tomó con violencia a Nofek y la arrancó con torpeza las ropas para mostrar el flacucho y tembloroso cuerpo desnudo de la niña. Incluso Adah no entendía nada. No al orador, sino lo que le habían estado ocultando sus propias Hermanas. Era tan retorcido, que le daba miedo pensarlo … Se limitó a contemplar la escena llena de impotencia …

La gente produjo gritos de asombro, algunas mujeres, como era tradicional, gritaron y se desmayaron, tal como había ocurrido en la plaza el día anterior. Adah cerró los ojos intentando controlar sus emociones, pero en vez de eso, solo consiguió que se le escapara unas lágrimas, que diluyeron la sangre reseca, que aún pintaba sus mejillas de rojo oscuro.

-¡Esta aberración!- continuó el orador- ¡Es la prueba inequívoca de que el Diablo ronda cerca de nosotros! ¡Siempre estaremos tentados por criaturas como ella!- la señaló con desprecio con su dedo índice- ¡Que aparentan ser lo que no son! ¡No podemos dejarnos engañar por una apariencia inocente, pues al desnudo no son más que criaturas diabólicas que nos acechan!¡Que nos conducen al pecado! ¡Que nos conducirán a las mismísimas Puertas del Infierno!

Nofek se tambaleó ligeramente sobre sus pies, encogida sobre si misma, tratando de tapar su pequeño cuerpo de las miradas curiosas e inquisidoras de la gente. Quería llorar. Gritar de rabia. Lanzarse a puñetazos contra la gente que la acusaba de demonio. Quería romper las maderas de aquella plataforma y agredir con ellas a las personas que allí se encontraban. Romperles las tablas en aquellas cabezas huecas …

Altaïr observaba desde un tejado la escena sin poder dar crédito. En aquel momento, sintió pena por Nofek. Aunque nunca había simpatizado con aquella niña y que siempre le había resultado extraña, aquello no significaba que la trataran de aquella manera, basándose en la ignorancia y en el fanatismo para juzgar a una criatura que no había hecho nada a nadie más que existir. Y aquello molestaba a la gente. El miedo a lo diferente … Aquello lo comprendía muy bien …

Sin previo aviso, apareció un hombre vestido de verdugo y le puso a Nofek encima un saco como vestimenta. La imagen que presentaba era lamentable. De nuevo, apareció el orador en escena y llamó a callar al público enfurecido, elevando las manos al cielo.

-¡Y bien, Pueblo! ¡¿Cuál es vuestra sentencia?!- aunque él la tenía clara desde el principio, mientras dirigía una medio sonrisa al verdugo que le escoltaba.

Todos clamaban la muerte de Nofek, con los puños en alto. Adah creyó caerse y se aferró con fuerza a la mano del hombre que la acompañaba. El hombre la miró de reojo.



El verdugo la ató a un palo y la puso otro saco en la cabeza, esta vez para taparla el rostro. Sacó una piedra de un pequeño saco que colgaba de su cinto. Era de considerable tamaño, como sacada de los escombros de alguna casa. Elevó la mano que la sujetaba mientras el pueblo le aclamaba. Se situó delante de Nofek, a una distancia apropiada, y se puso en posición para lanzar la primera piedra.

El corazón de Nofek latía a un ritmo anormal. La sangre golpeaba dentro de su tímpano con un martilleo constante, que casi la impedía escuchar los gritos de la gente. La luz penetraba en el saco con un resplandor rojizo, casi como una premonición de su sangriento final. Elevó la cabeza al cielo, en señal de respeto a Dios. Solo le pedía que le acogiera en su seno tras su martirización … Ella no era un monstruo … Ni mucho menos había tratado con el Diablo …

La primera piedra impactó con fuerza en la cabeza, cerca de la frente. Así tenía que ser, para dejar inconsciente al reo y que no sufriera más de lo innecesario. Nofek se desmayó. La gente, tras esto, se apresuró a coger piedras del suelo, de todos los tamaños y a acercarse, entre empujones y choques, hacia la plataforma para lanzar desde lo más cerca posible las piedras y acertar en el tiro.

Adah profirió un grito de terror que hizo que perdiera el conocimiento por unos segundos. Aquello era más de lo podría soportar, después de estar un día entero sin comer y a penas dormir. El Caballero Cruzado la tomó por las axilas para no dejarla caer para acto seguido, cogerla en brazo y llevarla a un banco, donde allí la dejó tumbada y trató de darla agua. La quitó el velo que cubría su rostro. Contempló maravillado la extraña belleza de la joven …

Altaïr no podía luchar contra lo que estaba pasando. Aquellas gentes, que solían ser victimas de injusticias a diario, se habían convertidos en unos verdugos manipulados a través de la superstición y la ignorancia. Se habían convertido en asesinos irracionales. Habían pagado toda su frustración y rabia contra aquella niña inocente.

Antes que cualquier otra sensación, aquella escena le producía tristeza. Sería inútil matar a todo un pueblo de manera innecesaria. Sería malgastar sus energías. Nofek estaría muerta y aunque consiguiera rescatarla, las heridas producidas, tanto internas como externas, serían incurables. Solo esperaba, si es que existía su Dios, que fuera justo por una vez … Se quedó quieto, esperando que Adah apareciese.

Adah despertó y pudo ver con mayor claridad aquellos ojos que la contemplaban. Eran de un tono azulado, casi celestes como el cielo. Aquel hombre tenía la nariz pequeña y respingona, como la de un niño. La abundante y espesa barba castaña le daba un aspecto más maduro. Él la estaba poniendo una compresa fría en la frente, al mismo tiempo que la limpiaba la sangre seca del rostro. Nunca la habían mirado de aquella manera tan pura. Aquello la hacía sentir bien.

Con un gesto elegante, la invitó a reincorporarse ofreciéndole su mano. Ella aceptó y sintió como si una corriente de electricidad atravesara sus dedos, al tocarse los unos con los otros. Sus miradas se cruzaron y se sintió tranquila de nuevo. De pronto, apareció aquel hombre desagradable, calvo y de brillantes ojos verdes. Lord Basilisk. Se acercó con brusquedad y la tapó el rostro con movimientos toscos, ante la atónita mirada del otro Caballero, que sin embargo y para decepción de Adah, se quedó quieto y callado.

-Ahora es tu turno ...-dijo Lord Basilisk, esbozando una sonrisa torcida.

Lágrimas de Sangre ...

Al poco de amanecer, ya estaban preparados para marcharse. Harash les observó con recelo mientras los tres cruzaban la puerta. Altaïr llevaba una túnica oscura sobre el traje de asesino, para pasar más inadvertido y llevaba la cabeza cubierta con un paño oscuro. Las mujeres también se cubrieron con sus velos para tampoco ser reconocidas.

A pesar de lo temprana que era la hora, el bullicio era tan intenso como en horas más tardías. Los mercaderes y artesanos abrían rápidos sus puestos y comenzaban a mandar chiquillos de un lado a otro para atraer a la clientela. Los mendigos tampoco cesaban en el intento de conseguir unas monedas a aquellas horas de la mañana. Con paciencia, Altaïr iba rechazando uno a uno, mientras Adah protegía con su brazo a Nofek, que parecía no afectarle ni lo más mínimo los empujones y tirones que recibían por pobres o niños insistentes.

Al llegar a una plaza, Altaïr les indicó que se sentaran en unos bancos mientras él iba a buscar algo para desayunar.

-Espero que no lo robes- comentó Adah, dirigiéndole una mirada inquisidora- Ya has visto toda esa gente que hemos ignorado y nos pedían caridad … Ellos no roban por moral aunque estén en la miseria.

Altaïr arqueó una ceja pero sin que ningún otro gesto se dibujara en sus rostro.

-No tienes por qué darme lecciones de moralidad- añadió simplemente.

Se mantuvieron la mirada unos segundos hasta que Altaïr desapareció entre la gente. Adah se destapó un poco la boca para poder respirar mejor. Nofek se quitó el pañuelo y se puso a jugar con un palo, haciendo dibujos en la escasa arena del suelo. Adah miraba curiosa e intranquila a su alrededor, mientras Cruzados pasaban en parejas a caballo por la plaza para hacerse notar, o un grupo de cinco o seis soldados hacían la ronda con sus ridículas e inútiles armaduras relucientes, enfundados en sus extraños cascos, que les cubrían por completo los rostros.

Un hombre con apariencia árabe, salió de uno de los callejones y Adah le siguió con mirada con cierta inquietud, hasta que éste se paró y se subió a lo alto de unas escaleras, que conectaban con una zona alta de la calle. Reclamó la atención del ajetreado pueblo alzando las manos al cielo y comenzó a dar su discurso mientras, poco a poco, las gentes le miraban y se iban quedando paradas para escucharles. Conforme más tardaba Altaïr, se iba formando un grupo cada vez más numeroso delante del improvisado orador árabe.

-¡Porque esos Cristianos!- gritaba el hombre para hacerse oír por encima del ruido y haciendo grandes aspavientos con los brazos.-¡No hacen más que venir aquí y apoderarse de nuestras ciudades! ¡Matan a nuestros hombres! ¡Violan a nuestras mujeres! ¡Raptan a nuestros niños! ¡¿Vamos a seguir consintiendo que nos traten como esclavos, esos malditos bastardos Occidentales?! ¡Uníos Salahuddin y la paz volverá a nuestras castigadas Tierras! ¡Echemos a esos Infieles! ¡Alabado sea Alá!

La gente estalló entre vítores y alzaron sus puños al cielo en señal de aprobación. Las mujeres aplaudían tímidamente, relegadas a las últimas filas. Adah apretó los dientes disgustada y se levantó, con los puños bien apretados por la rabia que sentía por dentro. Nofek no supo reaccionar a tiempo y , para cuando quería detenerla, Adah ya se había hecho paso entre las gentes hasta llegar a la primera fila, donde unos hombres barbudos la miraron con desdén.

Se quedó quieta, con el mentón elevado, desafiando al orador. El orador, después de su baño de multitudes, reparó en la bella muchacha de ojos amberinos. La miró varias veces de reojo hasta que su mirada felina y penetrante se le hizo insoportable. Se dirigió hacia ella con desprecio, desde la altura que le permitía su púlpito estar por encima de ella notablemente.

-¡¿Qué miras, Mujer?!

-Solo me preguntaba qué clase de farsante serías … En cuanto me he acercado un poco más, no había dudas de que no eres más que otro charlatán cualquiera.

-¡¿Cómo te atreves?!¡No pienso consentir los desprecios de una mujer! ¡Tu opinión aquí está de más y lo sabes! ¡Vuelve a tu casa y preocupate de alimentar a tu marido e hijos!
Los asistentes masculinos estallaron entre carcajadas y algunos se atrevieron incluso a empujarla para apartarla del medio. Adah no dejó de quitarle la mirada del medio ni un solo instante. Se mantenía firme en su posición e incluso las uñas comenzaban a dejar marcas en el interior de sus manos. La Nana tenía razón: los hombres son seres despreciables que tratan a las mujeres como seres inferiores. Avanzó despacio pero firme, manteniendo la mirada, hasta que se puso a su altura. Le hizo gracia que aquel hombre solo le sacara media cabeza.

-Afortunadamente, no tengo por qué preocuparme de esos asuntos banales, porque yo también predico la palabra del Señor.

-¿Una mujer? ¿Quién demonios te envía? ¿Los Cristianos?

-Me reconozco como Cristiana pero solo me envía Uno, y ese es Dios. Tú no eres más que un enviado de Saladino para levantar al pueblo contra los Cruzados, a los que sois incapaces de hacerles frente con todo un ejercito preparado. Es más fácil que hacer morir al pueblo antes que a los vuestros, ¿cierto?

-No eres más que una bruja, ¡tú no hablas en nombre de Dios!

-Claro que lo hago y al menos con más cordura que tú, que pretendes que estas pobres gentes arriesguen sus miserables vidas en una batalla donde no encontraran más que la Muerte; ¿acaso no ves que están indefensos y desarmados? ¡Así no haréis más que provocar a los Cruzados a más derramamiento de sangre y otras atrocidades!

-Alá dice claramente que si hacen daño a alguien de los nuestros, nos hacen daño a todos y que tenemos que responder a tal ofensa … Yo solo difundo las palabras del Señor.

-Nuestro Señor es el mismo, pero tergiversas sus palabras por tu otro Señor. ¿Qué ganas con eso? ¿Acaso la culpa y el remordimiento no te invaden al pensar en toda la gente a la que has convencido para morir por tu Señor? Yeshu dijo: “Sabéis que se dijo también: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No recurráis a la violencia contra el que os haga daño. Al contrario, si alguno te abofetea en una mejilla, preséntale también la otra. Y al que quiera pelear contigo para quitarte la túnica, cédele el manto.”

-¡Ese Yeshu era un idiota! ¡¿A quién se le ocurre en su sano juicio hacer eso?!

-Si tan idiota era, ¿por qué convences a otros de una ofensa que no les incumbe para que se arriesguen por tí? ¿Acaso no eres lo suficiente valiente para enfrentarte tú solo a la Guardia, sin tanta palabrería de por medio?. ¡La violencia no conduce más que a más violencia y así nunca acabaremos con esta situación!

-¡¿Y qué solución propones, Mujer?!- y el orador se cruzó de brazos esperando la respuesta, con una sonrisa burlona en los labios.

-A que esta lucha se la dejemos a los reyes y soldados que la han provocado con su ciega ambición. Nosotros debemos preocuparnos por rezar y proteger nuestras vidas. Nosotros no haremos más que derramar inútilmente nuestra sangre para ser el pretexto de otro enfrentamiento sin sentido- miró a la gente, que aún era más numerosa que antes, atraídos por la expectación de aquella disputa entre un hombre y una mujer- Hermanos, solo os pido que no caigáis en la ignorancia de las palabras de un manipulador: Recordad lo que le pasó a Adán y Eva con la Serpiente.

-¡¿Me estás acusando de hereje?!- saltó el hombre acercándose agresivamente a la joven. La agarró del brazo y la zarandeó tratando de tirarla al suelo- ¡Maldita mujer! ¡Tú eres la Eva que nos conducirá al Apocalipsis! ¡Ella es la bruja que os pretende engatusar! ¡Mujer tenías que ser!
La soltó poniendo fuerza y haciendo que finalmente cayera al suelo. Adah se apoyó sobre sus dos manos para evitar desplomarse por las escaleras. El pañuelo se deslizó a su cuello y quedó allí enganchado, zarandeado por el cálido viento del desierto. Alzó sus ojos y pudo ver a la gente boquiabierta observándoles. Altaïr la observaba con fiereza desde una esquina, agarrando de un brazo a Nofek, que la miraba asustada.

Se puso de pie con dignidad y alzó la cabeza en señal de orgullo. Le suplicó a Altaïr con la mirada que no hiciera nada. Estaba cubierta de polvo, pero no se preocupó por quitárselo. Miró al cielo y un sol deslumbrante la cegó por unos instantes, pero poco a poco el color celeste del cielo fue apareciendo hasta que el sol solo era una esfera blanca en medio. “Señor- susurró ella en hebreo- Haz el milagro”.

Todos estaban expectantes y Altaïr estaba muy preocupado por lo que iba a pasar. No debería haberlas dejado solas. Ahora, en cualquier momento, los Templarios podrían descubrirlos y sería difícil escapar tres personas de allí sin llamar la atención entre tanta gente. Si salían de allí con vida, no sabía como reaccionaría ante Adah. No sabía si podría controlarse.

Adah elevó los brazos al cielo en señal de ayuda y poco a poco, notó como unas ardientes lágrimas brotaban de sus ojos, sin que ningún sentimiento de pena o culpa fueran los causantes. De repente notó como si su alma se estuviera elevando de su cuerpo, y no tuviera ninguna sensación o control sobre el mismo. Se llevó las manos a los ojos, como si otras invisibles la guiaran hasta su propio rostro y, para asombro y miedo del público, éstas fueran de color rojo. Rojas como la sangre. Estaba llorando sangre... La Elegida ... Yeshu ... En su rostro se dibujó una sonrisa involuntaria y mostró sus dedos temblorosos a la gente, impregnados de sus lágrimas sangrientas. El orador la observaba con verdadero pánico y se alejaba de ella lentamente, sin poder creer lo que estaban viendo sus ojos.




Adah elevó su mirada al disco brillante que dominaba la escena, como si aquél tuviera vida y fuera el artífice del milagro. Gracias Señor ... Acto seguido, se desplomó suavemente en el suelo. Algunas mujeres también se desmayaron. El caos se apoderó de la gente. Las mujeres lloraban abrazadas las unas a las otras y también a sus hijos, que parecían no comprender lo que estaba pasando. Unos hombres se acercaron a la joven. Para entonces, ésta se había puesto completamente rígida y tenía los ojos muy abiertos, de los que las lágrimas aún seguía saliendo tímidamente.

Altaïr corrió hacia Adah empujando a la gente. Nofek se quedó sola y rodeada de gente histérica. Pero eso no la importaba. Estaba en estado de shock y parecían que aquellas gentes, que se comportaban como si hubiera pasado algo terrible, moviéndose de un lado a otro, con las brazos elevados y gritando, no produjeran ningún sonido. Su ojos estaban abiertos de par en par y centrados en el lugar donde Adah debía de estar inconsciente. De verdad era Ella ...

Adah comenzó a tener espasmos que la hacían parecer poseída. Entre los temblores, se mordió la lengua y un hilillo de sangre salió de su boca, juntándose con el resto de la sangre, que dibujaban líneas escarlatas sobre la pálida piel. Parecía una Virgen ... Parecía Cristo ... Los hombres la levantaron cuando dejó de temblar. Altaïr intentó acercarse a ellos. Pero era demasiado tarde.

Una guardia de Cruzados hizo su aparición. En cuanto comprobaron lo que estaba pasando, y alertados por los hombres que sostenían a Adah, asustados y confusos, se acercaron al lugar de los hechos. Altaïr se quedó inmóvil sin saber que hacer. Como un mero espectador, entre aquella locura difundida en aquella céntrica plaza, observó como los guardias se llevaban a Adah. Lo último que vio de ella fue su rostro ensangrentado y su mirada vacía, que parecía perderse en la nada. Ni siquiera le miraba a él.

Cayó sobre sus rodillas completamente confundido. No entendía qué había pasado, por qué y cómo él no había reaccionado como sabía que debía hacer. Alguien le empujó y cayó, apoyándose en sus dos brazos. Sintió la grava clavarse en la palma de sus manos. La agarró con fuerza y se levantó. No podía perder más el tiempo. Aún había alguna posibilidad. Aunque fuera más costosa y penosa, no podía dejar que los Templarios se llevaran a Adah.

Miró a su alrededor buscando a Nofek, pero no la encontró. Tampoco le importó. Se deshizo de sus ropas corrientes y escaló el edificio más próximo para tratar de seguir la huella de los Templarios … Adah … ¿Por qué?

Confesiones a la Luna ...

Aquella noche, Altaïr tenía que tomar una decisión. Poco después de cenar, dejó a los demás mientras terminaban para subir a lo alto del edificio y pensar allí, en soledad, las posibilidades que tenía. Desde aquella posición, Altaïr podía ver aquella ciudad de estilo claramente cristiano en medio de aquella zona árida de Oriente. Los tejados inclinados, las torres picudas, las chimeneas humeantes, los olivos serpenteantes que adornaban algunas áreas del barrio rico … Se sentía extranjero en aquel lugar … A pesar de que su madre … Su madre podría haber sido de allí … Pero nunca tuvo la oportunidad de conocerla …

-Es una ciudad extraña … ¿verdad?- la voz de Adah le susurraba a sus espaldas.

Él se volteó sorprendido, mientras observaba como la joven se sentaba a su lado, al borde de la cornisa, con toda naturalidad. Ella se bajó la tela que cubría su boca y le miró con sus grandes ojos oliva que destacaban en aquella escena gélida y azulada.

-¿En qué piensas?- le preguntó ella, con una tímida sonrisa esbozada en sus labios.
-Mañana no podremos seguir por más tiempo aquí … Tendremos que buscar otro refugio.
-¿Por qué?

-Ya no somos bien recibidos por Harash … Tuvimos una discusión en la tarde y lo más honesto, para limar asperezas, es largarnos en cuanto podamos. Me ha dado hasta el amanecer para irnos.
-Entiendo ...-sus ojos se desviaron hacia el horizonte, donde una luminosa, casi llena Luna, iluminaba las calles con su blanco resplandor, dando a la ciudad un aire fantasmal inquietante- Altaïr … Yo … No quiero ser ninguna carga para nadie …

-No es tú culpa. Adah, discutimos como todos los Hermanos hacemos y la situación se me fue de las manos. Yo golpeé a Harash en un ataque de ira y debo asumir parte de la culpa que tuve. Debo protegeros igualmente.

-Discutisteis por nosotras … ¿cierto? No quiero causarte más problemas, has cumplido con tu parte al traernos hasta la ciudad … No sé por qué te empeñas en meterte en líos por nosotras.
-Adah … Yo no puedo dejaros solas: sois igual o más débiles en esta ciudad que en el desierto.

-Antes, vivimos durante meses en esta ciudad y sabemos como movernos en ella. Solo tenemos que encontrar a nuestras Hermanas y no correremos más peligro.

-Pero los Templarios te encontraron igualmente … Eres vulnerable aquí y no podría dejaros sabiendo que corréis igualmente peligro … Es como si no hubiera hecho nada con traeros aquí. No podría perdonármelo si te pasara algo, Adah …

Un rubor le subió a la cara y se escondió avergonzado tras su capucha, intentando perderse entre las estrellas que brillaban en la zona más oscura de la bóveda celeste. Adah, con el corazón acelerado, sentía marearse por momentos y como sus miembros perdían fuerza poco a poco. Aquellas palabras la dejaron helada.

-No puedes jugar así conmigo, Altaïr ...-la voz le temblaba- No puedes ...-sus manos se aferraron con más fuerza al bordillo …

La mano de Altaïr se deslizó firme sobre la de Adah y la agarró con fuerza, acariciando rudamente los nudillos apretados. Adah le observó a través el rabillo del ojo y suspiró, buscando ambas manos de él, para acogerlas entre las suyas. Las sostuvo ambas en el aire e inclinó la cabeza sobre ellas para besar la palma de las misma y notar aquel áspero contacto sobre su suave rostro. Aquellas manos estaban endurecidas por la piedra de cientos de edificios escalados … De muchas armas empuñadas … Curtidas y maltratas por cortes, cicatrices, ampollas … Olían a tierra.

Altaïr se dejaba hacer sin poder reaccionar, acomplejado por su dedo mutilado. Los ojos de Adah aparecieron detrás de sus huesudos dedos y dejó reposar sus manos sobre su regazo. Acercó su rostro a del joven asesino y se le quedó mirando por unos instantes, hasta que por fin se decidió a quitarle la capucha.

Su rostro moreno, madurado por las tormentas del desierto, parecía más adulto de lo que realmente era. Aunque hermoso, tenía un aspecto brutal que le impedía ser armonioso. La barba de varios días y una larga cicatriz que recorría de arriba a bajo el extremo derecho de su boca eran sus señas de identidad.

Adah recorrió con la yema de su dedo índice aquel rostro … Deleitándose con cada curva y cada defecto que se encontraba. Al contrario que ella, Altaïr no se atrevía a tocarla y estaba en constante tensión a pesar de que sentía un fuerte golpe desde el interior del pecho cada vez que ella exploraba una nueva zona de su cara.

-Tendría que matarte por dejar que te acercarás demasiado a mí ...-susurró Altaïr, mientras observaba el tono celeste de la piel de la joven- No te podría hacer feliz …

-El daño ya está hecho … Creo que eso ya lo sabemos de sobra en este momento ...-le clavó aquella mirada felina en sus oscuros ojos café- Sean las que sean las circunstancias, tendremos que afrontar las consecuencias …

-No quiero alejarte de mí lado … Pero debo hacerlo porque desde que te conocí tuve el presentimiento de que todo iría a mal … He arriesgado mi reputación con el Credo y no sé que será de mí … Si supieran lo que hice …

-¿Le temes a la Muerte?

-Temo más que la gente a la que estimo muera sin que yo pueda hacer nada por evitarlo … Cuando uno muere, al menos ya no sufre …

-Pero los demás sí … Siempre habrá alguien que sufra por la muerte de uno … Nunca tenemos suficiente con el tiempo que pasamos con esa persona … Nunca seremos realmente conscientes de lo que tenemos hasta que lo perdemos …

Se hizo el silencio por unos momentos que parecieron eternos. Altaïr nunca había tenido una familia o alguien a quien llorar cuando le faltase. Solo los miembros del Credo habían constituido un apoyo en el creció y se desarrolló, pero el cariño que aporta una familia nunca lo tuvo. Los afectos para él eran un cóctel extraño que alguna vez experimentó a través del sexo, pero de una manera demasiado frívola para que ese sentimiento fuera puro. La inocencia de Adah le turbaba. No sabía como actuar. Como hablar. Ni siquiera que sentir o pensar.

-Te amo Altaïr, no tengo miedo en decirlo y menos en sentirlo … Aunque no me correspondas, quiero que lo sepas, pues pronto no volveremos a vernos jamás.

Sin asombrarse, se quedó quieto y con la mirada fija en los ojos de la joven. El miedo le bloqueaba. Aquellas palabras … Él siempre había temido que alguna vez una mujer se las pronunciara.

-Ese es el peor de los pecados que podrías cometer ...-contestó él con voz queda. Se pasó la mano por la cabeza y apartó la mirada, buscando alguna respuesta en la Luna que les observaba detrás de la torre de un campanario …- Tengo que pensar un sitio seguro al que llevaros …

-Más seguras que contigo, no podremos estar ...- y le atrajo el rostro hacia el suyo con suma delicadeza. Las lágrimas brillaban en sus enormes ojos antes de caer tímidamente sobre una pestaña y deslizarse como un pequeño riachuelo plateado sobre la pálida mejilla.

Sus labios se atrajeron por primera vez. Chocaron el uno contra el otro y ahí se quedaron quietos. A penas abrieron la boca en un gesto apasionado. Secos y casi pegados, poco a poco se fueron separando. Al despejarse, una sensación de dolor quedó entre los mismos, mientras Adah ya no podía contener más las lágrimas. Altaïr seguía impasible y en un gesto instintivo, se pasó la lengua sobre los labios para humedecerlos; pero no hizo ningún movimiento para repetir un nuevo beso.

-Sé de un lugar donde podríamos ir … Está en el barrio pobre de la ciudad, pero allí tendremos más posibilidades de no ser vistos y de encontrar a mis Hermanas ...-murmuró Adah, mientras se enjuagaba las lágrimas con la manga de su túnica.

-¿Dónde se encuentra exactamente?-le preguntó Altaïr, sin mirarla a los ojos.
Adah le explicó como tenían que llegar al sitio y una vez terminado, se quedaron callados, sin mirarse.

-Iré a comprobar cómo está el área … Será mejor que vayas a dormir … Aunque sea difícil … -sin estar seguro de lo que hacía, posó su mano sobre el rostro de ella y la acarició detrás de la oreja, dejando que los cabellos se enredaran entre sus dedos- En el armario que hay en el cuarto, Harash guarda un poco de tila, a lo mejor te ayuda … A dormir mejor …

Adah se levantó no sin antes volver a besar la palma de la mano de Altaïr con dulzura. Altaïr suspiró y se quedó un rato pensando que hacer, mientras acariciaba el saquito que tenía amarrado al cinto. No, no era el momento. Se puso en pie y decidió inspeccionar la zona que Adah le había mencionado; así aprovecharía el tiempo conociendo la zona y mantendría su mente distraída de otro tipo de pensamientos que el consideraba absurdos.

Adah bajó a la habitación y se acostó con cuidado al lado de Nofek, que parecía dormir plácidamente, aunque en realidad no era así. En cuanto se hubo tapado con la sábana, la niña abrió los ojos y se la quedó mirando un rato hasta que por fin se atrevió a preguntar.

-¿Qué has hablado con él?

-Al amanecer debemos marcharnos; Altaïr nos guiará hasta el barrio pobre, donde podremos volver a reunirnos con nuestras Hermanas de nuevo.

-Pareces triste … ¿Has llorado?

-Solo han sido unas pocas lágrimas … De la emoción de volver con las nuestras …

-¿Le amas?

Esta vez, Adah no se anduvo con rodeos. Giró la cabeza para mirarla con los ojos y así mostrarle que no mentía.

-Sí, pero no puede ser. Recuerda que la Nana nos dijo que no estábamos hechas para amar, pues el corazón de un hombre es tan cambiante como las mismas estaciones. No debemos sufrir por esas cosas porque hay otros sufrimientos mayores a los que estamos obligadas a compadecer. Solo la gente frívola y egoísta tiene tiempo para asuntos del amor.

-Tienes razón … Pero igualmente vas a sufrir. Ya has pecado, Adah, te has enamorado de ese hombre y le deseas carnalmente- los inquisitivos ojos oscuros de Nofek la recriminaban con dureza, al igual que sus propias palabras.

-Lo sé, y tendré mi castigo en su debido momento: otras sufrimientos más serios me harán olvidar … Pero tenemos que confiar en él: al menos sé que de su parte, nunca me dejaría caer en la Tentación …

Adah se giró hacía el borde de la cama, dando la espalda a Nofek y se quedó mirando fijamente el armario que Altaïr antes le había mencionado. Se preguntó si de verdad aquellas hierbas podrían calmar su pena ...

La Guarida de los Asesinos ...

Tardaron dos semanas en llegar a Acre y la entrada a la ciudad, no fue fácil, pues los caballeros Cruzados examinaban y registraban a cada campesino o mercader que pretendía entrar en la ciudad utilizando métodos poco ortodoxos. Tuvieron que buscar otra para entrar, de lo contrario podrían reconocer a Adah, y Altaïr no estaba por la labor de montar escenitas y batallas en el único lugar donde Adah podría estar a salvo por un tiempo.

Amarraron las monturas en los establos que había a las afueras de la ciudad y buscaron un punto muerto, donde la vigilancia de los guardias era escasa, para poder colarse. Adah, acostumbrada a la mecánica de Altaïr, no tuvo problemas en trepar los muros, más lentamente que su compañero asesino. Pero la que peor lo pasó fue Nofek, debido a su terror hacia las alturas. Con lo cual, tuvieron que vendarla los ojos y el joven se ofreció a llevarla subida en sus espaldas.

Las mujeres se cubrieron la boca y nariz para evitar ser reconocidas e incluso Adah tuvo que ocultar sus llamativos ojos, signo de distinción inconfundible entre tantos oscuros, ya que las mujeres de ojos claros eran de origen europeo y no solían ir cubiertas. Hasta que llegaron a la casa de asesinos, donde Harash les recibió confuso, pues no esperaba su visita.

-¿Altaïr? ¿Cómo tú …?

-No hay tiempo para explicaciones, Harash …-le interrumpió el joven, mientras su compañero observaba atónito a sus inesperados visitantes- Necesitamos tu ayuda para ocultarnos por unos días aquí y lo más importante: bajo ningún concepto debes informar de nuestra posición a Al Mualim.

-De acuerdo … Podéis quedaros y no diré nada a Al Mualim ...-se quedó pensativo un momento y abrió la portuela de su mostrador, indicándoles que pasaran por allí y les acompañó a la parte trasera de la tienda, no sin antes mirar con desconfianza a su alrededor para asegurarse de que nadie les vigilaban- Ahora que estáis seguros dime: ¿Qué ha pasado? No son buenos tiempos por estos lugares como para andar escondiéndose … Desde que los Cruzados llegaron, no me han quitado los ojos de encima …

-Hubo complicaciones en la misión y tuvimos que desviarnos hasta aquí ...-prefirió mentir Altaïr para ahorrarse reproches por parte de su “hermano”- Ella es el Santo Grial … Al Mualim me ordenó buscarla y ahora debemos protegerlas entre los dos.

-¿Y quién es esa cría?- preguntó señalando a Nofek- ¿Qué pinta en todo esto esa niña?

-Es una compañera de Adah, así se llama Ella.

-Entiendo ...- y desvió la mirada descaradamente para escrutar los ensombrecidos ojos de Adah, que apartaba tímida la mirada- Deben de tener hambre … Buscaré algo de comida para que podáis preparar algo … -rebuscó en unos cajones y saco ropa para entregársela a Altaïr- Ponte esto y quédate vigilando el mostrador para no levantar sospechas mientras voy al mercado a comprar suministros … Con vuestra inesperada visita, no tengo a penas nada en la despensa.

-Está bien, pero no tardes mucho … Podrían descubrirme fácilmente ...-sentenció Altaïr, mientras se cambiaba de ropa tras unas cortinas que servían al mismo tiempo de vestidor y zona de ducha.

Harash salió de la estancia y Adah se quitó acalorada el pañuelo de la cabeza, como también hizo Nofek. Altaïr salió completamente vestido y antes de salir al mostrador, las advirtió de que no hicieran nada que pudiera llamar la atención desde de la tienda. Ahora, debían ser más discretos que nunca. Ambas asintieron conformes y se dispusieron para bañarse. Para asegurarse que no se la iban a jugar, cerró con llave para después rebuscar debajo del mueble del mostrador y buscarse algo con que entretenerse mientras.

Las jóvenes, tapadas a la altura del pecho con sendas toallas, le lavaban el cabello usando los perfumes y jabones que tenían al alcance, probándolos mientras reían por lo bajo. Mientras Adah masajeaba la pequeña cabeza de Nofek, la cual estaba de cara a ella con ojos muy apretados para evitar que se le metiera la espuma en los ojos, se balanceaba levemente por la fuerza que Adah ponía en la yema de sus dedos. Paró un momento y se acercó a los cabellos enjabonados para aspirar el perfume.

-Huele a rosas … Las rosas son muy caras ...-dijo Adah, casi hablando para si misma.

Cogió un cuenco de agua y le indicó a Nofek, tomándola por las muñecas que se tapara los ojos con las manos. Vertió el agua que calló como una cascada y continuó masajeando el resto de espuma, hasta que volvió a echarle el agua encima más veces al mismo tiempo que la atusaba el cabello para que no quedase ningún rastro de jabón entre el pelo.

Después, tomó un peine se dedicó a desenredar las hondas del cabello de Nofek, mientras ésta contraía el rostro de dolor a cada tirón que se enganchaba en algún enredo. Cuando hubo acabado y aún con los mechones húmedos, desprendiendo gotas sobre sus pequeños hombros, Nofek tomó el relevo a su compañera y se dispuso a lavarla la cabeza, usando esencia de jazmín, para a continuación cepillarla el largo cabello, aún más rebelde, si cabía más, que el suyo propio.

Pero Adah no parecía estar allí, a pesar de los tirones, ella no se quejaba, mantenía el rostro relajado, casi esbozando una leve sonrisa en sus finos labios, mientras miraba a un rincón de la habitación, justo detrás del biombo improvisado donde antes Altaïr se había cambiado. Aún estaban sus ropas esparcidas por el suelo.

-Ya he terminado ...-soltó Nofek en tono molesto, entregándole el cepillo a Adah. Ésta lo cogió para levantarse y colocar las cosas en su sitio, mientras Nofek la seguía con sus oscuros ojos cada movimiento que hacía.

También recogió las ropas de Altaïr y se dispuso a doblarlas, mientras Nofek torcía el morro y un poco la nariz ante aquel gesto, que la desagradable tanto o más que el propio Altaïr.

-Te comportas como su esposa- la grave voz de Nofek cortó el aire como un cuchillo bien afilado. Cuando Adah alzó sus sorprendidos ojos hacia la niña, ésta tenía su típico gesto de indiferencia grabado en el rostro.

-¿Qué hay de malo en cuidar de un hombre sin ser su mujer? Él me rescató de los Caballeros Cristianos, Nofek … Ya aclaramos antes de que tu aparecieras que nada iba a pasar entre nosotros ...- y colocó la túnica doblada sobre la cómoda.

-No se necesita el amor mutuo para formar un matrimonio- replicó Nofek con su gesto impasible- Ya sabes como son esos árabes … Cuantas más mujeres tienen, más felices son …

-Altaïr no es de esos … Él y sus hermanos son ...-dudó un momento antes de contestar- Son diferentes … Incluso me atrevería a añadir que especiales …

-No dejan de ser hombres.

Adah se acercó a ella sonriente mientras Nofek le dirigía una mirada dura. Se sentó a su lado, colocándose el pelo detrás de una oreja y se recostó sobre un brazo. Dio unos golpes sobre el colchón con la palma abierta de la mano libre, invitando a la niña a tumbarse a su lado. Nofek obedeció de inmediato, apoyándose sobre sus dos manos en actitud de oración.

-Tú sabes que te quiero mucho … ¿verdad, Adah?- preguntó la niña, relajando el rostro como si tuviera miedo a reconocer algo.

-Claro que lo sé ...- la mano de Adah acarició la plana y suave mejilla de la niña- Y yo también te quiero mucho … Nada cambiará eso … Tenlo por seguro … Ahora duerme, ya que podemos hacerlo en una cama en condiciones.

Se dio la vuelta, dando la cara a la pared, mientras Nofek se quedaba tumbada al borde de la cama. Ella también se dio la vuelta y se encontró con la espalda a medio cubrir por los cabellos negros que caían desde la nuca. Los apartó con delicadeza, escuchando atentamente el tranquilo respirar de su acompañante. Una línea se hundía en medio de su espalda, volviendo grisácea aquella zona de su pálida piel, por efecto de la sombra.


Con el dedo índice, recorrió aquella línea lentamente hasta que el borde de la toalla le impidió seguir más abajo. Recorrió también la forma redondeada del omóplato, que sobresalía un poco en aquella postura, ya que estaba tumbada de lado. La oyó suspirar, mientras sus hombros se alzaban como si un escalofrío la hubiera recorrido la espalda. Podía notar como la piel tomaba una textura algo rugosa, como cuando coges frío. Exploró cuanto pudo de sus espalda hasta que quedó dormida y sus brazos se aferraron a la cintura de la joven, atraiéndola contra sí, mientras hundía el rostro sobre la espesa cabellera que caía sobre la almohada. No sabía si aquello estaba bien o mal … Solo sabía con certeza que la hacía sentir bien.

Altaïr paró de hacer las tareas que estaba realizando y se quedó mirando fijamente a la nada, mientras ponía el oído especialmente fino, para captar algún sonido que procediera de la habitación que se encontraba a sus espaldas. Ni un solo movimiento. Silencio. Observó la estancia en la que se encontraba para asegurarse de que no había nadie, ni siquiera algo más lejos de la tienda en la que se encontraba. Dio la vuelta y entreabrió con cuidado la puerta, dejando una linea fine entre el marco y la puerta en sí para poder ver en el interior, sin que notaran que pudieran estarlas espiando.

Cuando comprobó que no estaba deambulando por la habitación, súbitamente la abrió del todo y pudo ver como las dos jóvenes yacían sobre la cama, durmiendo abrazadas. Altaïr se quedó sorprendido, observando aquella tierna escena y algo bizarra. Nofek se abrazaba a Adah, e incluso dormida, pasaba su rostro contra la espalda de Adah, que no se inmutaba ante aquellas caricias hechas con la punta de la redonda nariz de la niña. Él se sentía un intruso en aquella situación. Sentía como si estuviera violando la intimidad de las jóvenes …

Harash entró súbitamente en la tienda, y esto hizo que Altaïr saliera apresuradamente de la habitación y cerrará la puerta detrás de si. Se abalanzó sobre el joven asesino, agarrándole fuertemente por los hombros, con los ojos desorbitados y jadeando pesadamente. Altaïr tuvo que sostenerle por los antebrazos, para evitar que su hermano se cayese de rodillas al suelo.

-¿Qué demonios te pasa?-preguntó entre asustado y desconfiado.

-¡Ellos lo saben! - gritaba con el rostro desencajado- ¡Lo saben!

-¿Qué saben?

-Saben que Ella está aquí, en la ciudad, y la buscan … No tardarán en encontrarla Altaïr … ¡No tardarán en llegar aquí!

-No podemos arriesgarnos a sacarlas de aquí … Sería más peligroso deambular por las calles que quedarnos aquí a recibir al enemigo con toda tranquilidad … No levantaríamos sospechas.

-Ya han cogido a otras mujeres … No tendrán escrúpulos en registrar este edificio de arriba a bajo y no podemos arriesgarnos a exponer nuestro propio cuartel general … Altaïr, tienes que llevártelas inmediatamente.

-Escúchame bien, Harash ...-le tomó con fuerza por la camisa y le elevó a su propia altura con rabia contenida, que hacía chirriar sus dientes- No nos moveremos de aquí hasta que las cosas no se calmen. Si actuamos en estas circunstancias, es más fácil exponerlas … Me da igual el cuartel, podemos cambiar de lugar … Ahora lo que prima es su vida.

-¡Ni siquiera es de nuestra incumbencia! Altaïr, prometí no revelar nada a Al Mualim, de tu desobediencia … Pero no puedo permitirte que pongas en peligro nuestra presencia en esta ciudad … No, no lo permitiré …

-Sabes perfectamente que no trascendería nada de lo que pudiera ocurrir aquí mientras yo esté aquí … Lo sabes muy bien.

-¡Tú y tu arrogancia! No me sorprenden esas palabras, pero debemos ser razonables y más cautos … No solo hablamos de una mujer, sino de otra que encima es una cría.

-Sabes perfectamente que tengo razón … A no ser, que vayas a delatarnos o que ya lo hayas hecho … - los ojos oscuros de Altaïr brillaron con un tono rojizo al pronunciar aquellas palabras.

-¡¿Yo?!- exclamó Harash indignado- ¿Por quién me has tomado?

-No quieres tener problemas y no te importaría hacer cualquier cosa con tal de que nuestra presencia aquí continúe … Tú mismo te delatas con tus ruegos y deseos.

-Que desconfié de mí un hermano no lo voy a tolerar … ¡Yo solo os estoy avisando de la situación! No sabías que podrías arriesgar tanto … Y menos por una mujer … Una campesina …

-¡No sigas por ese camino!- y le golpeó en la mandíbula. Harash calló al suelo, mientras un hilillo de sangre resbalaba por una de las comisuras de su boca. Sin siquiera llevarse la mano a la zona herida, le dirigió una mirada de odio aún más fulminante y seria que la del propio Altaïr.

-Solo os doy de tregua hasta esta noche … A partir del amanecer no quiero saber nada de vosotros o me veré obligado a llamar personalmente a otras fuerzas para sacaros de este lugar ...

La Marca de la Elegida ...

Tuvieron que retrasar el viaje unas ocho horas hasta que Adah se recuperó de los efectos del schemeteriak. Por seguridad, Altaïr requisó la bolsita con la droga que escondía Nofek entre sus provisiones y así evitar nuevos ataques de fanatismo, que podrían atentar contra la vida de la joven. Parecía que la frialdad de Nofek había desaparecido, pues la joven parecía constantemente nerviosa y preocupada desde aquel incidente, y no se separaba ni un momento de Adah.

Altaïr vigilaba cada movimiento de la niña con desconfianza y cuando llegaba la hora de proporcionar un poco de agua a la joven enferma, él mismo se encargaba de dicha tarea, mientras la cría le miraba receloso e incluso con cierta envidia. Cuando Adah por fin despertó, se encargó de prepararle una infusión de manzanilla, para evitar que se infiltrasen sustancias secundarias y así asentara el estómago después de tantas veces que había vomitado la joven.

Preparó un cazo viejo con agua de la petaca e hirvió las hierbecillas, para después colarlas y echarlas en un vaso de cerámica. Se situó muy cerca de la joven y la ayudó a reincorporarse, formando con unas telas una especie de almohada sobre una piedra grande y elevada, para que pudiera apoyar la cabeza mientras bebía la infusión. Con una mano, la ayudaba a elevar la cabeza lo suficiente para tomar sin que se derramase demasiado, y, con la otra, le daba de beber a pequeños sorbos para que no le sentase mal.

Adah hacía gestos de esfuerzos al tomar la infusión y contraía completamente el rostro, después de tomar cada sorbo, pero no ponía ninguna pega ni se quejaba. Cuando Altaïr vio que era suficiente, dejó el vaso a un lado y se quedó contemplando el rostro pálido de la joven, que parecía sumirse de nuevo en un profundo y pacífico sueño. Se tomó su tiempo en quitarla los pelos que se pegaban a la sudorosa frente, incluso alargando aquel momento, como una tonta excusa para quedarse allí un rato más mirándola, escrutando cada rasgo, analizando cada gesto producto del sueño … Mientras se preguntaba que pasaría cuando tuvieran que despedirse … ¿Volverían a encontrarse de nuevo? No era probable, se decía a si mismo, guardando la cordura …

-¿Qué tal se encuentra?- preguntó una vez más Nofek, acercándose y mirando fijamente a Adah.
-Al menos ya bebe algo … Cuando pueda comer algo sólido, podremos continuar el viaje-contestó secamente, observándola bajo el capuchón con el ceño fruncido- ¿Por qué lo hiciste, Nofek?
La niña calló un momento, al mismo tiempo que los ojos castaños comenzaban a empañárseles de lágrimas.

-No quería matarla … No sabía que pudiera dañarla tanto ...-murmuró mientras se pasaba la manga de su sucia túnica por la nariz.

-Escúchame: te creo pero no me fío de tí … Debes tener más cuidado cuando manejas ese tipo de sustancias, más cuando no sabes lo que puede pasar ...-y entonces él se acordó de la escena en la que Adah volvió a sufrir un ataque, cuando él mismo fumaba hachís en la parte trasera de la tienda de Kadar …- Dime, ¿por qué Adah es tan especial para ...- dudó un instante y terminó- vosotras?

-La Nana siempre nos ha dicho que somos las Elegidas de Dios y que una de nosotras será nuestras líder, ya que es descendiente directa de Yeshu … Su linaje se traspasa solo por vía femenina a través de la primogénita.

-¿Yeshu es el Jesús cristiano?-intentó aclarar Altaïr no muy seguro de sus propias palabras.

-Eso es lo que se dice … Pero hay mucha confusión entorno a ello porque Ellos quieren mantener el secreto, por la imagen y castidad del propio Yeshu … Yo confió en la sabiduría de la Nana, ella nos ha enseñado todo lo que sabemos del Antigüo Testamento y el Verdadero Nuevo Testamento … Incluso poseemos el arma de Yeshu: solo una verdadera descendiente de Yeshu puede usarla para el bien común.

-¿Y dices que sois todas mujeres?

-Exacto.

-Eso no es posible ...-dijo Altaïr, sonriendo- ¿Qué pasa con los hombres entonces? ¿Cómo es que sobrevivís y tenéis descendencia?

-Las mujeres mayores y adolescentes mantienen relaciones con hombres del exterior y cuando quedan encintas, vuelven para dar a luz.

-¿Y qué pasa con los que nacen varones? ¿Los expulsáis del poblado?

-Nunca nacen varones en nuestro grupo- contestó tranquilamente la joven sin inmutarse y mirándole fijamente con los enormes ojos entrecerrados.

-No puede ser …

-Si que puede … Ya te he dicho que somos las Elegidas …

Altaïr se quedó seriamente reflexionando las palabras de la niña. Acto seguido, se levantó con cuidado de no despertar a Adah y se alejó un poco, con la excusa de ir a cazar algo. Se perdió un poco entre los cañones y los matorrales, buscando algún pequeño animal mientras pensaba, pues su cabeza parecía estallar de tantos pensamientos entrecruzados … ¿Cómo podría …? No, no podía serlo … Había algo más … Pero Nofek no tenía las respuestas que él buscaba …

Regresó sin pieza alguna una vez se hubo tranquilizado y vigiló lo que estaba cocinando la pequeña. Cuando terminó, cogió la parte que correspondía a Adah y fue a dársela antes de empezar él con la suya propia. Nofek se quedó comiendo en silencio junto al fuego, mientras las llamas rojizas se reflejaban en sus ensimismados ojos.

Cuando él se acercó, Adah le sonrió tumbada y le esperó, para poder apoyarse en un codo y verle mejor.

-Gracias por cuidar de mí ...-susurró ella con voz débil.

-Te la debía: tú hiciste lo mismo por mí una vez ...-contestó él, procurando no ponerse nervioso cuando la tomó de los brazos y la ayudó a sentarse. Los blancos dedos de la joven se aferraron con fuerza contra su morena palma y él sintió un cosquilleo que le llegó hasta la yema de los dedos …

-Y lo volvería a hacer si fuera necesario …- entonces se acordó que no quedaba mucho para que sus caminos se separasen para siempre ...- Bueno, si tuviera de nuevo la oportunidad …
Altaïr se escondió acalorado tras su capuchón, dejando que las sombras hicieran el resto para ocultar su sonrojamiento. A la joven un rojo rubor subió hasta sus pálidas mejillas, haciendo que su hermoso rostro recobrase vida de nuevo. Luego, alzó la cabeza esbozando una sonrisa enigmática y mirándole con ternura a los ojos, mientras éste le daba de comer pequeños trocitos de torta con humus.Altaïr evitaba mirarla directamente a los ojos y entonces notó la suave mano de Adah tocar la suya: la que le daba de comer y precisamente en la que le faltaba un dedo. Él casi se quedó sin respiración y la intentó apartar de inmediato, pero ella la tenía tomada con fuerza y determinación.

-¿Cómo te hiciste esto?- preguntó ella con voz sumamente suave.

-Es un signo de iniciación …-respondió vagamente el joven asesino. Se mordió los labios nervioso, mientras la joven miraba con fascinación aquella deformidad- ¿Te da asco?- preguntó él, como un niño pequeño inseguro.

-No- y ella posó dos de sus dedos sobre el pequeño muñón formado, debido a la amputación- Yo también tengo una marca especial como la tuya …

Dicho esto, la joven se arremangó los bajos de su túnica, ante la atónita mirada de Altaïr. Se levantó apoyándose en un hombro del joven y se bajó los bombachos, volviendo a cogerse los bajos, solo tapando su pubis. Entreabrió las piernas y señaló con su dedo índice en un trozo de piel brillantemente blanca, entre sus redondos muslos, una especie de marca grisácea. Altaïr evitaba mirar demasiado fijamente porque consideraba aquello algo indecoroso.
-Ésa es mi marca- dijo la joven casi alegremente- Dicen que esa marca solo puede llevarla una verdadera Elegida … La Nana dice que está hecha a fuego …

-Pero … ¿Por qué sois las Elegidas?¿Qué hacéis exactamente?- preguntó Altaïr, mirando al suelo, para así evitar que sus ojos fueran a zonas prohibidas de la anatomía de la joven …

-Nosotras nos encargamos de guardar el secreto de Yeshu … Porque como Elegidas y descendientes de sus verdaderas pupilas, tenemos el deber de aguardar hasta el Gran Día … El momento preciso en el que debemos revelar la autentica Verdad ...- ella estaba ahora de cuclillas, de nuevo vestida, mirándole con sus hermosos ojos ambarinos- Pero Ellos lo saben y quieren apoderarse de nuestros bienes más preciados … Ellos no solo me quieren a mí.

-¿Cómo?- entonces alzó la cabeza completamente interesado en las palabras de la joven- ¿Qué es lo que realmente buscan los Templarios?

-Mi captura no fue más que una excusa … Porque en un principio Ellos pensaban que si yo era la Máxima Elegida, tendría en mi poder Eso que Ellos tanto ansían … Pero la Nana es mucho más inteligente y se encargó de guardarlo en un lugar seguro donde Ellos nunca pensarán buscar … Me torturaron, me mataron de hambre y sed … Aún así, me mantuve firme y mis compañeras me apoyaron atacándoles, les presionaron para que me liberasen … Pero llegaste tú, como un ángel caído del cielo y me liberaste. Pensé que me devolverías con mis compañeras y pronto descubrí tus intenciones: aunque sabía perfectamente que no eras uno de Ellos.- le tomó de ambas manos con fuerza de manera suplicante- Sé que tú reniegas de tu misión porque en el fondo tienes un buen corazón … Las intenciones de los tuyos no difieren demasiado de las de Ellos. Por eso, demostrando la lealtad, extrañamente confiada que me guardas, te pediría que ayudases a mis compañeras y a mí a librarnos de Ellos. Necesitamos la ayuda de un hombre como tú para poder escapar a un sitio más seguro que Tierra Santa, Altaïr.

Hacía mucho que no escuchaba pronunciar su nombre y menos de la boca de Adah. Allí estaba ella, pidiéndole ayuda a un hombre como él, un hombre que había cometido barbaridades por órdenes de su credo y que le pedía que traicionase a su maestro, Al Mualim. Hasta ese mismo instante no fue consciente de lo que estaba pasando, ni de lo que debería hacer o no hacer … Era como si la situación se le estuviera escapando de las manos sin que él se diese cuenta … ¿Acaso le estarían traicionando sus propios sentimientos? ¿Aquellos contra los que había luchado durante tantos años para convertirse en lo que era … o lo que quedaba de aquello que fue?

-Estas pidiéndome muchas cosas ...-comenzó Altaïr tímidamente, ya que no quería aceptar su propuesta abiertamente ni tampoco negársela demasiado pronto- Quiero decir que … Implicarían consecuencias que no podría prevenir ahora mismo … Porque … Porque ...-odiaba tartamudear- No sé si lo haría por ti o porque creo en vuestra causa …

-¿Acaso ...sientes algo … por mí?-preguntó la joven, igual de tímida.

-No lo sé ...- y suspiró, apartando la mirada hacía el horizonte, que comenzaba a oscurecer- Creo que deberíamos levantar el campamento y viajar durante la noche … Así, seremos menos vulnerables, aquí parados …

-No me cambies el tema, por favor ...-suplicó Adah, conteniéndose las lágrimas.
-Nofek deberá ir contigo, por si acaso debemos huir … En su poney, no iría demasiado rápido …

-¡Yo si te amo!- exclamó ella, al mismo tiempo que le acariciaba, de manera inconsciente el muñón del dedo.

-No, no …. No lo entiendes … No deberías.- él escapó de sus manos y la agarró por los hombros, añadiendo en tono confidente- Debes aprender a odiarme, porque no creo que pueda ser posible … De otra manera.

-Entonces eso es lo que haces … Odiarme para no sentir nada por mí, ni siquiera un mínimo de compasión ...- murmuró ella entre lágrimas, intentando no mirarle, ella ahora, a él a los ojos.

-Pertenecemos a dos mundos muy diferentes, que no creo que puedan ser compatibles entre sí … No te odio, si eso te alivia al menos, pero no puedo quererte … Porque así, de lo contrario, te haría más daño del que puedes imaginar … No quiero crearte falsas expectativas, Adah, es la pura verdad.

-Sabes que no somos tan diferentes Altaïr … Tenemos cosas en común ...-argumentó ella esperanzada.

-Esas mismas coincidencias son las que más miedo me dan … Vamos, debemos recoger todo esto antes de que caiga la noche … Al menos, hazlo por Nofek …

Adah asintió, y se secó las lágrimas con la manga de la camisa, admitiendo con gran madurez el rechazo por parte de Altaïr ...

La Revelación de la Serpiente ...

-No puedes hablar en serio ...-murmuró ella, mirándole a los ojos, mientras la luz de las estrellas se tintileaban en sus húmedos ojos- Después de todo lo que ha pasado … ¿Vuelves a querer deshacerte de mí?

-No tienes por qué preocuparte, pues la responsabilidad de lo que me encomendaron recaerá sobre mí … Puedo fracasar si lo creo oportuno.

-Eres idiota- concluyó ella, con las gruesas cejas contraídas- Eres un creído …Creí que eras distinto. ¡No te soporto!- le golpeó el pecho con ambos puños sin dejar de mirarle fijamente a los ojos- Y pensar que yo alguna vez …

Pero se quedó callada, como si sus propias palabras hubieran quedado calladas dentro de su propia garganta. Apartó bruscamente la mirada. Tomó por los hombros a Nofek y se apartaron un poco. Se puso de cuclillas delante de ella y la tomó el rostro con ambos brazos. La niña la miraba con su característica inexpresividad.

-¿Dónde están las demás, Nofek?- le preguntó Adah, apartándola unos cuantos cabellos sucios de la frente.

-Debemos volver a Acre. Destrozaron el poblado poco después que lo abandonáramos … Ya no quedan más que las cenizas de nuestras casas.

-Es peligroso- sentenció Altaïr desde las sombras sin inmutarse lo más mínimo.

-Estábamos manteniendo una conversación privada- le espetó Adah sin siquiera mirarle.

-Una cosa es que os deje marchar y otra que no me importe si corréis peligro o no.

-Pues debería- y Adah se volvió para señalarle a modo de acusación con su dedo índice- Ya no formo parte de tus preocupaciones. Vamos, Nofek, busca tu poney y marchémonos de aquí.

La niña obedeció sin decir palabra y Adah se encaminó hacia el campamento para recoger sus cosas, no sin antes pasar por delante de Altaïr y dirigirle una mirada de desdén. Él la miró sin mover una sola facción de su rostro, pero por dentro sintió como si le pegaran una puñalada por debajo de las costillas. ¿Qué era lo que ella esperaba de él? A penas entendía por qué ella se había disgustado tanto con él …

Adah metió la mitad de la comida hecha por la noche en una vasijas o envueltas en telas para meterlas en su saca. Lo ató todo al caballo, sin dignarse a mirarle siquiera de reojo. Estaba tan furiosa con él. Ella esperaba … Ella … Sacudió la cabeza como para espantar una mosca especialmente molesta y apoyó su frente en la silla de montar, con las manos apoyadas en el lomo del caballo. Suspiró hondo y alzó la vista, dispuesta montarse. Sus ojos se cruzaron con los de Altaïr que la miraba desde el otro lado del animal, agarrándola por las manos con fuerza, impidiéndole impulsarse con comodidad.

-Creo que debería acompañaros …-comenzó a decir él suave, intentando que ella le mirara a los ojos- Para asegurarme que al menos llegáis bien.

-No es necesario-y le fulminó con una mirada llena de dureza- Yo puedo cuidar de Nofek sola.

-Lo siento, pero mi conciencia me impide dejar a una mujer y una niña solas, cruzando el desierto … Ya sabes lo que nos ocurrió con los bandidos … Escapamos de milagro.

-¡No vengas ahora haciéndote el héroe!

-Ya sabes que yo no soy ningún santo … Pero puedo escoltaros sin ningún problema.


-¿Qué quieres de nosotras?¿Acaso es otro de tus trucos? ¿Qué interés tienes en ayudarnos?


-Solamente tú ...-murmuró él mismo avergonzado y sin a penas poder sostener la mirada de la joven.

A Adah le dio un vuelco el corazón y apretó los dientes, no sabía si de rabia o por controlar algún que otro tipo de impulso desconocido hasta entonces. Altaïr deslizó su mano para dejar a la joven subir al caballo. Cuando ésta tomó las riendas, le miró levemente y después dirigió su mirada en dirección contraria, a las montañas, que quebraban el horizonte con sus rotas formas, como las del perfil de una sierra de carpintero.

-Puedes venir … Nos vendrá bien alguien que nos guié- comentó Adah, sin dejar de mirar el oscuro cielo que comenzaba a clarear con tonos violetas y rojizos.

-Me parece una sabia decisión- le contestó Altaïr, al mismo tiempo que corría hacia el campamento para desmontarlo y Nofek se acercaba a ella con gesto de malhumor, montada en su poney.


-¿Por qué le permites que nos acompañe?-preguntó la niña con un tono de reproche en su grave voz.

-Nos puede ser útil … Confía en mí, ya que yo confío en él-le aclaró Adah, mientras la peinaba el cabello alborotado con dulzura.

Emprendieron el camino al alba, sin haber dormido a penas, y se notaba el cansancio cargado en sus cuerpos, tambaleantes en las monturas, mientras iban a paso tranquilo. Cuando salieron de la zona de bosque, pararon a un lado del camino de tierra, algo alejados. Allí, después de comer algo, se dispusieron a descansar para recuperar el sueño que habían perdido durante toda la noche. Pero Adah se quedó sentada, sin recostarse. Altaïr la persuadió para que se acostara, pero ella negó con la cabeza, aludiendo que no tenía demasiado sueño, aunque las moradas ojeras que se dibujaban debajo de sus ojos y las bolsas ligeramente hinchadas indicaran lo contrario.

Él desistió vencido por el sueño, mientras la niña se quedó dormida al lado de Adah, con la cabeza apoyada sobre su regazo. Los ojos vacíos de Adah se perdían, al igual que sus dedos, entre los enredados y sucios cabellos de la cría. No sabría explicarlo, pero tenía el pecho oprimido que casi al respirar le dolía. Su cuerpo estaba rígido en la posición en la que estaba, como si sus miembros fueran rígidos bastones de madera. Escuchó un susurro serpenteante cerca de ella. Pero era leve, como si pasara corriendo, alejándose y acercándose al mismo tiempo. Ella miraba a su alrededor sin alterarse, comprobando de aquella manera de que no había nadie más allí, aparte de ellos mismos.

Con cuidado, apartó la cabeza de Nofek a un lado y la puso encima de un bulto de telas,que habían formado su velo. Sus cabellos acariciaban su rostro con débiles azotes y se entremetían en su boca y ojos. No se sentía dueña de cada movimiento que hacía, pues ella no tenía la voluntad de hacer lo que estaba haciendo. Se puso en pie, con la vista fija en un sitio concreto del camino, sin que allí viera nada … Pero aún así, tenía la imagen de una serpiente grabada en su mente con la absoluta certeza de que lo estuviera percibiendo a través de sus sentidos.


Se paró el seco, mirando fijamente a aquella serpiente invisible. Con la cabeza bien alta, y mirándola de reojo con aquella pupila alarga, que rajaba el iris ambarino. La tentaba con su lengua bífida, de manera burlona, como si tratara de decirla algo. Ella se agachó y se quitó las sandalias para comenzar a andar descalza por la gravilla. Las piedrecillas se clavaban en la planta de sus pies, haciéndola rasguños y pequeñas heridas que sangraban levemente. La serpiente se acercó sigilosa a sus pies, rodeándola con su escamoso cuerpo los tobillos, enredándose en sus pantorrillas …
Adah sentía el contacto de aquel cuerpo tibio y cayó arrodillada, seducida por algún tipo extraño de magia … Dejó que la serpiente subiera enrollándose en su cuerpo, apretando y aflojando al mismo tiempo que trepaba un poco más, mientras notaba las contracciones del cuerpo de la misma … La serpiente llegó hasta su pecho y continuó el camino por los brazos, que Adah había extendido hacia afuera, dejando que la serpiente se enroscaban en sus delgados y blancos brazos.
La muchacha, con la boca entreabierta y los párpados casi cubriendo sus ambarinos ojos, miraban a la serpiente embelesada, como si ésta la hubiera seducido … Igual que a Eva. La serpiente sacaba su lengua bífida con rapidez, como si le hiciera una burla a la joven, al mismo tiempo que su cabeza se acercaba lentamente hacia la nariz de la joven, con las pupilas alargadas y negras fijadas en la misma.

Al abrir por completo los ojos, éstos se encontraron con los de la serpiente, en donde vio reflejada una cierta similitud, a parte del color … Una similitud que traspasaba lo meramente físico … Algo más parecido a una semejanza de espíritu … Una unión … O quizás un reflejo de si misma. Asustada y con gesto de asco, apartó de si la serpiente, intentando dejarla en el suelo … Pero no se soltaba.

-“Suéltate, ¿por qué no me dejas?”- pronunció la joven en su mente, con los ojos bien abiertos a modo de suplica.

-“Porque tú y yo somos una misma … Una unión … Una sola alma ...”- silbó la serpiente, que conseguía trepar por los delgados brazos como si estos fueran ramas de árbol.

-¡Yo no soy como tú!- gritó la joven como si saliera de un trance, mientras elevaba los brazos hacia el cielo, preparada para golpear a la serpiente contra el suelo. El sol cegador hacía llorar sus ojos semicerrados.

-¡Adah!- gritó Altaïr mientras se abalanzaba sobre ella.

Ambos rodaron por suelo, ya que Altaïr consiguió abrazarla por la espalda y echarse a un lado antes de que la carreta, tirada por una mula, les pasase por encima. Cuando el polvo se hubo disipado un poco, el hombre que llevaba la carreta saltó asustado de la misma y se acercó a los dos jóvenes para comprobar si se encontraban bien. Altaïr se levantó y ayudó a reincorporarse a Adah, que estaba muy tiesa y con la mirada fija en el suelo.

-¿Se encuentran bien?- preguntó el comerciante.

-Tranquilo, no se preocupe … Solo fue un despiste- contestó Altaïr en lugar de Adah- No volverá a pasar.

-¡Deberían tener más cuidado!- se quejó el hombre con los brazos en jarras, como si estuviera regañando a un par de chiquillos. Dicho esto, se dio la vuelta y emprendió de nuevo su camino, una vez hubo tranquilizado a la asustada mula.

Nofek se acercó corriendo y se quedó muy quieta, con los enormes ojos castaños mirando con terror a Altaïr, que sujetaba Adah por la cintura y la ayudaba a caminar, sacándola del camino. Parecía una anciana débil y confusa.

-¿Qué ha pasado?-preguntó la niña con su característica voz grave y ronca, como la de un adolescente que está cambiando la voz.

-Nada … Vamos ...- contestó el joven asesino, empujando suavemente a la niña, en cuanto pasó por su lado. Por primera vez, Altaïr vió el miedo reflejado en el rostro de la niña.

Se dirigieron a a la sombra y con suma suavidad, dejó a Adah encima de una manta, mientras ésta comenzaba a sudar y su piel adquiría un tono amarillento. Su cuerpo estaba completamente relajado, los ojos se abría y cerraban continuamente, y de vez en cuando, giraba la cabeza bruscamente de un lado a otro.

Adah se sentía dentro de un torbellino donde las imágenes llegaban confusamente a su aturdido cerebro. Un hormigueo constante le recorría su cuerpo, como si miles de patitas caminaran por encima de su sensible piel, que era capaz de sentir la forma exacta de las piedrecillas que se amontonaban por debajo de la gruesa manta de cuero. Estaba mareada y las figuras de Altaïr y Nofek se desenfocaban a cada rato, mientras los flujos de su estómago amenazaban con trepar por su seca garganta …

-¿Se va a morir?-preguntó Nofek, con la voz claramente quebrada.

-No lo sé ...-murmuró Altaïr igual de asustado, mientras cogía en una mano la delgada muñeca para tomarla el pulso: era increíblemente débil- ¿Qué ha comido?

-Una hogaza de pan con crema de lentejas y poco de queso fresco que traía yo …

-¿Qué le has echado?- preguntó Altaïr con tono de desconfianza y clavando los ojos en los de la niña, tratando de escudriñar cualquier brillo que pudiera delatar su mentira.

-Dios se le ha revelado y no tiene que ver con la comida ...-murmuró ensimismada, sin siquiera mirarle, como si hubiera otra cosa detrás de él y la estuviera analizando con suma tranquilidad- Es la Elegida, tal y como predijo la Nana …

-¡¿Qué?!- Altaïr se levantó de un saltó y se abalanzó sobre la joven, agarrándola fuertemente por los brazos- ¿La Elegida? ¿Revelaciones de Dios? ¡Tendrás que inventarte algo más contundente para convencerme de que no la has envenenado!- la señaló, mientras Adah, murmuraba en voz casi inaudible palabras pronunciadas con la lengua medio dormida- Si Dios existiera, no la haría sufrir, si quisiera ayudarnos.

-Nos lo merecemos- los ojos grandes y oscuros se clavaron en él como dos imanes- Debemos ser castigados para aprender de nuestro errores y ofensas.

Altaïr no pudo contener la rabia al oír tal sarta de sandeces seguidas. Casi de manera automática, su mano salió disparada contra las lisas mejillas de la muchacha, produciendo un sonido parecido al de un latijazo. Sus ojos, entrecerrados que le daban aspecto de somnolienta, se abrieron de par en par, como si no se esperara aquel golpe, pero aparte de ellos, ningún otro rasgo de su rostro reaccionó ante aquel violento acto. Tembló ligeramente y le miró con el temor reflejado en sus ojos.

-La Nana ...-murmuró con voz ronca, a consecuencia del shock- Ella me dijo que … Que tenía que dárselo ...- su grueso labio inferior tembló. Cerró los ojos, apretándolos hasta casi meterse las pestañas por dentro y tragó saliva para recobrar fuerzas y seguir hablando- Así podría contactar con Dios … Es una tradición … Tenía que hacerlo para que … Para que Adah tomara consciencia de lo que … Realmente es …

-¿Quién es?¿Qué es lo que la has dado?- la rabia se traducían en corrientes eléctricas que le impulsaban a zarandearla para sacarla la información. No quería volver a levantar la mano contra ella … No contra una mujer … Menos contra una niña …

-Solo le eché un poco ...-las lágrimas brotaron de su inexpresivo rostro, solo contraído a nivel de la frente, en una mezcla de arrepentimiento y culpabilidad- No quería hacerla daño … Lo juro … Yo la … Amo …